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Discurso

Palabras del presidente Gustavo Petro en la posesión de los embajadores de Colombia ante los gobiernos de los Estados Unidos y de la República de Chile

Foto: Andrea Puentes - Presidencia

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“El centro de la (Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica) COP16 es lograr –y esto va para todos los embajadores y viceministro aquí presente– una declaración a favor del cambio inmediato de deuda por acción climática".

 

Bogotá, 3 de julio de 2024


Señor Embajador de Colombia ante el Gobierno de los Estados Unidos, Daniel García Peña Jaramillo, su esposa María, Caetán, yo digo, y su hija Manuela.

¿Dónde está Manuela? Uy, pero yo ya no la conozco. Se creció.

Un saludo al Embajador de Colombia ante el Gobierno de la República de Chile, Sebastián Camilo Guanú Memparra, su esposa Laura, ¿dónde está Laura? Y su señora madre, Diana, y su padre Hugo.

Hugo que conozco desde hace mucho tiempo.

Viceministro de Relaciones Exteriores, Jorge Enrique Rojas Rodríguez, su hijo, Alejandro y su nieto Gabriel. ¿Dónde está Gabriel y Alejandro? Ya con nietos ya da abuelo.

Directora y funcionarios del Gobierno Nacional, Ministro de Relaciones Exteriores, Luis Gilberto Murillo Urrutia, medios de comunicación aquí presentes y en general a todas y todos los que nos acompañan.

Bueno, aquí, todos ustedes son viejos conocidos míos. Unos no tan viejos, pero... Y amigos, y representan parte de lo que hemos querido nos represente como nación, siendo nosotros parte de esa nación y del Gobierno de Colombia, desde una perspectiva progresista.

Hay quienes dicen que no tenemos ese derecho, nos han tumbado cantidad de nombramientos, porque en realidad, digamos, sí se establece una especie de lucha entre un Ministerio de Relaciones Exteriores muy conservador y un gobierno que, obviamente, poco tiene que ver con eso, que trata de mirar el mundo desde otra perspectiva.

Hay dos miradas diferentes del mundo, puede haber varias, pero allí dos. Una Colombia parroquial, entre montañas, muy feudal, con su capital en el centro, sin río navegable, sin mar; unos mares abandonados, sin que hayamos visto la riqueza que representan, como puentes que son con todo el planeta, con el mundo.

Una visión del mundo pequeña, centrada en Miami, si acaso en Washington y mucho en Madrid, porque de allá vienen muchos, no tanto nosotros. Y pare de contar.

Una desconfianza absoluta con América del Sur. El sur no tiene ni siquiera una carretera doble calzada donde llegar. Ni por el lado de Cúcuta, que hasta ahora empieza ya a acercarse, ni por el lado de Nariño.

De Panamá ni hablemos. Quisiera el mensaje, tuve ese episodio ayer, antes de ayer en Panamá.

En Panamá ha pasado algo, no puedo meterme mucho, pero mis escoltas eran negros y el auditorio de la posesión blanco, muy blanco.

Y a veces siento que Colombia es similar, porque al final éramos el mismo país antes.

Sí, también aquí, en este palacio muy aristocrático, muy francés, pero hecho en 1980 y algo, 1979, 1980.

¿Cómo se le ocurre a uno hacer un palacio francés del siglo XIX en 1985 o 1989, o qué, menos, 1980? ¿Cómo? ¿Qué mentalidad habría para hacer un palacio francés del siglo XIX en el centro de Bogotá, pero en 1980? En mi opinión, un anacronismo.

En mi opinión, un deseo de vivir como un aristócrata. En mi opinión, quizás, subliminalmente, la idea de tener este palacio, una posición profundamente antidemocrática.

Los palacios no eran democráticos en realidad. Se heredaron de épocas pasadas y se cuidan. Pero este no es de épocas pasadas, este es del XX y ya finalizando el XX.

¿Qué nos pasaba mentalmente? ¿Qué le pasaba a las élites que vivieron en este palacio? Mentalmente, cuál era su concepción del mundo: Madrid y Washington, y Miami, donde ir a comprar, punto.

Y resulta que el mundo no es así. Resulta que el mundo es ancho y ajeno. Resulta que el mundo es diverso. Resulta que hasta pequeños acontecimientos en algún lugar remoto del planeta nos influyen. Resulta que estamos encadenados en una misma humanidad o, más bien, liberados. Resulta que tenemos que abrirnos al mundo.

Abrir las ventanas al m​undo

Un señor que critican ahora mucho, lo abrazaban las mismas personas que hoy lo critican, lo abrazaban, recuerdo haberlo visto –Carlos Pizarro–, dijo, queremos una revolución abierta al mundo y ese texto sería bonito volverlo a publicar, porque era una mirada nuestra que nunca abandonamos.

El cosmopolitismo, para quienes quieran entender un poco estos pensamientos progresistas, en realidad, pues éramos cosmopolitas.

Siempre hablamos del internacionalismo de los obreros. Cuando llegó el globalismo del capital cogió desprevenida a Colombia, pero a nosotros no.

Y esa revolución abierta al mundo lo que decía, entre otras cosas, era que teníamos que abrir las ventanas al mundo.

Y en este gobierno es lo que hemos querido hacer. Eso, obviamente, no gusta en ciertas prácticas del siglo XIX, que se vea la diplomacia como encerrada en algunos lugares que exclusivamente son del poder, el poder al cual le ha hecho casi siempre caso Colombia. El poder del mundo ha sido el poder en Colombia.

El poder del mundo hoy se mide en dólares y aviones de guerra. El poder del mundo hoy es inestable. El poder del mundo hoy está a punto de entrar a una tercera guerra mundial, si se descuida. El poder del mundo, hoy, ha llevado a la humanidad a la enfermedad más generalizada, a la peste más grande desde el punto de vista de su cobertura humana y geográfica.

El poder mundial de hoy ha hecho crecer el número de pobres como nunca antes. El poder mundial de hoy ha hecho que el mar Caribe, ahora, se llene de navíos de guerra norteamericanos y rusos, cuando habíamos visto eso si acaso por allá en un año de los 60, que llamaron la crisis de los misiles.

Ahora, los misiles no solamente están ahí, sino que navegan y surcan los cielos cerca de los centros del poder.

El poder mundial de hoy puede ayudar a extinguir la humanidad. Eso no lo habíamos vivido nunca, una humanidad al borde de la extinción y una Colombia que aún no percibe en medio de qué huracán está, en medio de qué situación de inestabilidad está, porque no había vuelto a mirar el mundo, porque se miraba a sí misma, porque se creía que era de las sociedades más desarrolladas y adelantadas del planeta y no lo somos.

No es sólo, sino comparar –no se publica el cuadro– los ingresos per cápita de cada país latinoamericano.

¿Cómo miden los economistas eso? Estadística que está allí presente y ver qué puesto ocupa Colombia. ¿Entre los primeros de Suramérica? ¿Entre los primeros de Latinoamérica?

Me gustaría ver que la prensa publicará el cuadro, no el cuadro del PIB (Producto Interno Bruto) que es el que sale, sino del PIB por persona, que es el que en realidad mide la riqueza, y nos daríamos cuenta que somos uno de los países más pobres de América Latina y de América en general.

¿Por qué? ¿Por qué en un país tan rico en su diversidad natural, cultural, geográfica con recursos naturales, con agua, con belleza, con dos mares que nos juntan, desde la China hasta la Europa y el África, en el corazón exacto del mundo, como dicen los indígenas de la Sierra Nevada? Porque uno siempre puede colocar el mapamundi dependiendo, incluso de cabeza, que se dice que es al derecho, el norte es el sur en realidad.

Pero si uno pone el mapa entre la China y Europa, entre el Polo Norte y el Polo Sur, ¿adivinan que queda en el centro? Colombia. Y eso tiene un significado importantísimo en la época de la figura óptica y en la época de las naves a vela, en la época de la inteligencia artificial y en la época de 1492, porque aquí llegaron casi de primeras a encontrar civilizaciones que destruyeron.

Bueno, y si somos el corazón del mundo ¿Por qué somos tan pobres? Y la respuesta no puede ser, sino que, somos tan pobres por esta mentalidad, que yo voy a llamar aristocrática, pero la palabra real es oligárquica.

Una burbuja. Nos creemos aristócratas los que habitan aquí –yo no tanto, porque soy plebeyo–, pero eso también implica una manera de pensar el mundo diferente.

Ah, que los obreros plebeyos, independientemente de las lenguas, desde hace dos siglos se juntan, construyen teorías, libros y hablan de un mundo diferente antes que las oligarquías colombianas miraran el mundo.

Los obreros de Colombia ya se habían juntado con los obreros de todo el mundo, y eso no está escrito en la historia, obviamente, porque la historia la dejaron de enseñar en los colegios, pero es la realidad de nuestra historia.

Los esclavos del mundo empezaron a juntarse con los esclavos de toda América, los indígenas de Colombia empezaron a juntarse con los indígenas de toda América y los obreros trabajadores de los telares de Bogotá y de Medellín se juntaron con los de Alemania y con los de Francia y con los del Congo; se juntaron con los de Vietnam y se juntaron con los de China; se juntaron con los de Rusia; hasta un colombiano se fue a hacer la Revolución Rusa y un venezolano se había ido a hacer la Revolución Francesa y la norteamericana.

Y eso es lo que estamos recuperando en este Gobierno, un nuevo cosmopolitismo. Ojalá fuese una revolución abierta al mundo, una visión del mundo, donde Colombia juegue, incluso, contra el poder mundial, porque no tenemos ni los dólares ni los aviones de guerra, pero tenemos la vida como potencia en el territorio que hay que hacerla jugar como poder, porque el verdadero poder en este planeta es la vida y la tenemos, y mucha.

La relación con Washingt​​​on

Y en eso, creo que consiste nuestro relacionamiento internacional. Allá en Washington, donde ya no hay un Plan Colombia de aviones, donde lo que hemos planteado es una transición energética, donde nosotros somos los que ayudamos, porque tenemos la capacidad de las energías limpias, que ellos no tienen tanto, que hemos planteado cambiar la deuda mundial por acción climática, porque si no se extingue la humanidad.

¿De qué sirven los dineros y los intereses en la Reserva Federal, o en el (Fondo Monetario Internacional) FMI, o en los fondos de capital de Wall Street si no hay humanidad? Son inservibles. Vientos de la historia que quizás se pierdan más rápido que los restos de lo que fue la humanidad en el planeta, no sirven de nada.

Pues tenemos que pelear porque eso no sea así, cambiar la deuda por la acción climática. (El presidente de los Estados Unidos Joe) Biden dijo que le gustaba la idea, pero no han procedido.

Y ese es el tema que tiene que discutirse en un evento que nunca había visto Colombia en su dimensión, por la cantidad de países que van a venir aquí, que es la COP16.

El centro de la (Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica) COP16 es lograr –y esto va para todos los embajadores y viceministro aquí presente– una declaración a favor del cambio inmediato de deuda por acción climática.

La posibilidad de un Plan Marshall, como decían los norteamericanos, pero en toda la tierra en función de mitigar y dejar de emitir CO2 y de adaptarnos a lo que ya es una crisis climática.

Colombia ya sabe que es eso. De la sequía, inmediatamente entró a la inundación. No pasó ni un tiempo, ni un mes de descanso. Ya sabe que su gran ciudad no tiene agua potable, que no es por un desperdicio que hubo, es porque no supo equilibrar urbanismo con consumo, con oferta de agua potable, que está extrayendo la Orinoquía.

Si no sabemos encontrar ese equilibrio, que no pasa porque tengamos más oferta de agua de la Orinoquía, porque volvemos la Orinoquía a un desierto, sino que pasa por disminuir el urbanismo, es decir, que un gran negocio codicioso tiene que limitarse, pues las próximas crisis serán peores, porque esta es apenas una especie de alarma, primera de la más grande ciudad del mundo que se queda sin agua potable. Cuando creíamos que teníamos muchísima.

Ahora vamos a pasar a la inundación y ya nos va a costar muchísimo dinero en un momento de crisis presupuestal, porque nos quitaron la mitad de la reforma tributaria y porque un señor se le ocurrió sobre endeudar a Colombia.

Pues la propuesta de deuda por acción climática es fundamental y le corresponde a Daniel desde la Embajada en Washington adelantarla.

Nuestra agenda no es el narcotráfico. La cocaína se está descolombianizando y la sociedad norteamericana está cayéndose en el fentanilo, que la mata. La droga de la muerte. Esa ya no es la agenda. Va en vías de superación. La agenda es la vida.

Y si queremos mantener la vida en toda su diversidad entre Alaska y la Patagonia, el instrumento es tener la capacidad financiera para reemplazar las tecnologías de la muerte por tecnologías de la vida. Y eso se llama cambiar deuda por acción climática. Esa es la agenda con los Estados Unidos de Norteamérica.

Relaciones​ con Chile

Con el sur austral, la tierra de Palo Neruda, pues tenemos una intensa amistad actual.

Yo seguí el ejemplo de García Márquez y nunca fui a Chile hasta que no hubiera dictadura ni Pinochet. Y terminé yendo por primera vez al Palacio de la Moneda y terminé llorando ahí, porque para mí era como un ciclo que se cerraba.

El comienzo de las dictaduras militares en Sudamérica, 1973, con otras en Uruguay y en Brasil que se expandieron por todo el sur, incluido Colombia, porque el que ideó este Palacio (de Nariño) torturó miles de personas a través de su Estado. Decenas de miles de personas, igual que Videla y que Pinochet. Se trajo los torturadores de Uruguay para asesorar a los torturadores colombianos.

Amenazó hasta a Gabriel García Márquez que tuvo que irse del país. Por ahí alguien cantó un vallenato que no conoce de la historia. Persiguió a la casi débil clase media bogotana y colombiana, porque creía que era subversiva. Buscó hasta en las piedras más pequeñas si encontraba a alguien del M-19, porque lo consideraba el enemigo número uno y no pensó que la salida de Colombia ante una violencia creciente era la democracia.

Impuso el Estado de Sitio y el Estatuto de Seguridad. Lo único que lo diferenció de Pinochet fue que se puso la corbata. Mató, a través de ese Estado y ese gobierno, más gente que Pinochet.

Esa época de dictaduras ha terminado, esperamos. Aunque a veces regresan, como los fantasmas.

Con Chile tenemos una amistad hoy democrática. La tierra de Pablo Neruda otra vez tiene libertad. Quise visitar la casa del poeta, nunca la había visto, y escuchar los versos más tristes esta noche en esa casa. Y me emocionó.

Es un país hermoso, es un país con posibilidades que nunca volteó su mirada del mar al contrario de Colombia. Es un país de marineros y de gente de los Andes y de la nieve, es un país de poetas, es un país que ojalá represente una democracia multicolor y profunda para toda la América. Con (el presidente de Chile, Gabriel (Boric), hay que establecer un eje progresista.

Ha sucedido un caso grave, no salió en la prensa, pero la Corte Interamericana de Derechos Humanos tenía que elegir uno de sus magistrados entre los votos de todos los países americanos. Un excelente candidato colombiano, excelso, defensor de los derechos humanos, de toda su vida, a riesgo, miembro de un colectivo al que le han desaparecido integrantes, precisamente en la lucha contra el que ideó este Palacio y perdió por un voto ante el candidato del Perú, que está viviendo una situación de facto.

¿Por qué perdimos por un voto? Porque la derecha se ha estado apoderando de América también, como en Europa, y si se apaga la luz democrática de América que ha sido la tierra de la libertad, ¿qué pasará en el mundo? ¿Brillará la luz de la democracia o vendrá la barbarie? Pues ya perdimos por un voto.

Quizás países que debían haber estado con nosotros, porque hemos luchado juntos por la democracia, votaron en contra de Colombia, o a favor del Perú. No tenemos nada contra el señor del Perú, pero sí del hecho que hayamos perdido por un voto, porque es un voto contra los defensores de derechos humanos, es un voto contra los que se plantaron a riesgo de su propia vida por defender los principios básicos de la Convención Americana, que son los que constituyen la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Es una contradicción en sí mismo, pero una alarma. Y si los progresismos de América, de toda América, no se juntan, seguirá ocurriendo y cada vez peor. Así que es el momento de alumbrar. Y ese alumbrar se hace juntándonos.

En cierta forma, las izquierdas, los progresismos, han recogido parte de esa egolatría que llenaba los corazones de quienes tenían propuestas reaccionarias.

El neoliberalismo ha entrado en la composición personal e individual de quienes pregonamos ideas progresistas. Competimos entre nosotros, como los caballos, y el ser humano no compite entre sí. El ser humano está aquí en el planeta porque es solidario, porque se juntó para cazar, porque se juntó para vivir, porque en las cuevas vivía uno y otro, y otro y otro, juntos y otras.

Y sabíamos que la única manera ante nuestra debilidad física era juntando los cerebros y los corazones, y así sobrevivimos, a pesar de tantos hechos terribles.

Pensar que entonces somos una carrera de caballos individuales y que el mejor es el que gana y el peor no se voltea a ver, es carreta. Hasta el caballo jefe de la manada se voltea a recoger el potranco que se quedó de la carrera.

Nosotros somos solidarios, y por tanto representamos hoy una esperanza para el mundo. Y ser solidarios implica juntarse, no separarse, no pelear por pendejadas.

Y juntarse en América es indispensable. La (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) CELAC no puede tomar decisiones, porque se toman por consenso y hay quien ya quiere destruirla. (La Unión de Naciones Suramericanas) UNASUR desapareció bajo la orden de Duque, que quiere ser ahora el secretario general de la (Organización de Estados Americanos (OEA).

¿Cuáles son los instrumentos de la integración latinoamericana que quedan vigentes hoy? Pues tenemos que pensarlo, reunirlos, reunirnos y pensarlo.

Y Jorge Rojas nos acompaña ahora en el viceministerio, deja la actividad propiamente diplomática, bien en la Unión Europea, de Bruselas, donde yo viví, de una Europa que está siendo tomada por la extrema derecha, de una Europa de la que aprendimos nosotros. Llegaban aquí los libros de los árabes que habían sido derrotados por el feudalismo español, 1492, en el último sur de la España, y llegaban los libros franceses, y nosotros los traducíamos con las velas y los diccionarios.

Y sin ser franceses entendimos que existía una palabra que se llamaba libertad, una palabra que se llamaba igualdad y una palabra que se llamaba solidaridad, y que se había levantado como una bandera ya, nombrándose a sí misma república y democracia.

Y esos libros, con esas palabras, a través de los marineros trabajadores de origen árabe, que se quedaron en nuestra costa Caribe colombiana y, por eso, los caribeños colombianos somos como somos, por eso de ahí salió un Gabriel García Márquez.

Empezamos a leerlos y entonces se nos ocurrió que América podría ser una tierra de libertades, de democracia, de fraternidades, de igualdades, de repúblicas. Y aunque tardamos en liberarnos, de emanciparnos, de acabar con las esclavitudes, y aún hoy estamos luchando, esa luz vino de Europa, y ahora la luz se apaga en Europa.

Nos corresponde a nosotros dejarla prendida, y esa es la responsabilidad como parte de la Cancillería.

Por eso, nuestro canciller es (Luis Gilberto) Murillo, y así nos tienen que ver, que somos la tierra de la emancipación, dos siglos emancipándonos, cinco siglos resistiendo.

La cancillería no puede seguir siendo una visión feudal de gobelinos, de tapetes de lujo, de palacios artificiales en la época en que ya no se construían, sino que tienen que ser las casas del pueblo colombiano allá donde sufre y no lo reconocen en sus derechos, en todos los países extranjeros.

Tienen que ser las casas de la construcción de la comunidad colombiana que global ya, por la diáspora, por la violencia, nos permite juntarnos físicamente con el mundo, lo que antes no pasaba. Leerlo, estudiarlo, aprenderlo, transformarlo, porque desde Colombia también podemos ayudar a transformar el mundo.

Y ese es el papel de la nueva Cancillería. Proletaria sí. Plebeya sí. Cosmopolita sí. Abierta al mundo, ni se diga, desde Sudáfrica hasta los indígenas samis, en el norte de Suecia, desde Vladivostok, si se quiere, desde el Japón y la China lejana, y el Vietnam, hasta las tierras americanas y los Andes y las selvas y los océanos, el corazón del mundo.

Bueno, gracias y felicitaciones por su posición.


(Fin/gaj)​