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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro durante el Acto de Entrega de Predios de la Agencia Nacional de Tierras

Foto: Juan Diego Cano - Presidencia

Presidente Gustavo Petro con la comunidad de Montería

Montería, Córdoba, 2 de marzo de 2023.

Comunidades indígenas, campesinas y reincorporados que nos acompañan; ministra (de Agricultura, Cecilia López), funcionarios del Gobierno Nacional, director de la Agencia Nacional de Tierras (Gerardo Vega), alcaldes que se encuentran presentes hoy aquí -de Montería, de San Jacinto-; congresistas de la República, representantes de las organizaciones sociales, de derechos humanos, por la paz, por las mujeres y de las víctimas del conflicto; representantes de los organismos internacionales.

Un saludo fraterno al maestro Rafael Castro Fernández, que hace años nos viene tocando ¡Hace tiempo que no nos veíamos maestro! Maestro, voy a hacer una reunión con el Ministro de Cultura, que también es un maestro y con los maestros de la tierra caribeña para que se reúnan en la Casa de Huéspedes de Cartagena y hagan un seminario para ver cómo impulsamos -en cantidad y en calidad- la cultura del Caribe, la cultura propia de nosotros. A los medios de comunicación, locales y nacionales, y a toda la ciudadanía aquí presente.

Pues este es el primer acto de la Reforma Agraria. Habíamos entregado algunos predios, que son de la Sociedad de Activos Especiales SAE, que son propiedad de la Nación o que están en proceso de extinción de dominio, pero estas son las primeras tierras que se compran a particulares y que se entregan a campesinas -sobre todo-, y campesinos víctimas de la violencia; y a reincorporados que quieren construir la paz de Colombia. (También,) a indígenas, allá en Argentina, Huila, a quienes les prometí ir algún día. En Tumaco, que ojalá brille la paz en todo el Pacifico colombiano; y, en este Caribe donde la reforma agraria es esencial, en mi opinión.

Tenemos, indudablemente, uno de los índices de concentración de la tierra más grandes de todo el planeta en relación a la tierra. Es el más alto de América Latina. No hay ningún país vecino en nuestro continente que sea tan desigual en la distribución de la tierra como Colombia.

Es una desigualdad irracional porque es producto de esa distribución tan aberrante de la tierra, en manos de tan poca gente. Es que tierras aptas para cultivar alimentos que pudieran producir muchos puestos de trabajo -ocho por cada cuarenta hectáreas es el promedio-, son en realidad hoy, a pesar de la fertilidad de los suelos, potreros, potreros de pronto con árboles para que una vaca gorda pasee entre las hectáreas, donde no se produce sino un puesto entre cuarenta hectáreas.

Eso se llama ‘irracionalidad’. Si millones de hectáreas se cosecharan, millones de puestos se generarían y la productividad de Colombia aumentaría. La reforma agraria es esencial si se concibe como una democratización de la propiedad de la tierra fértil. Es absolutamente esencial para que Colombia se industrialice, para que Colombia sea más democrática y -estoy convencido-, para que Colombia no tenga hambre. Así de simple: para que la comida pueda llegar a la mesa de cualquier familia, independientemente de sus ingresos.

Que en este país el hambre sea cosa del pasado y hoy nos está inundando en casi todos los rincones de Colombia porque nos dedicamos a importar alimentos que -elevándose en su precio en dólares en todo el mundo, y con la caída del peso, pues simplemente multipliquemos-, y ahora vale tres veces a veces cuatro veces más que lo que antes valía. Y si la comida es más cara en el supermercado y en la tienda, el que no tiene dinero, la familia pobre, no tiene con qué comer.

Bajar el precio de los alimentos es fundamental. Alimentos producidos en Colombia. Y para ello necesitamos que la tierra produzca. Para que la tierra produzca en Colombia, la tierra fértil, por lo menos dos condiciones hay que cumplir: una, que la tierra cambie de mano, que la tierra sea para el que la trabaja, decían los abuelos hace unas décadas.

Y dos, que no sea la tierra pelada la entregada a una familia campesina porque eso no construye más que pobreza, sino que en ese suelo se pueda cultivar. Y para poder cultivar allí hay que tener crédito barato. Y en esto, ministra, creo que tenemos que hacer un esfuerzo, sobre todo en este año, cuando los bancos tienen que subir su tasa de interés porque el Banco Central la subió pensando que así se controla la inflación. Yo le pido desde aquí al sistema financiero –privado en su mayoría, pero también el Banco Agrario, que es público–, que hagan un esfuerzo por bajar la tasa de intermediación para poder bajar tasas de interés en el mercado.

Esto es fundamental este año y espero que puedan entender mis palabras. Si en este año lo que ocurre en el sistema financiero es que queda preso de la codicia, que no se permite la posibilidad de bajar utilidades con respecto al pasado, bien podría la crisis económica mundial que nos llega a nuestro territorio, provocar una crisis financiera, una crisis de los bancos, porque la gente no va a poder pagar sus créditos.

Luego, aquí lo racional, desde el punto de vista de la tasa de interés y a pesar que el Banco de la República lo eleve, como el interés básico, es que el Banco, al reducir su tasa de intermediación –que significa, sí, reducir las utilidades de este año– pueda preservar el sistema financiero, los puestos de trabajo y la actividad productiva en Colombia para que el año entrante podamos respirar mejor.

Eso es un llamado que les hago. Una autorregulación, sabiendo que –incluso- su propia existencia se pone en juego si estiran demasiado hacia arriba las tasas de interés. Y el primero que tiene que dar el ejemplo es el Banco Agrario, que es propiedad de la Nación y que, además, su función es precisamente que esa tierra pelada pueda tener maíz, sorgo, soya, ojalá otra vez algodón, pero sobre todo producción de alimentos, porque Colombia tiene hambre y necesita alimentos. Y quien produce los alimentos en Colombia, en general, es el campesinado que no existe en la constitución de Colombia pero que nosotros queremos que sea sujeto de derechos y especial cuidado y atención de nuestro Gobierno.

Hay unas propuestas que se han realizado en Acuerdo de Paz firmado entre (el expresidente Juan Manuel) Santos y las Farc. Habla, en su primer punto, de siete millones de hectáreas tituladas ¿Eso qué significa? Que gente campesina o indígenas o afrodescendientes que hoy están ya poseyendo un territorio, puedan legalizarlo. Eso se llama ‘titular’. La titulación de la tierra. Pero también ese punto uno establece que tres millones de hectáreas sean de reforma agraria. Es decir, que pasen a manos del campesinado de Colombia. De tenedores de tierra, hoy quizás de grandes hacendados hacia pequeños productores de alimentos, ojalá mujeres. La familia campesina de Colombia.

Y ¿cómo hacerlo? ¿cómo se hace eso en Colombia? si desde que se habla de reforma agraria en este país, no sé de cuál será, de mediados del Siglo XIX, los liberales de esa época sabían de la importancia de la reforma agraria. Ahora queremos que los de esta época se acuerden de eso. Esa reforma agraria ha sido peleada y luchada durante todo el Siglo XX. Por eso murió Quintín Lame. Por eso estalló la violencia en Colombia.

Era Gaitán denunciando la violencia contra los campesinos y campesinas, las masacres de las bananeras –que fue uno de sus mejores debates en el Parlamento colombiano-. Fue así como creció como un líder popular, pero asesinado. Fue así como un señor de la burguesía colombiana como Alfonso López Pumarejo, nacido en Honda, Tolima, se atrevió a dar las primeras leyes de modernización de la tierra, la Ley 200. A decir que la tierra que fuese fértil tenía que producir. Así de simple. Eso no es comunismo. Eso es simplemente racionalidad. Es más: yo diría, eso es Capitalismo. Que la tierra produzca.

Y pasaron los años y nada. Y llegó Alberto Lleras y Carlos Lleras y otra vez la reforma agraria, el Incora (desaparecido Instituto Nacional de la Reforma Agraria). Algo hicieron, y llegó el señor (Misael) Pastrana y acabó con todo. Y la violencia empezó a crecer en Colombia y, después de crecer, empezó a nacer el narcotráfico. Y hoy estamos en las circunstancias en las que estamos.

No hicimos la reforma agraria. Se han entregado un millón de hectáreas desde entonces -creo que es la cifra-. ¿Cuánto? Un millón setecientas mil hectáreas (1’700.000) desde que se empezó a hablar, hasta la fecha.

Y si uno va a ver ¿dónde? ¿qué pasó? ¿dónde están las familias campesinas que recibieron esa tierra? pues buena parte fueron masacradas. La violencia de los años 90 y 2000 se hizo contra las familias que recibieron las tierras de la reforma agraria del Estado colombiano, y se quedaron con la tierra.

 

 

 

Hoy tratamos de devolver ese infausto proceso y entregarle de nuevo a la gente su tierra, que es de ellos. Y le llamamos ‘Restitución de Tierras’, que tiene un balance hoy muy favorable en estos meses que llevamos gobernando: hemos restituido tres veces más que en los cuatro años del pasado gobierno (de Iván Duque).

El pasado gobierno negó el 60 por ciento de las solicitudes de restitución de tierra. Las dejaron archivadas en los escritorios e incluso cometieron actos de corrupción.

Nosotros queremos, en nombre de la paz -en la que creemos-, restituir esas tierras. El Banco Agrario, por tanto, tiene que permitirnos que esas familias que ya habían recibido tierra, que se les restituye ahora tierra, a estas familias que hoy le compramos la tierra al hacendado para entregárselas al campesinado, puedan cultivar alimentos, porque es parte de la política de una Colombia sin hambre.

Y en esa medida, pusimos en el presupuesto casi tres billones de pesos. Yo quería cinco para esas compras de tierra que tienen que ir acompañadas de créditos baratos, para que Colombia se vuelva una potencia mundial agroalimentaria, que significa una Potencia Mundial de la Vida. Eso para este año.

Ahora. Esto enfrenta problemas indudables: la tasa de interés, una; el que se puedan comprar las cosechas, otra. El Gobierno olvidó desde hace décadas comprar cosechas. Acabó con toda la institucionalidad agraria con el Incora, con el DRI (Desarrollo Rural. Integrado), con el Idema, con otras instituciones. Allí si no hablaron de ‘construir sobre lo construido’, destruyeron todo el Estado que protegía el campo colombiano.

Creyeron que así nos íbamos a alimentar mejor. Ciertos yupis, ideólogos de esas tesis, creyeron que así íbamos a tener mayor bienestar, y lo único que hemos obtenido es que hijos de campesinos terminen en la violencia o campesinos cultivando hoja de coca, arrinconados en las selvas. O familias campesinas que tienen que defenderse en las grandes ciudades. Muchas veces el hombre campesino observa cómo sus hijas terminan en el mercado de la prostitución.

¡Qué resultado tan tenaz el de estas personas que decidieron destruir la institucionalidad agraria de Colombia!

Pues nosotros queremos reconstruir eso. Queremos que la mujer campesina se vuelva dueña de la tierra, porque el hombre ahí -me dirá el maestro Fernández-, si no, pues se toma sus cervezas, termina vendiéndola. Se enreda por ahí en otras faldas, y todo se vuelve un problema.

Y en cambio, si la mujer es la propietaria de la tierra, sabrá la sociedad colombiana que esa es la fuerza social más capaz de cuidar la vida; de cuidar, por tanto, el agua; de cuidar la tierra; y, de cuidar que la sociedad colombiana, como sus hijos e hijas, se puede alimentar.

Van entonces tres mil y pico de hectáreas. Aquí, el primer ‘envionazo’ de la reforma agraria, del gobierno progresista, todavía poquitísimo, porque son tres millones. Imaginémonos.

Claro que estamos hablando de que mitad de esos tres millones lo entregue el próximo gobierno progresista, porque si no, pasa lo de Pastrana. Y el señor Pastrana, el papá del actual (Andrés), acabó con la reforma agraria de los Lleras. Se acabó con un sueño. -A mí me pasó lo mismo con el metro de Bogotá, me lo acabaron en el siguiente gobierno-. El elector y la electora tienen que tener mucho cuidado de defender las conquistas sociales que se están hoy construyendo en muchos terrenos. Me dicen que no deberían ser tantos, que ahí cometo un error porque me levanto muchísimos enemigos poderosos.

Pero la Reforma de la Salud, la Reforma de las Pensiones, la Reforma Laboral, todas. tienen un objetivo: construir más Equidad Social, más Justicia Social. Tiene objetivos simples: que un médico llegue a la casa de cualquier persona, en cualquier lugar del país, y mire su familia. Y detenga las posibilidades de enfermedad que se están cocinando allí, seguramente.

Y que pueda llegar la droga, la medicina a los hogares de Colombia, cuando se les recete. Y que cuando alguien enferme, reciba el tratamiento adecuado de acuerdo a las tecnologías que hoy tenemos y no que lo condenen a la muerte, simplemente para rebajar costos.

Lo que queremos es que un viejo tenga pensión. Yo todavía llevo desde todas las campañas que he realizado -que ya son varias-, en las elecciones, preguntando de manifestación en manifestación ¿dónde encuentro un campesino cafetero que se haya pensionado? Ya llevo más de seis meses de gobierno, y todavía no he conocido el primero. Y el campesinado cafetero construyó a Colombia durante todo el Siglo XX.

Esa empresa Avianca, que hoy nos hace desafueros, fue construida, también, con el campesinado cafetero. Hicieron bancos con sus dineros, el Banco Cafetero, y se creó la Flota Mercante Gran Colombiana de la cual ya no queda ni un barco. Y se creó la institucionalidad de Colombia, y vivieron de sus dineros presidentes y parlamentarios y magistrados y todo el Estado se financió -en buena parte- con el trabajo y el azadón de ese campesino cafetero. Y hoy no hay ni uno pensionado a pesar de haber entregado miles de millones de dólares a Colombia, todos los años.

Pues yo lo que quiero es que al menos esos campesinos cafeteros hoy que están ya viejos y viejas, reciban una pensión de medio salario mínimo que alcance al menos a que un plato de sopa caliente llegue a su mesa. Y se pueda dormir en una cama, y quizás su familia lo vea con dignidad y con afecto, porque el que lleva el mercado a la casa, pues es muy valorado y no entristecido por allí en algún rincón, en algún parque como en los pueblos del Caribe, tomando ron para poder olvidar las tristezas. Porque está abandonado, sólo, triste y porque –incluso- podría morir en cualquier esquina sin que nadie le dé un beso, un abrazo.

Pues eso es lo que queremos: que una señora que vaya a trabajar no la contraten por meses, no la acosen sexualmente, porque entonces intercambian el acoso por otro contratico por otros dos meses, acabando la dignidad del pueblo trabajador en Colombia. Que tenga estabilidad. Esas son las reformas. Y esta es una fundamental: ¡que el campesinado de Colombia tenga tierras para cultivar!

Los ganaderos de Córdoba, y no solamente los de Córdoba, -que en su mayoría son pequeños, la inmensa mayoría del ganadero es un pequeño ganadero- a ellos no les queremos ni tocar, ni decir nada y lo que queremos es ayudar. Pero a los grandes, grandes ganaderos les queremos hacer un negocio: más vacas, menos tierra. Ese es el principio de la Reforma Agraria que les proponemos.

¿Cómo pueden tener más vacas y menos tierras? Pues con otros pastos. Con la técnica silvopastoril; sembrando árboles con frutos adecuados, ayudados por nosotros. Lo que yo les propongo es que se vuelvan más ricos, pero a cambio de un pedazo de tierra. Que nos vendan esa tierra; pero parte del precio de esa tierra lo pagamos nosotros es con nuestros recursos, para que ellos se vuelvan más productivos en el resto de tierra que tienen.

De tal manera que el paisaje de Córdoba y más allá cambie. No proveerá praderas al sol secándose, a veces desertizándose, sino bosque, como era antes, sino fertilidad en los pastos.

Lo que les proponemos es que no solamente haya vacas gordas sino niños y niñas gordas, también. Córdoba tiene que dejar de ser el departamento de las vacas gordas y de los niños flacos.

Lo decía al frente en la hacienda de la que se apropió el señor Carlos Castaño: que él decía que eso era lo natural en Córdoba. Bueno. Esta hacienda que aquí se entrega –ciento sesenta y pico hectáreas, (más o menos diez hectáreas por familia). Esta era una hacienda apropiada por el hijo de Salvatore Mancuso. Esta era tierra paramilitar, como dice el cantante. Ahora es tierra campesina.

La paz -hay que decirle al cantante que está enamorado- consiste en que la tierra paramilitar se vuelva tierra campesina. Esa es la paz. Así que aquí vamos, una gotica, nos toca acelerar, acelerar terriblemente para lograr lo que hemos propuesto. Va a depender mucho de que los grandes ganaderos acepten mi propuesta. ‘Más vacas menos tierras’, ‘más ricos más democracia’.

Gracias muy amables por haberme escuchado.

(Fin/cs/gb/epr/dlg/casr)