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Discurso

Palabras del presidente Gustavo Petro en el evento ‘Navidad con esperanza: un almuerzo presidencial para los habitantes de calle’

Foto: Joel González - Presidencia

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Bogotá, 24 de diciembre de 2024


Un saludo muy muy especial a todas y todos los ciudadanos habitantes, exhabitantes de calle, y a las diferentes organizaciones de los programas de integración social presentes, hechos aquí en Bogotá desde hace ya bastantes años; al padre Darío Echeverry, párroco de la parroquia del Voto Nacional, directoras, ministras, ministros y funcionarios del Gobierno nacional que nos acompañan en el día de hoy; orquestas musicales Son de la Calle, Son de Adentro, son Treinta y Siete, Simbiontes y mariachis Guardia Presidencial, por allá los veo; medios de comunicación que nos acompañan en el día de hoy, a mis hijas Sofía y Antonella y, en general, a quienes nos acompañan.

Con el padre Echeverry tuvimos una bonita experiencia hace unos años, cuando era Alcalde de Bogotá, él era párroco del Voto Nacional, que espero esté completamente restaurado, porque empezamos la restauración del Voto en aquel entonces.

No sé si se habrá terminado la restauración de una iglesia icónica de Colombia, porque allí, en esa iglesia y quizás se llama así: Voto Nacional, se firmó una paz entre grupos que, en ese entonces, se mataban entre sí, liberales y conservadores. Y allí hubo un acuerdo de paz hace mucho tiempo, por eso la iglesia es no solamente un recinto religioso, sino también un patrimonio histórico de Colombia.

Padre Darío Echeverry estuvo conmigo en un cabildo abierto de habitantes de calle, fue la primera vez que nos reunimos allá, cerca de la parroquia, en un salón, había cerca de 300 habitantes de calle, en ese momento de El Cartucho que estaba ahí mismo, de eso algo quedó grabado, los periodistas siempre, periodistas no, sino los de prensa del gobierno, siempre sacaban eran los discursos del alcalde y no lo que hablaba la gente y varias de esas piezas de participación popular se perdieron.

Uno con los habitantes de calle y tiempos después con trabajadoras sexuales, cerca de 400, dos cabildos que, para mí, no se me olvidan, fueron hermosísimos, un poco incómodos los funcionarios de ese entonces, incómoda la escolta, porque tenían mucho temor y con el padre nos sentíamos seguros de que no iba a pasar nada, porque estábamos entre seres humanos que se trataban como iguales.

Allí los habitantes de calle fueron expresando sus opiniones, sus necesidades que sentían en ese entonces, sus análisis, incluso, muy profundos. De todos los cabildos que realicé en la ciudad de Bogotá, en la Bogotá Humana, no tuve uno más profundo en sus ideas que el de habitantes de calle.

Ahí descubrí que la inteligencia y el alma quizás sean la misma cosa, que el espíritu del ser humano nunca se rinde, siempre ante la adversidad más grande, aún en el fango, es precisamente en esos momentos de mayor desesperanza donde crece la esperanza. La esperanza no es un estado pasivo, no es esperar un milagro, con el perdón del padre, quieto. La esperanza es un actuar inmediato, hay que actuar para salir hacia adelante, para transformar las cosas.

El habitante de la calle es​​ sujeto de derechos

Y ese espíritu de esperanza que yo encontré en el cabildo abierto de habitantes de calle de Bogotá, construyó una política pública, El Cartucho ya no existe, allí los habitantes de calle eran utilizados por mafias que vendían sustancias en la ciudad. Todos conocemos historias tristes, pero en medio de esa marcartización de estos lugares de Bogotá, que se blanquearon casi que, a la fuerza, siempre quedó y aún vive el hecho de que el habitante de calle es un ciudadano y una ciudadana sujeto de derechos, que como ser humano viviendo en Colombia tienen, de acuerdo a la Constitución de 1991, y que como ciudadanos de derechos, todo funcionario público, todo miembro del Estado debe servirles, no al contrario.

Servidor público, dice la Constitución, eso es difícil, es difícil de alcanzar porque, a pesar de que la Constitución lo ordena, el funcionario público, por muy alto que tenga el cargo, incluido Presidente de la República, debe servirles a todos y todas las ciudadanas de Colombia, ser su sirviente para ponerlo en otros términos, y entre más débil, entre más discriminado, entre más necesidades tenga esa ciudadana o ese ciudadano, más sirviente tiene que volverse el Presidente de la República.

Esa ha sido mi filosofía, que creo que es una filosofía democrática. Democracia no es aristocracia.

Estos palacios, que comenzaron a construirse, porque aquí al ladito, a mano derecha entrando, era la casa de Antonio Nariño, mucho más humilde, se alcanza a notar, era la casa pequeña de él.

Recuerden que Antonio Nariño fue también Alcalde de Bogotá a los 21 años, y fue el primero en fundar un periódico, era un periodista. Y al dominar el arte del periodismo, decidió, a la luz de las velas, porque no había energía eléctrica, coger un diccionario español—francés, y coger cada palabra en francés, de un libro prohibido que se llamaba Los Derechos del Hombre.

No pusieron ahí derechos del hombre y de la mujer, porque en ese entonces consideraban que la mujer no tenía derechos.

Solo las luchas sociales, como la que empezó a hacer Antonio Nariño, que aquí habitaba, empezaron a construir un memorial de derechos para todos y todas las personas que constituyen ser seres humanos. Y solo así hemos aprendido que el Estado está al servicio del ciudadano, y no al revés.

Sin embargo, a muchos funcionarios se les olvidan esas lecciones de la historia, y creen que el funcionario es un rey, creen que es una reina, creen que esto no es una democracia, ni una República, sino que creen que es una aristocracia y una monarquía absoluta.

Y, por eso, durante muchos gobiernos dejaron asesinar habitantes de calle que desaparecían de las calles. Después en alguna foto, con las botas al revés, aparecían sus cuerpos vestidos de guerrilleros.

Fueron destruyendo seres humanos porque creían que al habitante de la calle se le podía golpear con el bolillo o llevarlo permanentemente al calabozo, porque si tenía una sustancia en su bolsillo, entonces dejaba de ser ciudadano y pasaba a ser esclavo.

Tanta podredumbre hubo en los gobiernos que para ocultar la existencia en una sociedad que produce el habitante de calle, porque el habitante de calle no es una decisión libre de la persona, sino que es el producto de una sociedad que no da oportunidad, que pone a competir a los seres humanos como si se tratara de caballos puestos en carrera, y entonces el que pierde tiene que ir a la alcantarilla, tiene que ir al calabozo, tiene que quedarse en el fango, porque es un perdedor sin oportunidades, porque ese tipo de sociedad es la que produce la persona más necesitada, el joven sin oportunidad, el campesino sin tierra, la mujer que no le queda otro recurso para darle leche a sus hijos que ir a la calle o al bar y vender su cuerpo o el habitante de la calle.

Restaurar la parroquia ​​​de El Voto Nacional

Aquí me dice el padre que El Voto Nacional no se ha restaurado.

Alcalde, ¿qué hizo con el estudio que dejamos y con el proceso de restauración? Igual que el (hospital) San Juan de Dios, van a dejar caer El Voto Nacional, así como destruyeron el barrio San Bernardo y las calles que, en vez de construirlas como espacio de servicio al habitante de calle, lo convirtieron fue en un sitio para aplastar, para golpear, para eliminar, como si el habitante de calle no siguiera existiendo en la ciudad, y con tapar una calle, entonces, tapáramos la pobreza o tapáramos el Estado inservible en servirle al ciudadano a la ciudadana.

Así como no se ha restaurado la parroquia del Voto Nacional, así también es difícil que los programas que existen ya aprobados, porque Bogotá tiene experiencia menos mal en ese hecho, puedan ser extendidos a toda Colombia y puedan fortalecerse los programas de Bogotá de restauración de la ciudadanía y de los derechos.

Un habitante de calle en el cabildo abierto, que comento, dijo —no sé dónde estará él ahora— y ¿qué pasa si yo decido ser habitante de calle libremente?, me preguntó, si no quiero volver a una casa sino simplemente caminar en las noches o en los días, si esa es mi decisión, dijo el habitante.

 

Yo le dije un poco confundido, si es tu decisión libre, bien puede ser un habitante de calle, porque eso no te quita el derecho ciudadano que ya tienes solo por haber nacido en Colombia. Esa fue la respuesta.

Por eso, yo tengo aquí que pedir una disculpa, ya lo había pronunciado hace un año, no sé dónde está mi viceministro del Ministerio de la Igualdad (Pablo Mateo Zabala), viceministro, cero y van dos, cero y van dos. Yo sé que no es culpa suya, porque mientras se aprobó el Ministerio en el Congreso, mientras se empezaban a hacer los papeles para crear un nuevo ministerio, una decisión de la Corte Constitucional le puso fin al ministerio.

Se acaba el 31 de diciembre del 2026 y no veo congreso para rehacerlo.

Un ministerio para cumplir el E​stado Social de Derecho

Y el Ministerio de la Igualdad tiene una función, criticada por periodistas que viven de la (calle) 72 hacia el norte, que vienen a decirnos que es una burocracia, como que no se dieron cuenta qué es lo que se hace en el Distrito Capital, porque hemos logrado sacar tanta gente de la pobreza.

Y dicen, como si fuera verdad, que ese ministerio no se necesita, porque son burocracias y resulta que ese el ministerio creado no existía en el Estado a nivel nacional para tratar con la señora trabajadora sexual, para tratar con las personas del LGBTI discriminados, para tratar con el viejo que ya cumplió y no tiene pensión, para tratar con el habitante de calle y otras poblaciones vulneradas.

Es la única instancia en el Estado, a nivel nacional, que podría cumplir cabalmente con la idea de un Estado Social de Derecho.

Los periodistas de la 72 al norte, del parque de la 93, donde prohíben entrar a los habitantes de calle, han dicho que ese ministerio no se necesita y la Corte Constitucional decidió ponerle un final, a menos que el Congreso de nuevo lo apruebe. Y el Congreso lo que está es tumbando las leyes a favor del pueblo.

Luego estamos entrampados, queda un año y medio para demostrar que se necesita una instancia del Estado que le dé la mano a las y los más humildes de Colombia.

Una avalancha​​​ de servicios para los habitantes de calle desde el 1° de enero

Por eso, no me gusta que para el tercer año de gobierno el discurso sea: vamos a, porque remite al futuro, remite a una promesa. Y un gobierno que empieza el tercer año ya no promete, hace, cumple.

Luego el balance es qué hemos hecho, no qué vamos a hacer. Y creo que hay un déficit de hechos. No tanto por Bogotá, donde debemos fortalecer en la Secretaría de Integración muchos de los programas, porque ya hay experiencia, ya hay de dónde seguir.

Pero miren que en Medellín están golpeando con la policía a los habitantes de calle, ¿dónde está el Ministerio de la Igualdad allá? Miren que en Cali también golpean a los habitantes de calle, en las calles, como si estuviéramos en la Bogotá de hace 30 años. ¿Dónde está el Ministerio de la Igualdad allá?, en Barranquilla consideran que el habitante de la calle sigue, es la palabra horrible que han utilizado, siendo un desechable, como si los seres humanos fuéramos desechables. Todo ser humano es absolutamente vital e importante para la existencia humana.

Entonces dice, dado que no estuvo la Ministra de la Igualdad (vicepresidenta Francia Márquez), digo yo quiero que desde el primero de enero haya una avalancha de servicios hacia los habitantes de calle de Medellín, de Cali, de Barranquilla, de Bucaramanga y un fortalecimiento de los programas que ya están instalados en Bogotá, ojalá volviendo otra vez ese espacio del Cartucho, si nos dejan espacios para la atención del habitante de calle: comedores comunitarios, sitios para que los niños y las niñas menores puedan tener jardines infantiles, tal como los habíamos abierto y los derruyeron por mandato de un alcalde.

Sitios donde se puedan poner las empresas cooperativas comunitarias, porque los habitantes de calle pueden trabajar. Sitios de educación y donde se pueda dormir, cuando el cuerpo ya no dé por el cansancio, donde se pueda dormir tranquilo y libre, sitios sin rejas, porque algo que traté de enseñar en Bogotá, siendo alcalde, es que un gobierno no encarcela a sus ciudadanos que no han cometido delito alguno y que estos espacios de servicios no pueden ser cárceles del alma, sino sitios de liberación.

Así que desde el 1º de enero espero una avalancha real de trabajo social en los sitios donde están los habitantes de calle, no en estas oficinas, que son para reyes y reinas y de los cuales nosotros ya no deberíamos ni utilizar, porque nuestro sitio de trabajo es la calle, el campo y el barrio popular de Colombia.

Bueno, les deseo una feliz Navidad, un próspero año nuevo.

El año entrante va a ser un año de luchas, va a ser el año del pueblo colombiano, va a ser el año de la democracia colombiana, donde decidamos si volvemos al pasado o definitivamente nos atrevemos a levantar la bandera de Antonio Nariño, la bandera de Bolívar, la bandera de la libertad, de la democracia y de la igualdad de los seres humanos en Colombia.

Gracias por haber venido, muy amables.


(Fin/for)​