“El rey ya no es soberano, es el pueblo el soberano y creo que todas las instituciones de Colombia deben entenderlo, deben cada vez hacer más claro que el único que tiene el poder en Colombia es el pueblo, y que todo servidor público lo que tiene que hacer es entregarle el poder al pueblo”.
Bogotá, 7 de octubre de 2024
No puedo ocultar que los días que estamos viviendo son bastante traumáticos mediáticamente, alrededor de las relaciones justicia-presidente, que yo creo que hay que asumir con franqueza, desde la perspectiva que me ha tocado vivir.
Yo no soy abogado, estudié en el Externado -que es una forma de estudiar derecho, a pesar de que no se entre a la carrera- y he pasado por décadas de lucha política, desde la perspectiva de buscar un cambio para el país, que me parece absolutamente necesario, dadas las circunstancias de violencia, desigualdad social y de degradación de la sociedad colombiana que hemos visto en las últimas décadas.
Por eso me hicieron presidente, y yo me debo a ese voto, no puedo retroceder en ello; y eso, obviamente, implica tensiones, diferencias, así es la política, y así es todo, la ciencia misma solo avanza a partir de la contradicción. El fluir de la vida solo se logra a partir del principio de contradicción, y más en las cosas que tienen que ver con las discusiones públicas, sociales y políticas, que a veces marcan el signo de los cambios, a veces le corresponde a la ciencia hacerlo.
En este momento de la vida humana es la ciencia la que está marcando los signos del cambio. Por eso una serie de temas he querido ponerlos a la discusión pública, que implican, en realidad, cambios de política profundos.
Cuando hablamos en las diferentes instancias, a veces conferencias que me han invitado, en el Consejo de Estado, en la Corte Suprema, en la Corte Constitucional o en el debate mismo público, los he tocado. En este momento la humanidad entra en una fase de extinción. Esto no es algo religioso, no es una premonición, no hablo como profeta.
Estoy hablando en nombre de la ciencia, que lo ha dicho una y otra vez, y cada vez de manera más alarmada. El gran capital produjo y la época del libre mercado produjo una profundización; venía de antes, de un cambio tan drástico en la atmósfera, producto del crecimiento bajo la consigna de la codicia, usando capitales fósiles, energías fósiles, le llamo yo así, derivadas del uso del carbono de los seres muertos, que, por su peso, su acumulación, nos lleva a un cambio drástico del clima, que tiene como consecuencia, si no hacemos nada, si no hay cambios, la extinción de la especie humana en breve plazo.
El fracaso del modelo político y económico de Bogotá
No sólo nosotros viviremos peor, ya Bogotá lo demuestra. Lo que hay en Bogotá es, como si nos golpearan en la cara, la demostración de que un modelo fracasó, modelo político y económico, creyendo que era ilimitado el crecimiento, que el crecimiento es infinito, incluido lo urbanístico y pasando por la faja los equilibrios que la vida humana tiene que tener con la naturaleza, hasta que estalló.
Hoy los bogotanos viven sin calidad de vida o, por lo menos, con una menor, porque simplemente se están quedando sin agua. Y no es que se pueda solucionar racionando, eso lo podía hacer (Antanas) Mockus con problemas coyunturales, un daño en un tubo.
Esta vez no, porque el embalse de Chingaza va a tener cada vez menos agua de la normal, cada vez menos, porque las condiciones de equilibrio climático variaron en el páramo. A partir, primero, del crecimiento de la demanda de agua potable, sobre una olla hidrográfica que no es de Bogotá. Y, segundo, porque ha sido tan depredada la selva amazónica que ya no llegan los ríos voladores hasta la cordillera, y entonces no traen el agua con los vientos.
Y eso junto, que amerita unas soluciones difíciles, cambios radicales de concepción para sostener la vida en la sabana de Bogotá, pues no se van a dar si no tenemos un acuerdo, si no entendemos que en los tiempos de la crisis climática no se puede hacer lo mismo que antes, si no lo profundizamos.
Y este es apenas un tema, lo he mencionado en mis conferencias, no es que sea infalible, pero es que leyendo simplemente la ciencia de hoy lo puede uno comprender. Claro, si uno está subsumido por ideas diferentes y no lee lo que está diciendo la ciencia hoy, pues no lo vamos a entender.
Y, simplemente, nos vamos a estrellar en el abismo, en el suelo del abismo. Como ya lo vemos con los grandes ríos de América del Sur. Tanto orgullo nos daba el río más grande del mundo, en términos de cantidad de agua, como el Amazonas, o las Cataratas de Iguazú y el río Paraguay, y están secos, se acabó; y el río Magdalena no tiene peces.
Es el río grande de la patria, así lo dijimos, río madre de la patria, así lo dijimos en la Constitución, y hasta creamos una institucionalidad para ello, para protegerlo, y hoy no tiene peces, hoy no tiene vida.
Y podríamos hablar de miles de ejemplos hacia adelante de lo que está significando el comienzo de los tiempos de la extinción, que sólo podemos evitar por nuestros hijos y por nuestros nietos, para que puedan vivir en el planeta, si cambiamos.
El cambio necesario
El cambio es en la política, es en la ciencia, es en la sociedad, es en la economía, es en el mundo de la concepción jurídica. Y creo que aquí es donde nos distanciamos, porque, indudablemente, un momento de crisis, de policrisis, le llamaron los ricos del mundo, algo que están presenciando ellos mismos, quizás ellos lo provocaron, pero sienten la crisis civilizatoria, la crisis vital, sienten que llegaron a ese episodio, lo tratan de manera diferente.
Algunos piden que se les cobre más impuestos, algunos piden que el sistema financiero mundial deje de financiar las exploraciones y explotaciones de carbón, petróleo y gas. Algunos sienten la necesidad del cambio; otros quisieran simplemente como el avestruz, o como la película ‘No mires arriba’ seguir ganando, pensando que la ganancia es ilimitada, cuando llegó a su fin, a la insostenibilidad. Esta materia nos empieza a distanciar y hay que ver si el diálogo puede suplir el distanciamiento.
Yo creo en el tema del diálogo, antes que en las rupturas; aunque sí siento que el mundo va a hacer una revolución. Con el magistrado Palomino, que tuvimos una excelente amistad, nacida de una de estas contradicciones, cuando por mis ideas un procurador ultraconservador, yo digo fascista, decidió burlarse del voto popular en Bogotá y destituirme arbitrariamente.
Cuando digo arbitrariamente es porque todos los órganos de justicia fallaron a mi favor, nacionales e internacionales, no hubo uno solo que fallara a favor del señor Ordóñez, que hoy está en un monasterio, respeto sus ideas religiosas.
Hacer realidad la Constitución del 91
Pero no hemos profundizado mucho en eso, por qué se presentó un señor como Ordóñez al frente de un cargo supremamente importante de la justicia y qué efectos produjo. No solo los míos, los míos los superé, me permitió como experiencia, pero creo que es una experiencia del país, porque más o menos lo que indica después de la Constitución del 91, que es una Constitución para hacer cambios, que es para eso - si no se hubiera mantenido la del 86, ya con un siglo- pero correspondió no a mí, sino a mi organización de jóvenes, para ese entonces, dejadas las armas que no la rebeldía, hacer una constitución que implicaba derogar la constitución de 1886. Nosotros derogamos la constitución de 1886.
Y eso no significa ni más ni menos que un cambio de mentalidad completo, una revolución conceptual. Por eso una serie de términos que ya aparecieron empiezan a ser detenidos. Se me acusa de que yo quiero cambiar la Constitución del 91; yo lo que quiero es profundizarla y volverla real, porque una vez se hizo la Constitución, toda la década de los 90 fue de la peor gobernanza paramilitar en el país.
¿Cómo se entiende eso? ¿Cómo es que se hace una constitución para construir el Estado Social de Derecho, para hablar de una democracia participativa, no solamente representativa, que se nos ha olvidado qué significa la democracia participativa, y de pronto lo que viene son las peores masacres sobre Colombia? Cien mil muertos, dice la Comisión de la Verdad, por un incremento de una especie de contraconstitución real, en la mayor parte del territorio colombiano, a lo que le denomino la gobernanza paramilitar. Eso no tiene nada que ver con el Estado Social de Derecho, que ordenó la constitución del 91, que para eso se derogó la constitución del 86.
Hicimos un cambio de palabras, pero como viene a ser la realidad política en Colombia, muy colombiano eso, se deja que los cambios sean en las palabras, en los discursos, y no en la realidad. En la realidad hubo todo lo contrario, una alianza del poder político local con el narcotráfico vuelto ejército rural para controlar dictatorialmente la población colombiana y controlarla a partir del terror, del miedo, de lo contrario a la libertad, de lo contrario a la democracia, de lo contrario a la Constitución del 91. Y no fuimos nosotros los que pudimos detener eso.
Habrá quien diga que ayudamos a propiciarlo. Quizás lo propiciamos derogando la Constitución del 86 y convocando los demonios que hay dentro de este país, que herederos de la esclavitud, herederos del feudalismo, herederos de los privilegios, herederos de un creer que esto es una aristocracia y que es hereditaria y que la riqueza nacional tiene que ir a manos de muy pocos y por eso han convertido a Colombia no sólo en el país más violento, sino en el país de mayor desigualdad social del mundo, contrario a lo que dice la Constitución, haciendo negocios con el dinero público y matando jóvenes con el dinero público.
Se nos ha olvidado, incluso, el episodio de los 6.402 jóvenes inocentes asesinados.
¿Qué peor crimen contra la humanidad en las últimas décadas se ha cometido en América? Con una constitución vigente que no cuidó, no tenía instituciones para su implementación, entonces, ¿cuántas miles de madres tienen que sufrir la desaparición? ¿Qué clase de justicia es esa? Sin embargo, del Poder Judicial salió una resistencia, no sólo de la política, que la mayoría de los políticos aquí se asustaron de hablar.
Me correspondió a mí hacer las denuncias, algo, la prensa, a algunos periodistas, a alguno muerto ya, asesinado, varios asesinados. Le correspondió al Poder Judicial levantarse, y lo hizo la Corte Suprema de Justicia, en el caso de la gobernanza paramilitar, que se paró para destruirla, porque sabía contraria a la Constitución, y fue perseguida esa corte por lo que hizo.
Le he pedido aquí a Laura (Sarabia) que convoque un acto para poner la Cruz de Boyacá a los magistrados que hicieron esa lucha, porque se lo merecen, porque es una lucha por la democracia y la libertad, y la idea de una humanidad de seres libres que no tenga que aterrorizarse por los nuevos espantos del fascismo que recorren a Colombia. Pues esa voz del Poder Judicial de ese momento, que yo quiero enaltecer, fue silenciada. Fue silenciada por una contraconstitución.
Los magistrados se fueron, y lo que vino fue el cartel de la toga. Lo que vino fue cómo acabar los procesos de investigación sobre la gobernanza paramilitar, porque ya tocaban los verdaderos hombres, que no mujeres, del poder. Se detuvo en los políticos costeños, la mayoría.
Manipulación de la justicia
Los políticos son desechables, ellos ya lo han aprendido. Son comprables, muchos. Están un tiempo que les dejan hacer algunas leyes que presionan al poder para que no sean leyes a favor del pueblo, sino a favor de núcleos, de carteles de la contratación y de grupos privilegiados, como ha pasado con la salud, como ha pasado con las pensiones, como ha pasado con las reformas agrarias, como ha pasado con todo lo que signifique justicia social en Colombia, anulada en las leyes, a pesar de que la Constitución de Colombia lo ordena.
Pues bien, se silenció ese faro de poder judicial. Fue el cartel de la toga lo que siguió, y fue la politización de la justicia. Néstor Humberto Martínez, siguiendo a Ordoñez.
Ordoñez realmente fracasó en el intento. Néstor Humberto Martínez triunfó, y su grupo político, que utiliza espacios de poder para manipular la justicia. La corte arbitral, por ejemplo, que ya no usa el clientelismo judicial abierto y explícito, sino que busca las ansias y el deseo de cualquier persona del derecho de vivir bien con unos grandes emolumentos que salen de los tribunales privados de justicia.
Yo detuve, por sugerencia del magistrado Milton, un intento de privatización aún mayor de la justicia con el tema de la DIAN, pero fíjense cómo estamos ya de ahorcados financieramente en el presupuesto nacional, que no es culpa sólo de eso. ¿Por qué? Porque una persona que en realidad es un revolucionario y que debería ser muy coherente con lo que ordena la Constitución del 91, no es bien visto por los poderes del privilegio y los que aún consideran que en tiempos de extinción de la humanidad se puede hacer lo mismo que antes. Sería terriblemente irresponsable, porque es condenar a nuestros hijos y nietos al desastre vital, y yo creo que cualquier persona racional no puede permitirlo.
Y entonces no sólo tuve el problema de Ordóñez, sino que me siguió la persecución política de Néstor Humberto Martínez. Y la idea que tengo en mi interior de que ellos han ganado parcialmente, a menos que sepamos hacer una revolución en nuestras mentes. Porque lo que consideran entonces es que el Poder Judicial debe pertenecer a un grupo político.
Yo me he acostumbrado a veces a que la gente como yo no son magistrados, que muy escasamente llega uno u otra, y que se vuelven brillantes como juristas, pero que ese mundo no es nuestro, porque se sigue dividiendo entre liberales y conservadores, como si la sociedad de hoy fuese así, y no es así. Los jóvenes no se sienten ni liberales ni conservadores, sienten que hay un problema que sobreviene y que tienen que actuar. Los campesinos, lo mismo, el pueblo trabajador, lo mismo, si lo tienen como esclavo.
Y miren cómo se ha desatado una discusión por una reforma laboral que lo único que plantea es que, si vas a trabajar después de las seis, te paguen un poco más. ¡Qué grito tan terrible ha pronunciado el presidente! Solo porque le muestra al país que tenemos la productividad más baja de la OCDE y la jornada laboral más alta de la OCDE. Junten esos dos términos y nos muestra el atraso económico y mental de Colombia. De unas élites que no pueden entender que es con la justicia social que se desarrolla un país.
Que es con la justicia social como nos equilibramos con la naturaleza y con la vida. Y creen que el pueblo trabajador, entonces, tiene que ser condenado a perpetuidad a la esclavitud, como decían los esclavistas de hace más de un siglo. Tú y tus hijos y tu mujer y tus amores y tus nietos y los nietos de tus nietos vivirán a perpetuidad bajo la esclavitud, el rajo y el cepo.
1850. La única manera de quitar eso parcialmente de nuestra historia y de nuestra mentalidad, fue indemnizar como propiedad privada a los negros y a las negras de Colombia. Una transacción que es absolutamente indigna de los seres humanos y de un país que se quiera llamar democrático y decente.
¿Para qué sirvió la lucha de Bolívar, si 40 años después íbamos a ser dueños de esclavos y traficantes de una esclavitud, a la cual, para quitarla, teníamos que pagar desde el dinero público la libertad de los esclavos? ¿Dónde estaba la libertad que tanto pregonamos al lado del Ejército Libertador, que incluso en 1850 fue decretada su muerte? Y el último general tuvo que irse del país, el general Melo, al que estamos esperando rescatar de su fosa común en Chiapas.
Ojalá la encontremos, hay indicios de que sí, esperaremos, porque si lo logro traer será enterrado en Chaparral, entre los pueblos indígenas, con las dignidades del presidente y el último general del Ejército Libertador, para que de nuevo sus espíritus puedan seguir por esas tierras de la cordillera central y bañar a Colombia otra vez con la bandera de la libertad, la dignidad, la humanidad y la vida.
Bueno, ese episodio de la politización de la justicia, de la derechización extrema de la justicia, al punto que ya no ve los equilibrios con la justicia social, los equilibrios con la vida, los equilibrios con la libertad, pues yo creo que tiene que recuperarse.
Todos los días yo observo un ataque, claro, yo sé que lo respondo, pero observo un ataque, como si las circunstancias fueran cómo se acorrala un presidente libre que está pronunciando discursos de revolución, y es necesario hacerlo, no sólo decirlos, sino hacerlos.
Derechos políticos
César Palomino, el magistrado que usted reemplaza, magistrada, junto con un magistrado conservador que admiro y no pude conocer, magistrado Arenas, él es el autor de una sentencia en el Consejo de Estado que, subsumiendo la sentencia CIDH bajo mi nombre, dijo que no se pueden destituir ni quitarle a ningún ciudadano o ciudadana de Colombia, no sólo funcionarios, sus derechos políticos, a menos que haya cometido un crimen, y así lo diga el juez penal.
Convención Americana firmada por Colombia en gobiernos que eran incluso conservadores, como el de Misael Pastrana, en un momento de liberales en América Latina, que fue precedido de las dictaduras militares, la tortura y la desaparición, y quedó como letra muerta, y quienes han vivido sin criticar esos momentos de dictadura, de desaparición, de encarcelamiento de jóvenes, de tortura, pues parece que quisieran dejar como letra muerta, y no se puede.
Otros derechos
La Convención Americana tiene que ser es enriquecida, con más libertades, no sólo las individuales, sino los derechos de la naturaleza, que es un nuevo concepto que hay que refundar con los derechos de las mujeres, con los derechos de la justicia social y los colectivos de gentes vulneradas, permanentemente, incluso por este gobierno que no se atreve a poner de viceministro de la diversidad en el Ministerio de la Igualdad, que fue censurado judicialmente.
Suena tan mal la palabra igualdad, que nos le pusieron fecha de muerte al Ministerio de la Igualdad. ¿Por qué? ¿Y acaso la Constitución no habla de la igualdad? ¿Acaso lo que llamamos Estado Social de Derecho no es la igualdad como un principio rector de la mente jurídica, de la mente política, de la mente cultural, o queremos permanecer en términos de desigualdades similares a la esclavitud, como pareciera ser? ¿Creemos que el pueblo se va a aguantar eternum la desigualdad, la exclusión? Yo soy el campanazo de que el pueblo no lo permite, si no es que se ha querido escuchar, porque a veces no se quiere escuchar el voto popular.
Y es una discusión actual, permanente. México, no sé si equivocado o no, lo ha sentido tanto que ya lo propuso, la elección popular de jueces. Pero eso no es, y no sé si esa sea el mejor camino; pero eso no resulta porque sí, resulta porque América Latina está viendo a lo largo y ancho de su espacio continental y vital, que los deseos de cambio del pueblo no son seguidos por las doctrinas jurídicas que tienen que fluir con la vida, porque no son estáticas, las instituciones no son estáticas.
Igual que una ley puede cambiar, puede ser interpretada y puede fluir la doctrina, porque si no fluye, se estrella contra el pueblo y el pueblo lo va a demandar, porque como ustedes lo han leído en sus libros y códigos, en la democracia la soberanía recae en el pueblo y en nadie más. Nosotros somos poderes constituidos y debemos saber y concentrarnos en eso, que hay unos límites que fuera de ellos sólo los tiene el pueblo. El pueblo es el soberano, eso gritó Bolívar, esos son los fundadores de nuestra república, no puede quedarse como letra muerta.
Entonces nos burlamos del pueblo, creemos en esa mentalidad antigua que estuvo en la mente de los esclavistas, después de Bolívar. ¿Podemos creer que somos superiores al pueblo, que somos sus gobernantes y que entonces el pueblo no nos manda, sino que tiene que obedecer y obedecer y obedecer? O el pueblo tiene una soberanía, de acuerdo con los principios clásicos de la democracia liberal. El rey ya no es soberano, es el pueblo el soberano y creo que todas las instituciones de Colombia deben entenderlo, deben cada vez hacer más claro que el único que tiene el poder en Colombia es el pueblo, y que todo servidor público lo que tiene que hacer es entregarle el poder al pueblo.
Pegasus
Me acusan de que por qué hice la denuncia de Pegasus, porque Pegasus lo compraron, eso lo dice un documento, ni más ni menos que la Oficina de lavados de activos de Israel. Y eso lo tiene la Fiscalía, quién más va a tenerlo, es la que tiene que investigar cómo se hizo para traer un software que es veneno para los derechos humanos y que está por ahí, si es que no han recobrado la licencia y que se usó en los tiempos del estallido social, acostumbrados a matar jóvenes fusilados, en pleno siglo XXI, con dinero público, ¿cómo no iban a estar acostumbrados a interferir y seguir sus comunicaciones? Que no podían entender, porque la juventud habla en otros lenguajes culturales a lo de los viejos que gobiernan desde aquí.
Tuvieron que hacer todo eso y entonces la ley de inteligencia dice que cuando se encuentra en peligro los derechos humanos de la ciudadanía, el presidente tiene el derecho legal de desclasificar, ¿y se me quiere perseguir por esa libertad y ese derecho? Porque suena mal que un gobierno irrumpió, quebró las leyes, todas, para traer un software que es un veneno para los derechos humanos.
Yo no sé cuántos eran amigos de ese gobierno, yo no lo soy, porque uno no puede ser amigo, cualquiera que sea su ideología, de quebrar los derechos humanos de la sociedad. Y por eso hay que ver entonces hacia dónde vamos, hacia perpetuar los gobiernos que asesinan la juventud de Colombia, en contra de la Constitución, porque ¿en qué versículo, artículo, parágrafo la Constitución permite asesinar jóvenes? ¿En cuál? Si ni siquiera estamos, ni lo decía la constitución del 86, eso sólo es invención de Hitler y nuestra constitución no proclama a Hitler como el espíritu de este país, ni de su cultura, ni de su política.
¿Democracia?
Entonces yo creo que tenemos que encontrarnos, magistrada, no lo digo por usted, sino por las circunstancias que cada vez llegan. Presidente al que le quitan el fuero presidencial sólo porque es de izquierda. ¿Entonces de qué democracia hablan? ¿De qué paz hablamos? ¿Sólo puede tener fuero presidencial el que esgrime las ideas de Hitler? ¿O el que esgrime las ideas progresistas puede tener iguales derechos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Queremos desatar la violencia en Colombia de nuevo, como cuando desde los púlpitos se decía que había que matar a sangre y fuego los liberales porque eran liberales y, por tanto, enemigos de Dios? ¿O estamos en una democracia laica donde se permite el libre pensar, la libre expresión, la libre crítica que se le quiere negar al presidente? ¿Que no hemos tenido un establecimiento mafioso? La Corte Suprema de Justicia que vamos a condecorar lo demostró, con pruebas, con condenas, con confesiones dentro de los procesos.
Claro que ha habido un establecimiento mafioso y claro que ha tenido su gente paga para comunicar su poder. No estoy diciendo ninguna mentira y esas personas pagas incluso han confesado. Entonces el presidente de la República no puede decir la verdad.
Diálogo y Acuerdo Nacional
Es con verdades que aquí podemos cambiar la historia, no es mintiéndonos como ha sido casi la tradición política de Colombia, mentir, decir una cosa y hacer otra. No ser francos, la única manera de dialogar es con franqueza y con las cartas sobre la mesa, y dialogar sí que creo que es la solución de Colombia. Lo he propuesto con todos hasta con quienes han ordenado mi asesinato, porque si no olvidamos la tesis de Gandhi y quedamos todos ciegos en una masacre completa de la sociedad colombiana, matándose a sí misma durante décadas.
Y ese círculo hay que variarlo, hay que romperlo y la única manera de romperlo es con audacia, poniendo la verdad, aceptando que el que te iba a asesinar pueda recibir tu sombrero, que parece imposible. Antes él recibía las listas, desde la Fiscalía General de la Nación, usando los procesos de las personas que consideraban rebeldes para que fueran asesinados.
Confesión de todos ellos sobre alguien sobre el cual hice el debate, demostrando con las pruebas de ese momento cómo era una realidad, que habían transformado la Fiscalía en parte de la gobernanza paramilitar de Colombia y que ayudaba a asesinar dirigentes sociales e intelectuales.
Eso no se nos puede ocultar, porque fue probado, ni el presidente se va a silenciar. Sin embargo, tengo, porque me siento digno, porque me escapé de la muerte hasta ahora, de recibir al señor que me iba a asesinar y mostrarle a Colombia que se puede perdonar, porque si no se perdona, como decía Gabriel García Márquez, seguimos en unos ciclos de venganza permanente, eterna.
Los colombianos nos mandamos por venganza, decía Gabriel García Márquez, que ni siquiera tiene un solo cuadro ni mención en este palacio, porque es costeño, porque tiene raza negra, porque es un revolucionario o era. Tuvo que exiliarse, porque jueces militares lo iban a condenar por ser colaborador del M-19 o no, mi organización, tuvo que morir allá en México y aquí no hay ni un nombre, como si tuviera…
Hicimos un cuarto que está aquí abajo, pueden visitarlo, hay que hacerlo más, el cuarto de los censurados, presidente Nieto, presidente Melo, el único presidente indígena, el único presidente negro, Gabriel García Márquez, nuestro premio Nobel, que salió de un colegio público, ningún colegio privado de Colombia ha dado un premio Nobel, excepto el Nobel de la Paz, y que merece, porque hizo un esfuerzo audaz, indudable, para la época, al punto que sus socios del club le decían que se había vuelto comunista y guerrillero
El presidente Santos, que sí tiene un origen de una persona que fue guerrillera, que es Manuela Santos, pero que hace parte de nuestra historia patria y entonces ya no recordamos, ya no recuperamos, ya la transformamos simplemente en una especie de heroína olvidada, envuelta de estatuas, que ya no se le cree sus ideas, de mujer rebelde y libre.
Bueno, entonces, mi opinión, magistrada, es que hay que abrir un diálogo. Podemos estrellarnos, claro, y podemos derivar en una situación de conflicto social, de nuevo, profundo, esta vez no como antes, esta vez es la revolución, ya no es una revolución nacional, es mundial, que ha arrancado, porque si no los pueblos irían a la extinción y los pueblos del mundo no se van a dejar extinguir, la vida es primero, y la vida va a ser primordial, a preponderar en el planeta, y yo estaré a su lado mientras pueda, y ojalá la tradición libre y democrática de este país, que debe resurgir con más poder, después de haber sido tapada, empolvada, oxidada, por tiempos de fascismo colombiano, que ha dejado este país en medio de la masacre.
Bueno, no quiero hacerles perder su tiempo, porque sé que cuando vienen aquí, pues es una ofrenda de tiempo para que el presidente hable, pero tenía que decir estas cosas, lo que propongo magistrada es que se abra el diálogo entre el Poder Judicial y los cambios de Colombia, y que podamos, como el Ministro del Interior viene pregonando, hacia un Acuerdo Nacional que, claro, tiene que implicar cambios de leyes, quizás normas constitucionales, pero que sobre todo tiene que implicar un cambio de mentalidades, para poder hacer fluir instituciones hacia el cambio que está demandando Colombia con urgencia, y que es imprescindible, es un imperativo categórico.
Imperativo categórico es el cambio en este país, o revolución, o transformación, como se quiera llamar, pero fundamental, porque no podemos seguir en una sociedad que se mata, que es desigual, que es violenta, y que tiene en un país de la belleza como Colombia, todo por ganar, todo por conquistar, en tiempos de libertad y de transformaciones.
Gracias por haberme escuchado, muy amables.
(Fin/pvc)