Cartagena, 6 de junio de 2025
A las 109 personas ascendidas de la promoción de oficiales de la Armada Nacional, de junio del 2025; 91 hombres, 18 mujeres oficiales. Resguardo indígena del municipio de Ipiales (Nariño), un oficial aquí presente. Saludo a ese resguardo, sabemos lo que está sufriendo el departamento de Nariño que se debate entre la guerra fratricida o la paz.
Comunidades negras afrocolombianas, raizales allá de San Andrés y Providencia que en este Gobierno logramos detener la pérdida de mar territorial que venía sucediéndose y el peligro que se cernía, sobre nuestras islas sobre las que hoy ya no queda ninguna duda, son parte de Colombia, pero también hay que reforzar el pacto, el referendo que se hizo hace ya un siglo con la comunidad raizal que ahora conozco gracias al primer ministro de San Vicente y Granadinas que me enseñó que son de una gran cultura del Caribe, que atraviesa naciones enteras, las comunidades y la cultura garífuna.
Comunidades palenqueras, aquí se fundó cerca de Cartagena y por un cartagenero el primer territorio libre de América, desde Alaska hasta La Patagonia, solo un hombre aquí, un esclavo que se liberó a sí mismo, Benkos Biohó, fundó la primera tierra libre de América que es Palenque de San Basilio, a donde me gustaría retornar en algún momento por el significado que tiene esa región a la que hay que enaltecer. La convertimos en municipio, pero debe ser un gran monumento de la patria en manos de genuinas comunidades afrocolombianas.
La mayor parte de ustedes, como es en general en todas las Fuerzas Armadas y Policiales, son de estrato dos, seguido del estrato tres y uno. Alguna vez tenemos que eliminar esa división de la sociedad colombiana en estratos que sirvió para unas cosas, pero que hoy se ha convertido casi que en una construcción de castas.
La Fuerza Pública tiene que estar abierta a cualquier ciudadano y ciudadana de Colombia, cualquiera que sea su condición económica. No puede haber barreras para los que son los más desprotegidos de la sociedad colombiana. En algún momento dije que el hijo del campesino, la hija de la campesina, el hijo del pescador o la hija del pescador pueden en Colombia ser generales y almirantes.
Eso se llama democracia, sin abusar de ustedes por su condición de fuerza no deliberante de acuerdo a la Constitución colombiana, debo informarle al país a través de los medios de comunicación que un juez acaba de tutelar nuestro derecho a la Consulta Popular. Determinó que hubo fraude en el Senado y ordena repetir la votación del Senado en las próximas 48 horas. Aquí les envío un mensaje a las senadoras y senadores independientemente de sus partidos que tendrán que tomar esa decisión: tomen esa decisión con tranquilidad, con su corazón puesto en el pueblo colombiano, con libertad absoluta, nadie, nadie, puede impedir que un parlamentario elegido por el voto popular, amigo o no del Gobierno pueda ejercer con libertad su derecho a votar, porque esta vez no es una ley, no es cualquier proposición.
Esta vez es la convocatoria al constituyente primario a decidir sobre sus derechos y nadie ningún presidente de partido nadie absolutamente nadie puede impedir que un parlamentario vote de acuerdo a su conciencia, vote de acuerdo, ojalá, a lo que necesita este pueblo colombiano que es sentir cada vez más de acuerdo a la Constitución que es dueño de Colombia, que es dueño de su patria, que tiene la capacidad de ordenarle al Estado sus objetivos, sus funciones, que tiene el divino derecho popular de ser sujeto de derechos y libertades, sin que nadie los masculle porque esta nación se creó, se fundó bajo la bandera de la libertad como bien cantaba aquí la persona que quisiera llevar al Palacio de Nariño, pero ya me han dicho que vamos a reemplazarla por otras cantantes de la Armada para que cante al pueblo desde ese Palacio frío, que cante al pueblo eso mismo que aquí ha cantado: libertad, que es la esencia del ser humano y por la cual se convierte en persona.
La humanidad libre es una humanidad de personas sujetos de derechos y libertades y eso lo aprendimos y lo enseñamos desde aquí el centro del mundo, Colombia.
En particular, sobre la Armada, de la que tanto hemos hablado en varias reuniones, sus desafíos, sus nuevos retos, este mar que está aquí cerca crece cada vez más. La ciencia, lo decía, Cartagena está en peligro, la ciencia dice que si no nos movemos en el mundo sus líderes más poderosos en el ámbito de la política en el ámbito de la ciencia en el ámbito del arte hacia que detengamos las causas que están haciendo que el mar suba, que los cielos se deshagan, que los huracanes sean cada vez más fuertes, que las inundaciones cada vez dejen más con hambre a los pueblos de Córdoba, de Sucre, de Bolívar, del Magdalena, de La Guajira, que tantas veces hemos visitado y que tanta exigencia precisamente, porque las necesidades crecen.
La necesidad del agua potable, sin la cual mueren los niños, esas necesidades cada vez son más urgentes y más grandes y tienen que convertirse en la prioridad de la inversión pública de Colombia.
Y cada vez más no nos deja la guerra fratricida, no nos deja la codicia de quienes organizan y planifican la muerte de colombianas y colombianas todos los días, solamente para ganarse unos millones y guardarlos y después esperar su propia muerte en manos de sus propios compañeros. Son las organizaciones de la codicia que están arrasando con ríos, con selvas, con el alma colombiana misma, porque ahora ni esa riqueza se queda aquí porque se va a otros países.
Aquí se nos queda simplemente la sangre derramada de jóvenes que por no tener perspectivas y oportunidades en regiones empobrecidas y desiguales se nos van yendo hacia un mundo del que no hay retorno, el mundo de la codicia porque la codicia es la mayor enemiga de la vida en toda la especie humana y en el planeta Tierra.
Descendientes del Ejército de Bolívar
Ustedes no pueden tener el corazón codicioso; si la codicia se los gana se acaba su carrera, su esperanza, su brillo en los ojos, la ilusión de hacer algo por Colombia. Terminamos en los sifones de la muerte, en los sifones de la destrucción de la patria.
Y de ustedes en general de las Fuerzas Armadas de Colombia, descendientes del Ejército Libertador, oficiales de Bolívar. Y les pido a los generales en sus protocolos y a los almirantes que incluyan en el orden cerrado el apelativo de que cada uno de ustedes oficiales, hombres y mujeres son oficiales de Bolívar, aún hoy. Y que tenemos esa dignidad –yo como su comandante en jefe– también mientras dure mi mandato constitucional, somos oficiales de Bolívar.
Y si somos oficiales de Bolívar en nuestro corazón no está la codicia, no está la corrupción en nuestro corazón. En nuestro corazón está la defensa de la sociedad colombiana y de su territorio, de sus mares, de sus aires, de su belleza; la defensa de la vida humana en el territorio colombiano, la defensa de la Gran Colombia que aún quiero mantener como un sueño en nuestras políticas internacionales.
La defensa de la libertad porque somos guerreros libertarios que aman la vida y construyen la vida y que se alejan de la muerte. Ojalá las Fuerzas Armadas de Colombia, en un futuro no lejano por las circunstancias que empezamos a vivir en el planeta, de un paso adelante y sea parte de ese gran Ejército de la salvación del mundo, porque hemos llegado a tal extremo que en pocos años tenemos que definir si la especie humana sigue en este planeta o se extingue.
Y Colombia no se va a dejar extinguir a través de las decisiones de su pueblo. Ninguna acción que permita la extinción de la vida en el planeta, ahora amenazada por los peores riesgos planetarios que se derivan, ni más ni menos de las grandes codicias humanas que están destruyendo el equilibrio delicado y vital: el equilibrio de la vida.
Un paso adelante para que el Ejército de Colombia, la Armada de Colombia, la Policía de Colombia, la Fuerza Aeroespacial de Colombia sean parte de los regimientos de ese gran ejército que tendrá abajo sus hombros, el salvar el mundo y la vida del planeta. Aquí lo hacemos todos los días, arriesgamos, estamos bajo la mira.
Ya sabemos, amenazan todos los días en masa gentes por todas partes, porque se paran con orgullo como oficiales de Bolívar a defender su derecho a ser en Colombia su derecho a ser propietario de Colombia su derecho a ser libre, pensadores y sensibles al mismo tiempo como somos todas y todos los colombianos.
La Armada, clave en el nuevo control de los puertos
La Armada va a tener unas tareas concretas que ahora desarrollaremos, un papel intenso en el nuevo control de los puertos. Los puertos de Colombia han sido tomados por la corrupción, es por allí por donde entran las armas con los con las que nos matan, es por allí por donde entra el contrabando con el que se destruye la industria nacional.
Yo mismo, hablando con el presidente de España y ahora el de Portugal, tuve que hacer coger el mayor contrabandista de la historia de Colombia, el señor Diego Marín, del que espero la Fiscalía asegure de inmediato para que diga toda la verdad de su corrupción, sobre el Estado porque eliminando ese veneno que se llama el contrabando y que no es más sino la otra cara de la moneda, de la cocaína. Sale la cocaína en especie por todos estos puertos y otros lugares y entra en forma de mercancías de contrabando para convertirse en pesos. Contrabando en Colombia es la mayor operación de lavado de activos junto a otras.
Y cómo controlar entonces los puertos de Colombia. No estoy diciendo señores periodistas que le voy a quitar la propiedad a los concesionarios con los cuales firmaron contratos en el pasado –esos contratos vencerán algún día–, estoy hablando del control efectivo y público que todo puerto de Colombia debe tener en manos del poder público para que no se conviertan en los espacios de la entrada de la muerte y la salida de la muerte, sino que sean lo que son los espacios de la interrelación económica y cultural de los pueblos, porque los pueblos nos hemos conocido es a través de los mares y de los puertos.
La Armada –almirante Juan Ricardo Rozo– tendrá ese reto inmenso en el cual han caído muchas instituciones civiles y policiales de Colombia, sin poder controlar los puertos donde se irradia el asesinato. Las tasas de homicidio nos muestran fuera de Bogotá, Pereira y Cali -como decía esta mañana ante la Policía- que es en los puertos donde se incuba la nueva violencia de las bandas juveniles, que se matan entre sí y matan sus vecindarios y no podemos permitirlo porque Colombia tiene que ser un país de la vida plena y no de la muerte.
Colombia debe ser del eros, del amor y no del tánatos. Hay otros objetivos que tenemos de inmediato que cumplir. Tenemos debilidad en el control de los ríos no solo son los mares, son los ríos, allá cuando desembocan en el mar, ensenadas, ríos por donde cruzan lamentablemente las mercancías y las economías ilícitas. Y el control de los ríos de la patria tiene que ser para salvarlos, incluso, de la minería ilegal, como ya hemos visto en las últimas operaciones.
La grande hecha con Brasil para salvar la Selva Amazónica que es un pilar climático sustancial de la humanidad, en peligro de ser arrasado por los fuegos que incentivan en parte las minerías ilegales: 34 dragas fueron destruidas hace una semana. Estamos actuando conjuntamente con el Ejército del Brasil, nos toca estrechar alianzas estratégicas con ejércitos, con inteligencias, con armadas del mundo.
Le he solicitado a la OEA (Organización de Estados Americanos), en esa gestión diplomática, no puedo garantizar que salga bien, no pertenece solo al Gobierno de Colombia, pero le he pedido a la OEA que tropas colombianas con esa bandera cuya mitad el azul y el rojo tejieron las esclavas liberadas de Haití y que no es más a diferencia de la leyenda romanticona y aristocrática cuando nosotros somos republicanos que la bandera de Haití que se volvió bandera, que significaba libertad.
En aquellos años en donde Francisco Miranda y Simón Bolívar iban al puerto, donde estuve hace poco y recibí el aplauso del pueblo de Haití, sufrido como el colombiano, casi que destruido por completo en su sueño de libertad. Ellos nos dieron las primeras armas, nos dieron los barcos, los primeros marinos que surcaron el mar. No sé si en la historia de José Prudencio Padilla existan esas páginas, el gran almirante que peleó allá en las grandes batallas europeas y que aprendió y que siendo hijo de wayuú y de negro nos dio la batalla que sería determinante.
Así la historia oficial no lo escriba porque quien nos dio la libertad en el fondo desde el punto de vista militar fue el almirante Padilla, que pudo detener la flota que venía a la reconquista de nuevo con miles de hombres de España y que hubiera podido aplastarnos en nuestros sueños, pero que pudo detener en una gran batalla naval con mucha astucia, quizás wayuu, quizás negra, y se hundió y se detuvo el ejército de la reconquista y por eso hoy somos República.
El gran almirante José Prudencio Padilla, hombre del pueblo, desgraciadamente fusilado por el libertador, quizás, quién sabe en qué intrigas, parecía a las ciegas que nos llevaron a una Patria Boba, que aún hoy vivimos. La patria en donde nos matamos entre nosotros mismos cuando hemos combatido conjuntamente por ideas y sueños comunes pero que inmediatamente se esfuman se destruyen como se destruyó la Gran Colombia, que era la propietaria más grande en sus costas y sus islas del Mar Caribe.
Desde la Costa Mosquitia, que ahora no es de nosotros; desde la costa costarricense, que ahora no es de nosotros; desde ese Panamá, que ahora no es de nosotros y que patrullan tropas extranjeras a las latinoamericanas. Desde esta Colombia en su Caribe y Venezuela hasta llegar, incluso, más allá en La Guyana hasta la República Dominicana, admirando esta república enorme que hubiera sido poderosa el centro del mundo en sus dos vías hacia el Pacífico y hacia el Atlántico. Ese gran sueño nos hizo pensar que el Caribe sería nuestro mare nostrum, como decían los romanos del Mediterráneo.
Los 500 años de Santa Marta
Y cómo se encuentra culturalmente ese Mediterráneo con el Caribe en una enorme explosión cultural que quiero hacer vibrar cuando conmemoremos los 500 años de Santa Marta; 500 años de un acto violento de conquista, de espadas sobre nuestros indígenas, que tuvieron que subirse a la Sierra Nevada y allá aún están. No conmemoramos la conquista, conmemoramos el encuentro y por eso mi decisión.
Y quiero que la Armada de Colombia me acompañe es que en esos 500 años de Santa Marta ya próximos a cumplir se encuentren dos mundos culturales diversos, todo el Mediterráneo diverso de árabes, diverso de palestinos, de israelíes, incluso de griegos, de italianos, de españoles, de franceses, de islas que han sido el centro cultural de la humanidad durante algún tiempo como la Sicilia donde murió Arquímedes en la batalla de los griegos contra los romanos.
Y allí está aún la tumba del primer matemático de la humanidad, que desarrolló esta matemática que hoy tenemos, aún se encuentre con este Caribe que dio otro tipo de seres humanos esplendorosos, porque los bares del Caribe y bajo sus vientos huracanados aprendimos a ser libres. En el Caribe aprendimos a ser libres no es una historia de piratas como Hollywood cuenta. Es una historia de aventuras y de guerreros y de barcos en donde soñábamos de jóvenes la libertad. Y del Caribe salió la libertad de toda la América, desde Alaska hasta la Patagonia.
Ese Caribe tiene que ser nuestro objetivo prioritario. En San Andrés y Providencia se va a reunir por primera vez desde tiempos a la cultura garífuna que está dispersa en Bélice, que está dispersa en Trinidad Tobago, en Venezuela, en Colombia, en San Andrés y Providencia, en la Costa Mosquitia que fue de nosotros, en la Panamá que acabo de visitar, en Bocas del Toro.
En las islas de San Vicente y Granadinas hablan inglés, sí, porque eran los esclavos que traían los españoles en los barcos pero que apenas llegaban a ver la primera tierra después de meses de mar allá en San Vicente y Granadinas, en el este de las pequeñas Antillas, se tiraban por la borda hacia el mar a riesgo para no ser jamás esclavos. Muchos murieron ahogados, muchas, pero otros muchos y muchas llegaron a las playas de San Vicente y Granadinas, y allí se unieron con los indígenas y se armaron y construyeron una cultura independiente de seres libres.
Inglaterra a su imperio nunca pudo dominarlos hasta que llegó a un pacto diplomático como saben hacer los ingleses: les dejaban las islas, se llevaban el idioma inglés y los llevaban a tierras españolas cuando España era su enemigo, en donde creían que iban a perecer por los malestares del clima y no perecieron, sino que resistieron y crecieron como pueblos en buena parte del Caribe, en diferentes naciones, siendo un mismo pueblo, una misma cultura.
Yo gané la demanda que nos pusieron ante los tribunales internacionales desde Nicaragua, simplemente acudiendo a esta historia que olvidaban los cachacos bogotanos, que no pudieron defender el territorio nacional durante dos siglos. Lo fuimos perdiendo hasta que lo detuvimos hace dos años más o menos, porque ante la demanda nicaragüense de mar colombiano y de las islas pusimos fue a los garifunas a defender su propia tierra, su propia cultura y esos abogados garifunas fueron los que lograron convencer a los magistrados de La Haya para que entendieran que ahí hay una cultura diferente y que no se les puede erradicar porque tienen derecho a la pesca, derecho al mar.
Por eso vamos a realizar la primera conferencia de pueblos garifunas en la isla de San Andrés bajo bandera colombiana, porque Colombia debe tener fuerza en el Caribe respetando las soberanías de los demás pueblos. Es a través de nuestra propia cultura garifuna de hombres negros que hablan inglés, pero que son libres desde siempre.
Mantendremos nuestra soberanía en San Andrés y Providencia y nos profundizaremos en unas grandes relaciones con los pueblos del Caribe para reconstruir lo que antaño uno una vez fue le he solicitado a la OEA: que tropas colombianas, armadas bajo bandera de la OEA entre en Haití, protejan su pueblo, ayuden a su gobierno, puedan construir la posibilidad de una paz allá, como devolviendo el favor que nos hicieron cuando prestaron sus propios hombres armados, sus barcos, sus armas, sus dineros para ayudar a Bolívar y a Miranda en los primeros años de lo que fue nuestra revolución de independencia.
Logramos quitar la corona al rey en las tierras colombianas para construir una República libre y democrática. Devolver ese favor nos traerá muchas otras cosas, no simplemente un capricho militar que hay que cumplir con sus protocolos para ayudar a ese pueblo. No para suplantarlo no para dejarlo, sino para que sea la Haití en paz, porque eso también nos ayudará a construir una Colombia en paz.
La droga por la cual mataron a tantos campesinos en el Catatumbo no hace mucho –cien campesinos, al parecer 60.000 desplazados– en una alianza entre quienes ya no piensan en hacer revoluciones populares, sino simplemente en ganar codiciosamente unos dineros untados de cocaína y de sangre con carteles extranjeros albaneses, mexicanos y de muchos sitios.
Los estamos capturando en este momento gracias a ustedes, que han sido una de las principales Fuerzas en la acción contra ese tipo de economías y visitas que nos llena de sangre. Vamos a devolver ese favor a Haití de la libertad, pero para que todo el Caribe se pueda unir y para que Colombia pueda sentir que no está allá en ese centro frío donde vivo amargado, sino que Colombia está en el Caribe, porque es caribeña y es libre también, y porque en ese Caribe hicimos nacer la palabra República y la palabra Libertad.
El Caribe nos da mayoría en la OEA, el Caribe tiene hambre hoy y pueden las tierras fértiles de este Caribe colombiano que no produce mucho porque está en el atraso de sus relaciones de producción, pero que en manos campesinas y empresariales de los que quieren que la tierra produzca alimentos, podemos alimentar todo el Caribe, incluido el nuestro, que tiene hambre en Córdoba, en Sucre, en La Guajira, aunque existe tanta tierra fértil que podría producir tantos alimentos, no solamente para alimentar a Colombia, sino para alimentar al Caribe.
Ayuda al pueblo haitiano
Yo quiero almirantes que ustedes vayan construyendo al lado de este proceso si se da, aún no es seguro. Si vamos a Haití no solo llevemos armas, sino leche, queso, frutas, comida, allá se puede sembrar. Es una tierra rica, pero la pobreza lo ha impedido. Que llevemos alimentos a todo el Caribe en nuestros propios barcos –almirantes– pequeños, no serán los grandes mercantes chinos y de otras marinas, pero podrán ser la flota de nuestro mare nostrum, de latinoamericanos, caribeños.
Y podemos llevar comida y podemos llevar paz y podemos llevar democracia y podemos llevar una gran fraternidad cultural de los pueblos del Caribe. Aún están debiéndome allá en San Andrés la construcción de una gran universidad políglota que se convierta en el cerebro en esa isla tan pequeña, casi invisible en el mapa, pero que es nuestra tierra colombiana y que sea no solamente un exportador de jóvenes marineros que llevan cocaína, 400 están muertos, y un número indeterminado de centenares de jóvenes sanandresanos han sido asesinados por haber sido y conocido de rutas que nunca debieron conocer transportando mercancías malditas que matan. Ahí queremos es una universidad para esa juventud, para que se sienta con la posibilidad de conquistar al mundo aún sin salir de su isla.
Quiero, almirantes, que la ciencia cunda, quizás esta arma es la que más ha profundizado en las ciencias del mar, los he visto cuando hemos intentado sacar el galeón, que ya no existe, sino lo que está dentro del galeón San José, que es nuestro, porque la madera española desapareció bajo el mar, y sus banderas, y sus hombres, pero las mercancías que ahí iban no son más sino de Colombia, y quizás de Bolivia, plata y oro, y esa plata y ese oro no son de nadie más sino de la patria colombiana.
Y traerlo aquí, a esta ciudad, con todos los protocolos científicos que hay que tener ha sido un propósito desde el primer día de mi Gobierno, para llenarnos de orgullo simbólico quizás, con ese oro no resolveremos nada de nuestro gran déficit fiscal, pero servirá para que niños y niñas sepan cómo fue nuestra historia.
Hay que volver a enseñar la historia de Colombia en todos los pueblos, una ley la ordena y ningún alcalde puede desobedecer la ley, hay ningún rector de colegio, he ordenado que se haga una auditoría para que se cumpla la ley en los colegios y se enseñe las matemáticas, las artes y músicas, la educación física para entrenar el cuerpo sano, para que se enseñe la historia, para que no repitamos nuestros errores y para que sepamos cuáles son nuestras grandes conquistas, que las hemos tenido, logros y derrotas como toda sociedad, pero que cada vez debe ser más de logros y menos de derrotas.
Hoy, quizás, esa tutela me alienta el corazón y alienta el corazón de millones y millones de colombianos trabajadores y pobres que solamente quieren, y es lo que he pedido, que esas mujeres trabajadoras puedan llegar temprano a sus hogares, en las grandes ciudades de este país, para abrazar a sus hijos, porque ese abrazo entre madre e hijos es lo que crea ciudadanos buenos, pensantes, amantes del saber, amantes del amor y no autodestructores, no destructores de su propio vecindario, de su patria, de la gente regando la sangre colombiana.
Abrazar a los hijos es quizás la mayor política de seguridad que se puede hacer en Colombia y que se lo impida a muchas madres que tienen que ir a trabajar para que haya comida en la casa y en las fauces de la explotación inmisericorde, de la codicia ignorante, además, les extienden las jornadas hasta tan altas horas de la noche que ya no pueden conocer a sus hijos y sus hijos nacen y crecen sin mamá, sin papá y solitarios en esos barrios populares. No va creciendo el amor en sus corazones, sino como en La Vorágine nos decía el autor José Eustasio Rivera, va creciendo es el odio, la venganza, la violencia y por ahí no podemos construir ninguna Colombia grande.
Construiremos una Colombia grande cuando nuestros bebés aprendan del amor y no pueden aprender más del amor al principio y a través del juego y los colores que de su propia progenitora que debe ser libre para abrazar sus niños y que esta sociedad debe darle ese tiempo libre, pago, para que podamos hacer crecer esos bebés en medio del amor, porque es nuestro seguro de vida, es el seguro de la vida colombiana, es el seguro que podemos poner desde ahora para que no haya riesgos en este proyecto de la gran Colombia, en la patria colombiana, la tierra, quizás, más hermosa del planeta, como hemos dicho, el país de la belleza, en este que es el corazón del mundo, el corazón de la vida, como dicen los mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Somos el corazón del mundo y por tanto, si somos el corazón del mundo y tantas sangres han llegado a nuestras propias venas de rincones recónditos de todo el planeta y se mezclan latinas, negras, indígenas, ancestrales, árabes y de otros muchos lugares en un mismo ser y cantan todas sus músicas en nuestro corazón, porque los ancestros no se van nunca, siempre quedan en nosotros y siguen en nuestros hijos y en nuestros nietos.
Esa gran riqueza en este gran centro del mundo que se llama Colombia, tiene que hacernos que no nos matemos entre nosotros mismos en medio de tanta vida y belleza, cómo matarnos en medio de la belleza y de la revolución de la vida que nos rodea, cómo podemos arruinar la vida misma en nosotros, la joya del universo por nuestros cerebros, por nuestras características de seres pensantes y sensibles al mismo tiempo, que sabemos de las flores, que sabemos de la belleza, que sabemos amar la belleza y las flores, por eso hemos sido poetas casi todos, pero que no podemos ser asesinos al mismo tiempo.
No hay poetas asesinos, hay poetas de la libertad, hay poetas que dibujan entre las estrellas el futuro, ad astra dice la Fuerza Aeroespacial y es ad astra el destino de la humanidad, que somos poetas encima de esas olas azules y hermosas, que somos poetas construyendo una nación grande que sea capaz de ser vanguardia en la humanidad para defender la vida del planeta y su ejército todo en todas sus armas, vanguardia de la humanidad para ser parte del gran ejército de la salvación del mundo que hoy se necesita a manos llenas.
Gracias muy amables graduandos, graduandas, a surcar los mares y los ríos, a caminar por nuestras playas y selvas, a defender a Colombia, sus valores que los tiene el más querido por todo colombiano o colombiana, el valor de la libertad.
Gracias al gran almirante José Prudencio Padilla y a sus oficiales que hoy aquí se gradúan.
Muy amables.