El Carmen de Viboral, Antioquia, 8 de octubre de 2024
Es el Estado el responsable de la muerte, desaparición, los hechos contra la integridad física y la libertad de las personas en la vereda La Esperanza.
Así lo ha dictaminado la realidad judicial para el año 1996. Funcionarios del Estado uniformados y armados desaparecieron forzadamente personas, asesinaron, quitaron libertad, dejaron menores de edad, campesinos y campesinas humildes, familias que quedaron destrozadas.
Quizás esas personas, que siguieron órdenes de alguien que la justicia no ha sido capaz de condenar, no sabían que cuando se comete este tipo de tropelía contra la vida, la gente, la persona y el ser humano no se olvida nunca.
Es imposible borrar la huella, es un poco la ignorancia a veces de no reconocer la historia mundial, los hechos de la historia nacional y mundial, y se repite el mismo círculo vicioso de sangre, de terror, de soberbia que después queda enterrada bajo la humillación y el odio de la gente, de los pueblos.
Recordar solo el Tribunal de Nuremberg sería uno de los hechos históricos. Allí llegaban algunos con soberbia, habían sido miembros de un ejército, de un partido político que pensaba que la gente era desechable, que, por razones raciales, porque se consideraban de la raza superior que iban a dominar el mundo por ser la raza superior, decidieron asesinar a por lo menos 20 millones de personas.
Fueron ahorcados en el Tribunal de Nuremberg. Algunos condenados a cadena perpetua, ya no podían mirar a sus hijos perseguidos por todo el mundo como parias de la tierra, no por su pobreza, sino por su indominia, destruir al ser humano por razones baladíes, por el poder, por la riqueza, por una jerarquía, por no saber tolerar la diferencia, asesinar la diferencia antes que nada, matar la democracia, hacer hogueras con los libros y después hacer hogueras con los seres humanos.
Eso lo vimos en Europa, eso lo hemos visto en muchas partes del mundo y ahora lo vimos desde hace décadas en Colombia. Y en América Latina, en el cono sur, en el Chile de Pinochet, en la Argentina de Videla. Los seres humanos soberbios con el poder creen tener el derecho de asesinar al ser humano y asesinar la diferencia y asesinar la historia de una sociedad. Y el tiempo cuando pasa les demuestra su enorme equivocación.
Ya tarde, ya condenados a la cárcel, muchos ya muriendo entre las celdas, a veces quizás sin comprender cuál fue el error que cometieron. Y es que no se puede matar al prójimo por ninguna razón y menos aún al prójimo sin poder, al prójimo humilde, al prójimo campesino que no ha hecho ningún daño en el país, campesinos y campesinas que durante décadas han sido asesinados en una verdadera orgía, en un genocidio.
Anoche tuve que pronunciar un discurso frente a la justicia, los que quieren escucharme, porque hay justicia sorda, que no entiende de estos dolores, que les parece que la función del juez no es ser justo con los seres humanos, sino hacer parte de la soberbia y de la orgía misma de la sangre, a través de la complicidad, del dinero, a veces de un mejor vivir que se les puede entender, pero un mejor vivir no se puede construir sobre la base de la sangre de los demás, del dolor de los demás.
Y allí mis palabras de ayer, de anoche, por eso estoy un poco afónico, porque quería decir ciertas verdades. Reconocí como presidente, pero ya lo había hecho como dirigente político, como revolucionario, que después de la Constitución del 91 no fue la Constitución la que gobernó a Colombia. Nos creímos una mentira, nos ilusionamos con una mentira.
La Constitución nos habla de unas cosas que si se leen son hermosas, nos llena de derechos. Lo primero que dice es que el derecho a la vida es un derecho fundamental, nos habla del Estado Social de Derecho, nos habla de una búsqueda de la igualdad, de la libertad y de la dignidad humana. Y esas son mentiras en Colombia.
Lo que siguió después de ser aprobada la Constitución del 91 y decretada y derogada la Constitución del 86 fue la masacre peor que antes del 91. Antes del 91 habían asesinado candidatos presidenciales de diverso origen político, pero todos juntos en la idea de cambiar el país, los habían asesinado.
Antes de la Constitución del 91 había exterminado un partido político completo solo por ser de izquierda, solo porque era integrado de militantes jóvenes, muchachos y muchachas, líderes campesinos y obreros, sindicalistas; la mayoría solo por tener un pensamiento diferente fueron asesinados en una coalición de generales y de narcotraficantes porque no aguantaban que hubiera diferencia en Colombia.
Un país que tiene todos los colores de la piel, todas las culturas, toda la diversidad natural de climas, de montañas, de valles, de llanos, de mares, de ríos, ciénagas.
No se podían aguantar entonces que en medio de tamaña diversidad natural y cultural pudiera haber una diversidad política, tenían que extinguirlo.
Simplemente recordaban y repetían el asesinato de (Jorge Eliécer) Gaitán una y otra vez, porque no les gustaba el discurso de Gaitán y su verdad; no les gustaba que hiciera al pueblo libre, emancipado, que supiese que una democracia era el poder del pueblo y no el poder de unas oligarquías asesinas.
Y las oligarquías asesinas asesinaron a 300.000 colombianos, dicen las estadísticas. Y desde entonces hemos llegado a 700.000. Claro que es una hoguera inmensa de cuerpos humanos quemados por el Estado.
Salir al mundo a buscar justicia
Como aquí me toca reconocerlo por sentencia judicial de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que no de un Tribunal de Justicia Nacional. Tener que ir al mundo para ver si nos dan socorro, porque aquí no lo encontramos. Tener que ir al mundo a ver si nos dan cobijo, porque aquí solo hay la persecución, el solo sobra.
El peligro de morir todos los días en una calle, en un callejón, en la trocha de una vereda en donde la gente ni se da cuenta que se desapareció, que se murió. Ayer estuve hablando, ayer antes de ayer el domingo, estuve hablando con una señora de La Guajira, ya de edad, sin educación casi, simplemente había vivido su tragedia. Tía de un muchacho de 1'90 metros que era soldado.
Me mostró el video, muerto en una guarnición, tirado cuando hacía de centinela, y dijo el Ejército que era un suicidio, General Cardoso. Y el video muestra el fusil a cuatro metros de distancia. ¿Qué es eso?
Un muchacho, soldado, guerrero que quería hacer su vida, nacido en el Cesar, que creía que al entrar al Ejército podría ser un hombre mejor. Lo mataron por un celular, no en un combate, pero en vez de reconocer la verdad, lo ocultaron para que no hubiera problemas, quizás con los mandos.
Y entonces la dignidad del soldado y el dolor de la madre que aún implora que se haga justicia ante el evidente asesinato de un miembro del Ejército por fuera de combate, al interior de una guarnición.
Y la hermana, la que me cuenta, entonces dice que a su hijo de 15 años lo desaparecieron, siendo un pequeño trabajador mecánico en un taller de Valledupar, y que de pronto, en cuestión de 10 minutos, el dueño del taller salió, quedó solo y todas sus pertenencias quedaron allí, y su moto con el que iba a su casa, y nunca más volvió.
Y solo hay de prueba un tiquete de viaje del menor de edad de 15 años de Valledupar, exactamente de Pailitas a Medellín, y no volvió a aparecer.
Que si yo hago el cálculo de 15 años atrás, en el Cesar había una fiesta de falsos positivos, sin entrar a determinarlo porque no hubo justicia para ese niño. Y en una sola familia entonces dos hechos, un niño desaparecido, una madre llorando, quizás asesinado o fusilado por ahí, no ha aparecido su cuerpo, y la hermana de la madre con su hijo muerto por ser soldado.
Yo me pregunto, ¿esa es la historia de la gente humilde de Colombia? De trabajar todos los días en Colombia, de tratar de sobrevivir, de tratar de vivir con dignidad, quizás la señora yendo a la misa, quizás dándole una bendición todos los días a su hijo, y que la bendición no iba a servir porque nunca jamás iba a llegar a su hogar.
Alguien más poderoso que la bendición decidió la muerte y el asesinato. Y ese alguien más poderoso es más poderoso porque está dentro del Estado, porque no cree en Constitución, porque no cree en sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, porque no cree en la justicia, porque no cree en los derechos y en la libertad, porque cree que los seres humanos pueden ser conducidos a la hoguera y hacer de Colombia una hoguera como desde hace décadas.
Para nuestros padres, para nuestros abuelos lo han hecho. A mí me gustaría decirles aquí, como ustedes me han dicho en estas palabras, que el presidente puede encontrar a las personas desaparecidas o hacer justicia, pero ya ni este presidente puede porque es víctima de los mismos hechos.
Yo también soy beneficiario de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no hace mucho, porque me destituían de la Alcaldía de Bogotá y me quitaban mi derecho político que me había dado el pueblo, nadie más, no compro un voto, todos libres, todas, decidiendo que fuera un alcalde y no les gustó.
Y entonces el voto popular les importó un bledo, se burlaron literalmente del voto por tanto de la democracia, por lo tanto, de la diferencia.
¿Qué diferencia había entre los que matan por ser diferentes, por pensar o por liderar y los que ordenaban mi destitución? Son los mismos asesinos, asesinos unos de la democracia, asesinos otros de la vida.
Al final todo conduce a las masacres, porque si no nos podemos tolerar en Colombia, pues nos pasa lo que ha sucedido durante todas estas décadas: nos matamos entre nosotros mismos porque la violencia no cesa en círculos viciosos permanentes, llevándonos no a ser una gran nación, sino a autodestruirnos.
También mi sentencia ha sido burlada. Esa sentencia trae el artículo 23 de la Convención Americana que dice que ningún ciudadano o ciudadana de América y Colombia está en América puede perder sus derechos políticos, sino porque cometió un crimen.
¿Y qué crimen había cometido el alcalde de Bogotá? Ninguno, darle un salario, una remuneración a los pobres recicladores que todas las madrugadas paseaban sus hijos por las calles frías de Bogotá tratando de sobrevivir y ese era el crimen, porque el gran rico, William Vélez o el gran rico Ríos, no podían perder el monopolio de los dineros que se ganaban con el aseo y entonces el pobre y la pobre no podían recibir un dinero.
¿Cuál crimen? Sin embargo, se burlaron de la democracia y la sentencia entonces digo no es posible, solo porque me gané todos los juicios en todas partes.
El golpe de Estado
¿Y ahora qué están haciendo? ¿Les importó un bledo la sentencia? Están intentando quitarle el derecho político a la gente que votó por Petro, 11 millones y medio de personas, ni más ni menos, y el derecho político a Petro, porque es diferente, porque no se calla, porque dice verdades, así me equivoque muchas veces, porque intento que haya justicia en este país y que la gente pobre tenga un lugar y deje de ser pobre y los jóvenes tengan una universidad y las mujeres dejen de ser vejadas a través de sociedades machistas y tengan igualdad y no les gusta, como no les gustaba Gaitán, como no les gustaba el pueblo libre.
Y ahora nos han puesto en un momento difícil, claro, grave, porque a lo que van es a un golpe de Estado. No somos bobos para no saberlo. Un golpe de Estado antaño de militares y cañones y tanques.
Al Ejército de Colombia y a la Fuerza Pública les he ordenado, como Presidente Constitucional de Colombia, no levantar una sola arma contra el pueblo. Sus enemigos son los bandidos, no el pueblo, y va a haber movilización del pueblo, claro que sí, y grande, inmensa, porque creo que este pueblo se cansó de la ignominia y de la injusticia y de tener que llorar muertos y muertos sin que haya justicia. Y porque creo que llegó el momento de definiciones en Colombia.
El presidente llegará hasta donde el pueblo diga
O vamos a ser un pueblo llevado al matadero permanentemente y llorar y llorar y llorar, o vamos a construir nuestra nación con dignidad, a abrirle el camino a nuestros niños, a nuestras niñas, a nuestros nietos para que no vuelva a ocurrir lo que aquí se está contando que ocurrió en 1996, en la época de la gobernanza paramilitar en Antioquia y en el país.
Sin juicios, sin verdad, sin justicia, sin reparación. La Constitución del 91 hablando de unas cosas por un lado y la realidad de la sangre hundiendo en dolor al pueblo por el otro lado.
Eso no puede ser más en Colombia. O rige la Constitución o rige. O aquí hay una democracia o hay una democracia.
El presidente llegará hasta donde el pueblo diga, no importa mi vida. Hasta donde el pueblo diga. Cinco politiqueros pagos no van a hundir la democracia en Colombia.
Llegó el momento de moverse. No hubiera querido que fuera así. Lo advertí, pero no reaccionaron, no pensaron.
Se creen con el derecho de burlarse del voto popular y aquí no hay un pueblo arrodillado. Aquí no hay un pueblo aterrorizado. Aquí hay un pueblo que sabe que no puede seguir viviendo como lo han mantenido y ustedes son testigos de ello, sino que aquí tiene que haber una nación que construya justicia, que construya libertad, que nos podamos entender entre diferentes, que los bandidos dejen el país y los peores bandidos usan corbata y están en escritorio y se roban el dinero público.
Esos son los que ordenan a los guerreros matar, cuando un guerrero sabe que matar sin justicia no genera dignidad al guerrero. Ensucian banderas y ensucian uniformes porque quieren defender sus privilegios, quieren defender sus negocios.
Oscuro siempre se han dedicado es ordeñar a Colombia y a robarse el presupuesto y hacerse ricos y a heredar el poder por herencia y por apellidos. Una democracia no es una herencia de poder ni de apellidos.
Así que llegó el momento, yo sí quiero descubrir, yo sí quiero que haya una justicia, yo sí quiero que haya verdad, que las gentes que han sufrido en Colombia la persecución, la muerte, la desaparición, el asesinato puedan tener un momento en donde al menos, como decía la señora madre el día domingo, encontrándome pensando que el presidente podría solucionar el problema, que tendría el poder, yo sí quiero que encuentre el descanso y que sepa quién mató a su hijo y dónde está o que se haga justicia con el soldado que no fue un suicidio, porque no puede haber un suicidio con un fusil a cuatro metros de distancia.
Como eran los niños y los jóvenes que asesinaban fusilados y les cambiaban las botas solo para mostrarlos como guerrilleros sin darse cuenta que un guerrillero no cambia el derecho de una bota por otro, que fueron puestas esas botas después de muertos y esos uniformes después de muertos y que lo único que había era una inmensa orgía de fusilamientos con nuestra juventud popular que ha continuado.
Porque ¿cómo se respondió el estallido social? Con Pegasus. Ahora me quieren juzgar porque les mostré el banco donde consignaron la plata, la empresa, la fecha, el avión, y no con un documento del Presidente de la República, sino del país extranjero donde está el banco a través de su agencia de lavado de activos.
Qué triste que un gobierno mueva dineros en aviones y otra agencia extranjera tenga que meter el hecho dentro un informe de lavado de activos en Colombia. ¿Para qué? Para perseguir jovencitos.
La defensa de la democracia y de los jóvenes
¿Qué tienen contra la juventud colombiana en Colombia? ¿Les asusta o qué? Que no hacen sino asesinarla permanentemente, perseguirla permanentemente. ¿Qué les molesta de los jóvenes y las jóvenes que no se dejan arrodillar, que gritan y protestan, que tienen dignidad y entonces para eso buscan fusilarlos y golpearlos y encarcelarlos y torturarlos? Pues este pueblo se cansó, se cansó.
Aquí no vamos a dejar irrespetar la democracia. La democracia será y la justicia será y me encargo, si sobrevivimos, de que se haga justicia a fondo con las personas de la vereda La Esperanza asesinadas, desaparecidas, golpeadas en 1996 en el departamento de Antioquia bajo la gobernanza paramilitar.
Gracias, muy amables por haberme escuchado.
(Fin/mha)