Inicio de sesión

Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro, en la entrega de predios por parte de la Sociedad de Activos Especiales: “Tierras para la Paz Total”

Foto: Nelson Cárdenas - Presidencia

Presidente Gustavo Petro, en la entrega de predios por parte de la Sociedad de Activos Especiales: “Tierras para la Paz Total”

​San Benito Abad, Sucre, 11 de febrero de 2023

 

Un saludo, entonces, muy especial a las lideresas y líderes de la comunidad de San Benito Abad; a los beneficiarios del programa de repartición de tierras del Gobierno; el gobernador del departamento de Sucre, Héctor Olimpo Espinosa Oliver; alcalde del municipio de San Benito Abad, Manuel del Cristo Cadrazco; presidente de la Sociedad de Activos Especiales (SAE), José Daniel Rojas Medellín; los funcionarios del Gobierno Nacional presentes aquí; congresistas de la República; varios senadores y representantes a la Cámara aquí presentes; hay casi ya senadora, Catalina Pérez, lideresa campesina de Sucre de hace mucho tiempo, allá la veré sentada haciendo leyes.

Mandos regionales de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional; también por acá está mi suegra y sus amigas; diputados y concejales presentes el día de hoy; funcionarios de los gabinetes departamentales y municipales; medios de comunicación y, en general, a todos los sanbenitinos y ciudadanía que hoy nos acompaña.

La última vez que estuvimos aquí comenzaban las lluvias, ya había inundación. Recuerdo que aquí visitamos el Cristo, recuerdo que empezamos nuestra intervención en aquel momento, en campaña electoral, hablando del color del Cristo, que tenía el mismo color del campesino, del pescador, del trabajador.

No era un Cristo blanco, es un cristo café con leche, como todos nosotros. Un Cristo del pueblo, le dijimos, que clama y está aquí, por la liberación del pueblo. A partir de esa campaña electoral, de mi visita a aquí, pasaron muchas cosas, pero nos volvimos mayoría. Y ahora somos Gobierno.

No es Gobierno Petro, son Gobierno ustedes. Ojo con esa definición, es el pueblo el que manda. En una democracia los dueños del poder son todas y todos ustedes, los aquí presentes, y los que están por allí y por allá. Es el pueblo y el pueblo no debe dejarse quitar el poder porque, entonces, otros lo utilizarán en contra.

Ya ustedes en sus vidas habrán tenido muchas experiencias en dónde el poder de Colombia, no se usa en beneficio de ustedes. Se usa en beneficio de otros. Nosotros al llegar con los votos de ustedes a ese Palacio frío, que se llama el Palacio de Nariño, que sabemos que vamos a estar allí por unos días, por unos instantes dentro de la historia, lo que queremos es lograr, desde allí, impulsar transformaciones; cambios reales de la sociedad y del Estado colombiano.

Cambios en favor de ustedes, que simplemente se podría decir para ser entendido de las reformas que ya se están presentando al Congreso de la República parar que se vuelvan leyes. Podríamos, con algo de simpleza, decir que simplemente pretendemos que cualquier viejo o vieja de esta tierra tenga una pensión; que simplemente pretendemos que un campesino, ojalá, una campesina, tenga un pedazo de tierra fértil sobre el cual cultivar alimentos; que simplemente pretendemos que alguien que entre a trabajar, no lo echen al mes, y si es mujer, no la acosen sexualmente, sino que tenga derecho a la estabilidad laboral.

Que simplemente pretendemos que cualquier niño o niña de esta tierra, pueda tener al frente un vaso de agua potable y, de verdad, potable para no morir antes de tiempo; que lo que queremos es que en cualquier rincón del país llegue un médico, llegue una médica , enfermeros, enfermeras, a tratar a la persona, no al cliente, sin necesidad de tener un carnet o de pagar un copago o de tener que ir a hacer una cola a un hospital medicinal.

Eso es lo que pretendemos, derechos básicos, que hace mucho debieron haber sido garantizados en Colombia y que no lo son porque simplemente una élite indolente, absurdamente egoísta y hasta asesina, termino gobernándonos. Por eso, el departamento de Sucre está lleno de necesidades y de tumbas al mismo tiempo.

Por eso, la ciudad de Sincelejo era, en su mayoría, una población que era antes de campesinos y campesinas desplazados por la violencia. Por eso, a pesar de la alegría de las tierras del Caribe, a veces hay que hacer un silencio para recordar los momentos del terror y de la masacre.

Claro que es así como han construido riquezas, dejando a la gente en la pobreza. No era sino venir. En estos días visitamos muchas veredas por allí en Pinillos, al otro lado del río, en La Mojana sucreña, en el lado de Córdoba, y lo que encontrábamos era gente con necesidades. Lo que encontrábamos era agua por doquier, lo que encontrábamos era hambre; hambre que aún sigue en nuestras casas, sigue en nuestras calles.

Una oleada invernal que no tiene registros en la historia contemporánea de Colombia que va y viene, todos lo sabemos, que una vez es sequía y otra vez, son torrentes del agua, que se le llama, a partir de los científicos, la crisis climática, pero que está afectando, fundamentalmente, a la gente pobre de nuestro país.

En esta región vimos el hambre al frente de un Gobierno y tengo que decirles que sentí la impotencia de no hacer mover el Estado, al mismo ritmo con que me muevo yo, con la rapidez que se necesita, un Estado paquidérmico. A veces lleno de funcionarios temerosos, a veces con funcionarios corruptos que no tienen en su corazón el dolor de la gente que sufre, sino que simplemente esperan un salario o el CVY.

La indolencia de alcaldes que prefieren mantener contratistas que les van a dar comisión, que resolver verdaderamente los problemas de la gente.

La indolencia de mi propio Gobierno que, a veces, siente temor de producir los cambios porque saben que alrededor de nosotros no solamente está el pueblo amigo, sino los que nos quisieran destrozar y destruir.

Esa es La Mojana y es el Sucre donde tenemos, quizás, que dar los ejemplos del cambio.

Lo que ha hecho la SAE en muchos lugares de Colombia es importante, es coger los bienes de la mafia incautados y entregárselos a la gente pobre. Eso no se hacía antes, cogían esas casas doradas con grifos de oro, cogían esas compañías llenas de oro atesorado y plata, cogían esas grandes extensiones de tierras concentradas a partir, precisamente, de la violencia y del terror, a las cuales solo asistían unas cuantas vacas gordas y de vez en cuando las novias de los narcotraficantes, pero eso sí, cotidianamente los senadores de la República.

Los senadores de la República le echaban ojo a la casa narcotraficante y a la novia. Y después iba a la cárcel, a la extradición, el tipo, o a veces morían por allí en cualquier rincón  y adivinen, ¿con quién se quedaba la casa y la novia? Con el senador.

Pasaron centenares, miles, dice Daniel (Rojas, presidente de la SAE), de bienes de la mafia incautada a los senadores y senadoras y a los mismos narcotraficantes; les devolvieron los bienes, a través del Estado, una operación maravillosa y enorme de lavado de activos que se podían contar por billones y billones de pesos y nunca jamás hubo una investigación, con excepción de alguna que se llevó a algún senador a la cárcel.

Le cambiaron apenas el nombre, de Dirección Nacional de Estupefacientes a Sociedad de Activos Especiales, y así nos quisieron convencer de que se había destruido la corrupción y era mentira, solo cambiaron el nombre.

La clase política ordeñó a la mafia de Colombia, oigan. Resultó peor la clase política que narcotraficante severo Escobar, porque se quedaron con sus bienes. Qué maravillosa operación en función de sus propios intereses, porque usaron hasta a los gringos para hacer, coger y matar a los narcotraficantes más poderosos de la historia de América, solamente para quedarse con los frutos de la exportación de cocaína, esta vez con títulos legales; apropiándose de los bienes de la SAE.

Solo cuando llegó este Gobierno, entonces, dijimos basta, ¡paren! Como dice la canción: paren el robo. Y empezamos a esculcar como podíamos, Daniel (Rojas, presidente de la SAE) dirigió esa operación, joven él. Tuve mi temor por su propia juventud.

Le llamo a eso los funcionarios de la línea roja, porque son funcionarios que se ponen y tienen ante sí dos alternativas que le coloca: o se arrodillan y reciben el billete y prestan el estado a la corrupción o los matan.

Esa línea roja son unos cuantos funcionarios que he tratado de escoger con el mayor cuidado, para que ni le tengan miedo a la amenaza de la muerte ni se dejen arrodillar, vendiéndose por el dinero del narcotráfico.

No es fácil encontrar esas personas, con sus hijos, con sus familias arriesgando.

En el caso de la SAE, escogí a Daniel (Rojas, presidente de la SAE), y fíjense ustedes ya el resultado; a las pocas semanas de su posesión, aparece un órgano de control que nunca jamás hizo la investigación del enorme robo de los bienes de la mafia, incautados por los políticos en el poder y en cambio cuando empezamos a entregar las haciendas de esos mafiosos al pueblo pobre, al pueblo campesino, al pueblo que estaba inundado en ese momento, entonces sí inicia una flamante investigación y suspende al director de la entidad.

Le puede interesarSuspensión del Director de la SAE, Daniel Rojas, es el ‘primer campanazo’ para que no hagamos las reformas que prometimos en la plaza pública: Presidente Petro

¿Eso es justicia? Mire lo que estamos viendo ante nosotros, solo en este hecho. Es el primer campanazo, apenas. Es el primer paso que han dado para intentar que no hagamos lo que prometimos en la plaza pública y por lo cual, 11 millones y medio de poderosos votantes, hombres y mujeres, y jóvenes y viejos, decidieron hacer que era el cambio de Colombia.

Pues nosotros vamos a hacer el cambio, ya nosotros vivimos la experiencia de (Alejandro, exprocurador) Ordóñez, ya sabemos qué pasa con eso, ya sabemos lo que intentan hacer, además.

Y lo único que podemos responder es con más democracia, venga y hablamos, ¿qué tiene de malo que las haciendas de la mafia vayan a parar el campesinado?, ¿cuál es el problema que toda la gente de Colombia pueda tener un lugar, en uno de los países más bellos de la tierra?

¿No es así acaso así que se puede construir la paz?, ¿cuándo se ha visto que la paz se construye en un mundo en donde unos poquitos tienen todo y la mayoría no tiene nada?.

Entregarle ese vaso de agua potable al niño y a la niña pobre, entregarle esa pensión al hombre viejo que ha trabajado de por vida, entregarle ese pedazo de tierra a la mujer campesina, entregarle la estabilidad laboral al pueblo trabajador, entregarle los médicos y las médicas y la salud gratuitamente a quien, ojalá, no llegue a enfermarse, no nos hace más violentos, escuchen, nos hacen más pacíficos; nos convierte en nación cuando cualquier persona sienta que, en este país, de la belleza tiene un lugar también, una posibilidad, una esperanza que cumplir, en ese momento cuando eso ocurra, en Colombia no habrá violencia,  en Colombia no habrá fratricidio, en Colombia habrá paz.

Les duele ese camino, indudablemente, a unos pocos, acostumbrados a la sangre, al látigo, al esclavismo; pero la mayoría del pueblo ya sabe qué es la democracia, ya sabe que el haber ganado las elecciones pasadas, lo que conquistó no fue un triunfo de un día, lo que conquistó fue el poder.

Por eso, aquí tenemos que andar más rápido que las instituciones mismas. No crean ustedes que los cambios se van a producir si nos quedamos sentados en la esquina, en el corredor de la casa, mientras por allá en el Congreso unos señores de corbata definen nuestro destino.

Así no van a llegar los cambios, los cambios van a llegar y van a ser profundos, si la sociedad que los necesita sale a la calle, si se mueve, si se congrega, si dialogan entre sí, si hace los pactos que hay que hacer; los pactos populares.

Por ejemplo, aquí en La Mojana, sabedores de esas aguas que navegaron el territorio, traen mercurio, que ya dañaron la tierra y la ciénaga; que ya hace muy difícil que la gente se vuelva agricultora y pescadora.

 

 


Aguas con mercurio que vienen del nordeste antioqueño por una de esas depredaciones a las que ha caído la sociedad colombiana contra su propia tierra, la minería ilegal en manos de violentos, cuyo oro termina financiando fusiles y crímenes.

Nosotros hemos propuesto a los mineros de Antioquia, pequeños, artesanales como les llaman, ancestrales si se quiere, que nos reunamos en una gran convención nacional minera para reformar el Código Minero, de tal manera que lo que se encuentre en el subsuelo en forma de metales, preciosos y riquezas, no sea de la gran multinacional necesariamente, sino que sea de la pequeña minería.

Nosotros queremos una transformación del Código Minero, que se va a presentar como proyecto de ley en los próximos meses, una vez podamos salir airosos de la reforma a la salud, a las pensiones, y laboral, para que el pequeño minero tenga una alianza con el Estado, una ayuda, que a través del tiempo permita que nunca jamás arroje mercurio sobre el agua ni destruya las condiciones del agua.

Allá en el nordeste antioqueño, si logramos que la pequeña minería use el mercurio, tendremos aquí entonces las tierras fértiles, bañadas por el río Cauca o San Marcos. Eso implica una alianza social, no es una alianza de politiqueros o de partidos políticos, implica una alianza popular, la de la minería allá de pequeños mineros y mineras antioqueños, y la del campesinado y la pesca acá.

No se puede tener agricultura y pesca en La Mojana, si el pequeño minero de Antioquia no logra estabilizarse y el Estado no lo ayuda para no depredar el territorio. Entonces hay que mandar delegaciones, aún con los peligros, que hay que traerlos acá y hay que forjar esa unidad de campesinos, de pescadores y de mineros, que permita rescatar esta región para la vida. Si esa alianza popular se puede construir, los cambios llegan porque llegan.

Claro, otras personas pensarían que estas tierras es mejor acapararlas para echar vacas y que la gente se vaya y los reemplacen los búfalos y que encarcelemos los ríos y las ciudades, a ver si se puede contener el agua, olvidando que la raíz ancestral de este territorio, es la del pueblo anfibio, la del trabajador y la trabajadora que sabe pescar y cultivar alimentos al mismo tiempo.

Claro que nos pueden avasallar, si es que tienen fusiles y saben manejarlos, pero también hay otra visión diferente, la visión de reconciliarnos con la naturaleza. No hay forma para vivir y que nuestros hijos y nietos puedan existir y esta nación en los siglos que están por venir, si no es equilibrándonos con la naturaleza, con el agua, con el río, con la ciénaga, con el caño y con el árbol.

Es así como podemos sobrevivir.

El ser humano no es el rey sobre la naturaleza, simplemente somos socios entre iguales y, quizás, la naturaleza es superior a todos nosotros como ya lo hemos visto  en nuestra propia existencia, por tanto, tenemos que hacer un pacto, un pacto popular con la gente que trabaja en una región que no está dividida como creemos por la frontera entre Sucre, Córdoba y Antioquia. Es un mismo pueblo que tiene enlaces con el territorio, lo que se hace en el nordeste antioqueño nos afecta aquí y lo que hacemos aquí también afecta a otros.

Una alianza popular es fundamental, pero también un pacto con la naturaleza para que el agua pueda fluir, para que no se estanque y para que el agua no tenga mercurio y, entonces, pueda traer los fertilizantes a la tierra; un pacto con el mundo campesino porque vamos a poner esto aquí sobre esta mesa, al ritmo que vamos entregando tierras, no vamos a hacer una Reforma Agraria en Colombia.

Daniel (Rojas, presidente de la SAE), hace un esfuerzo sobrehumano ya con costos sobre su vida personal; 490 hectáreas acabaron de entregar en Sampués y San Marcos y ahora se entregan 243 hectáreas en el Romero y El Principio y se ha hecho algo similar en otras regiones de Córdoba, de Bolívar y aquí vamos beneficiando, en este caso, 56 familias.

Estuve en un acto en la casa que fue de Carlos Castaño, cerca a Monería, hermosísima, y le entregamos esas tierras a setenta y pico campesinos, pero si vamos así, no hacemos la Reforma Agraria, no cambiamos, sustancialmente, la tenencia de la tierra en el caribe colombiano.

No vamos a cambiar ese paisaje que uno observa por la carretera, de horas y horas pasando. Miles de hectáreas sin producir una mata de yuca, mientras la gente tiene hambre en los pueblos, ese mundo feudal, arcaico, que nos quieren vender como si fuera el capitalismo. Eso no se llama capitalismo, eso se llama feudalismo, porque en el capitalismo la tierra es de quien la trabaja.

Yo creo que hay que levantar, de nuevo, esa consigna; yo era niño cuando la escuchaba y la escuché de campesinos cordobeses y sucreños, en una organización que llamaban Lalut (SIC) la tierra es de quien la trabaja. Para lograr que eso se vuelva una realidad, implica en el siglo XXI no solamente trozos de la tierra, sino riego y saberes y tecnología y un Estado que ayude a comercializar y una banca que entregue el crédito, no a las tasas de interés usureras, para lograr que esa consigna de nuestros abuelos se vuelva una realidad.

La tierra para el que la trabaja, eso venía de los mexicanos. Un señor que se llamaba Zapata, Emiliano Zapata. Para lograr eso en Colombia, necesitamos organizarnos, juntarnos, no son solo los campesinos y campesinas de San Benito Abad, sino también los de San Marcos y los de Córdoba y los que van legando a Tolú viejo y a Tolú y los que llegan a María la Baja y los que están en los Montes de María y los que llegan al sur del Caribe, los que andan por la Depresión Momposina, recordando que son los herederos del hombre caimán, y las campesinas lideresas que saben que son las herederas de Juana Julia Guzmán y del Boche, nombres que ya se han olvidado en la historia porque, por algo, un Presidente conservador decidió quitar la cátedra de historia en los colegios, para que nos olvidáramos de nuestras raíces, de nuestra realidad.

Claro que tenemos que llegar a allá, a los campesinos de El Plato y el sur del Cesar y de los que están en Codazzi y en la serranía y tocan vallenatos. Claro que la música del Caribe tiene que juntarse en su propia diversidad, porque son la expresión de las culturas diversas, de un pueblo que sabe que su riqueza está en el sol, en el mar, en el agua y en la tierra. Nos toca juntarnos, amigos y amigas.

Si queremos, realmente, tener un Gobierno de la transformación, eso no se hace con un Presidente con corbata en el Palacio de Nariño, eso no se hace esperando a que unos congresistas de hoy, puedan aprobar unas leyes en beneficio del pueblo, eso se hace si se organiza la sociedad de base, si se levanta; hay que decirlo con esa palabra: si nos levantamos, si nos cansamos de tanta ignominia y de tanta injusticia, si le podemos gritar a la gente del poder tradicional de Colombia que la tierra no es para tenerla inculta y acaparada, que la tierra no se conserva y se concentra inculta y acaparada, a partir de la violencia, sino que el principal motor de la riqueza nacional está en que esa tierra produzca alimentos, cosas, riqueza.

Y que la manera de hacerlo, es que el campesino y la campesina puedan tenerla.

Lo que hace la SAE aquí es importante, desde el punto de vista de esa institución, por fin en manos de gente honesta a la cual ahora persiguen, pero no es suficiente, aquí hay que utilizar la totalidad de las leyes que se han construido en el acumulado y en la historia de Colombia y que aún están vigentes, aunque olvidadas.

Claro que hay una ley para los damnificados del invierno, que la UNGRD (Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres) no está usando y, entonces, tiene que darnos cuenta y van a darnos cuenta frente a los líderes campesinos y campesinas damnificadas del invierno y frente al Presidente.

¿Por qué no se está usando la ley que permite designar predios privados para ser entregados a la gente que ha sufrido la inundación? No los vamos a robar, se pagan, pero se pueden designar de manera rápida, ¿por qué no se ha hecho?, ¿nos da miedo o qué? Si el director no puede hacerlo, pues que dé un paso al lado, ya tendremos a alguien que se atreva, pero no es posible que hayan diez mil familias campesinas, agrarias y rurales, que han estado casi un año con el agua en el cuello y hoy sabiendo que, aunque ya se secó el predio que, quizás, estaba en arriendo para ello, no lo puede usar porque hay mercurio y, entonces, toca necesariamente usar otras tierras para cultivar.

Cultivos que necesitamos hoy, urgentemente, porque el hambre ha avanzado sobre todo el territorio nacional. No son mentiras, por la cantidad de elevación, porque los precios se elevaron y se elevaron porque estábamos importando el maíz y los fertilizantes y la soya que antes aquí producíamos, porque unos yupis (SIC) decidieron hacer Tratados de Libre Comercio sin entender siquiera cómo eran las tierras de La Mojana o cómo eran las tierras de María la Baja.

Y hoy estamos con hambre, en un país lleno de tierra fértil y de agua, ¿cómo es posible? En un país donde todos somos hijos del labriego, excepto unos cuantos que nacieron en cuna de oro, pero la mayoría somos hijos del surco y del azadón.

¿Cómo nos vamos a dejar morir de hambre con esa potencialidad en el país de las bellezas? Por tanto funcionario que no se atreva pues que dé el paso, seguro que aquí hay un ejército de gentes que quiere asumir con valentía esa responsabilidad.

Daniel (Rojas, presidente de la SAE) da un ejemplo de ello. Ahí está la Ley de Carlos Lleras Restrepo, la número 160, ¿por qué no la estamos usando? Yo esperé de (José Félix, presidente de Federación Colombiana de Ganaderos Fedegán) Lafaurie, llegó a mi oficina, él muy elegante, y me dijo Fedegan está dispuesto a entregar cinco millones de hectáreas, ustedes me dirán si fue mentira eso.

Le puede interesar: Yo espero que Fedegán cumpla su promesa de vender 5 millones de hectáreas para los campesinos, dijo Presidente Petro durante entrega de tierras en Sucre

Bueno yo digo, ese fue un gesto importantísimo porque en ese momento muchísima gente dijo “en Colombia se puede hacer la paz”, “en Colombia es posible un pacto”, “en Colombia, entre todos, podemos meter el hombro y sacar este país adelante”.

Cinco millones de hectáreas, a diez hectáreas por predio, nos da 500.000 familias campesinas que, trabajando y produciendo alimentos, nos volverían es exportadores de alimentos en Colombia.

Hoy ahí hay cuatro vacas, cinco vacas, alguna de esas termina en un barco cargado de… Yo estoy esperando esa tierra, yo creo que es importante que la junta directiva de Fedegan y sus integrantes sepan el momento y la importancia de ese mensaje, un mensaje para cumplirlo, porque es muy diferente al que tenían nuestros abuelos en el año 70 y 71, cuando se fundó Lalut línea Sincelejo. Allí el mensaje era que no y no y no y lo que terminó sucediendo en la historia no fue que se le entregara, por parte de la tierra al Incora (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria), la tierra al campesinado del Caribe, sino que llegaron fueron los paras matando al campesinado del Caribe, esa fue la respuesta.

Y se llenaron las ciudades del mototaxismo porque el campesino ya no pudo usar el azadón y no le quedaba otro recurso que, a través de sus hijos, manejar la moto. El peso del pobre, circulando en los bolsillos del pobre, que es el mototacxismo, esperando ahí debajo del sol a ver si llega algún cliente y la tierra circundándonos sin poderla hacer producir, sin construir industria encima de esa tierra.

Bueno, yo espero que Fedegan hoy, después de 53 años de esa época, de todo lo que ha pasado en estas tierras, desde ese momento hasta hoy, ¿cuánta agua ha pasado bajo los puentes? En otra generaciones, que ya incluso algunas no saben de esa historia, yo espero que Fedegan cumpla su promesa.

Voy a esperar al doctor Lafaurie, ahora que cumpla una misión delegada por mí, en relación a la paz, para reunimos y ver, bueno, ya debemos tener un millón de hectáreas, dos millones de hectáreas listas, aquí donde se necesita, para que estas instituciones del Estado puedan entregársela a los y las campesinas de Colombia, si no, creo que estamos ante un problema y creo que, conjuntamente, debemos elaborar las normas que permitan que, rápidamente, como ordena la Constitución, el campesinado pueda acceder a la tierra fértil para construir una poderosa economía de alimentos que se pueda industrializar y que sea la base de la construcción de la paz y de la nación colombiana.

Vamos a verlo, porque la reforma a la tierra es fundamental para la paz, yo de ustedes espero organización, compañero de Lalut, lideres, ya competimos en canas, hay que meterle a esto una fuerza también juvenil que coja las banderas y siga, pues sin jóvenes no logramos avanzar hacia el futuro, pero yo quiero que se constituya de nuevo una poderosa organización campesina en Sucre, Córdoba, Bolívar y más allá, que nos permita ser la fuerza social, que permita en estos días, en estos años, en estos días que tienen que ser días con importancia y no días sin importancia, la transformación real del campo, la transformación real del país, el poder decirle  a la violencia  chao, no vuelva más, aquí no es bienvenida, abandone definitivamente los días de nuestras vidas, los espacios de nuestras familias, el territorio de nuestra nación, la Colombia, Potencia Mundial de la Vida.

Gracias, muy amables.

A los beneficiarios de la hacienda, siembren harto maíz o lo que se pueda, gracias muy amables.

(Fin/pm/cafr/jdg/erv)