Bogotá, D.C., 19 de julio de 2024
Bien, indudablemente estamos, lo dice la OCDE, no Petro, la OCDE, en el país más desigual socialmente del mundo. Eso es terrible. No es discutido públicamente, porque se silencia el hecho, pero es el principal problema que tiene Colombia, porque es madre de otros problemas.
La desigualdad social es nuestro problemón. Algún político liberal, intelectual él, decía el almendrón. Ese es el almendrón, la desigualdad social.
Todas las sociedades son desiguales, obviamente, pero es que ninguna en todo el planeta lo es tanto, ni las ricas, ni las pobres, como Colombia. Y es obvio que la sociedad más desigual de todo el planeta, pues tiene que tener unos problemas inmensos derivados de la desigualdad. Y todos los días los vemos.
El narcotráfico es producto de la desigualdad. La violencia es producto de la desigualdad. Sea la violencia que llamamos el conflicto en algunas regiones de Colombia, sea la que uno encuentra en cualquier calle por ahí caminando, es producto de la desigualdad.
La desigualdad territorial, porque hay unas zonas tan ricas, incluso al interior de una ciudad misma, Bogotá, por ejemplo, que me temo, eso hay que confrontarlo un poco con los números que, siendo la sociedad colombiana más desigual del mundo, ha resultado que Bogotá es la ciudad más desigual de Colombia. Luego, estamos en una situación que nos debería avergonzar a quienes vivimos en esta ciudad. Yo desde hace muchísimo tiempo, desde 1989, pero también viví 10 años de niño, desde que me trajeron en brazos hasta mis 10 años.
Porque entonces puede ser, aquí ya no me atrevo a afirmarlo porque no tengo los números, los listados, que la ciudad de Bogotá sea la más desigual del mundo. Lo vemos, no es sino caminar. Yo caminaba mucho antes la ciudad, me encantaba, ahora me toca a escondidas por todas partes.
Pero solo es caminar al norte o es caminar al sur, ya lo entiende uno. Hasta en una localidad solo es caminar de Castilla y llegar al río Bogotá y uno encuentra las desigualdades como quien va talando los anillos de un árbol. Porque la ciudad de Bogotá, entre otras, es como los anillos de un árbol.
Arquitectónicamente los anillos siguen nuestras violencias. Casi que las puede uno reflejar en un corte de la ciudad, el centro español, la Conquista, el Chorro de Quevedo, y después el francés, nuestra idea de que no nos gusta lo colombiano, sino lo francés.
Y después lo inglés, que era con quien nos endeudamos terriblemente después de la Independencia. Y después lo gringo, y después lo kitsch, un poco mafioso. Y después lo rico, rico, y al otro lado lo pobre, pobre.
La deuda del Covid
Esas desigualdades nos traen nuestros problemas fundamentales. Los problemas de la violencia, los problemas del narcotráfico, los problemas de una economía que no se mueve en realidad. Unos porque la ven como una especie de sobrevivencia del día a día, otros porque la ven como jugando a monopolio. Y no puede ser ni lo uno ni lo otro. Si uno mira un poco más optimistamente, después del Covid que nos dio un garrotazo en términos de desigualdad y en términos de incremento sustancial de la pobreza, hay que decirlo, la mayoría de los países no se volvieron más pobres con el Covid.
Estados Unidos incluso se volvió más rico. Europa quedó igual que antes del Covid. Nosotros caímos en un abismo de pobreza. Eso tiene que ver no con el Covid, sino con la mala política pública para enfrentar el Covid.
Ahí, siendo parlamentario, salieron algunas cifras que me acuerdo, todavía mirando ahí por las redes porque tocaba hacer reuniones, era por redes. Pero en las primeras que hubo físicas, pudimos ver, por ejemplo, que Colombia tenía un millón 800 mil unidades que llamaban empresariales. La inmensa mayoría microempresas rurales, un campesino en su parcela, urbanas, como las que vemos en el centro de Bogotá, por poner solo un ejemplo, y pequeños y medianos empresarios ya en número menor.
Los grandes empresarios son minoría numérica y minoría en la construcción de puestos de trabajo. Los puestos de trabajo de Colombia no se deben al gran empresario, se deben es al pequeño, al microempresario rural y urbano, empresaria, que es la que genera para sí, muchas veces para su familia, el empleo en Colombia.
Pues la política pública del Covid consistió en endeudarnos inmensamente, como nunca antes, solo con el FMI, único Gobierno que lo hizo en todo el mundo, un préstamo de 5.600 millones de dólares pagaderos a dos años, que me tocó a mí pagar el primero y me toca a mí pagar el segundo. Bonito.
Y ese endeudamiento, uno diría, bueno, si fue a los microempresarios, si fue al campesinado, si fue a las cooperativistas, pues de pronto, pero no señores: fue a los más grandes empresarios de Colombia para subsidiarle su nómina. Esa deuda que ahora toca pagar, es decir, que todos y todas aquí y más allá, millones y millones de colombianos, les toca ayudar a pagar, vía sus impuestos, esa deuda. Se dedicó a subsidiar a los más ricos de Colombia. Ahora nos toca pagarlo.
Y esa es la situación terrible, débil del Gobierno, desde el punto de vista presupuestal y del Estado, en general, y obviamente de la sociedad. Porque si nosotros cometemos una torpeza y nos quedamos sin con qué pagar las deudas, viene la catástrofe.
Ahí sí no son los grandes los que lo pagan. Empezaría por la quiebra de los bancos, pero seguiría con la quiebra de pequeños, medianos, gente en el campo, gente en la ciudad, la economía colombiana toda. Por eso nos toca andar un poco como pisando cáscara de huevo.
Y en eso hay que admitirlo el valor del ministro de Hacienda actual, porque ha logrado capotear que el Congreso de la República no nos sabotee una autorización para pagar deuda con deuda, porque es lo que estamos haciendo. Muchos de ustedes de pronto lo estarán haciendo también. En mis épocas difíciles me tocaba a mí cuando uno empieza a pagar el mercado con la tarjeta de crédito, si es que la tiene. Y así estamos en el Estado colombiano.
Estamos pagando deudas con deudas. Nos endeudamos aquí a una tasa de interés más cara, porque está así en Colombia y en el mundo, para poder pagar las obligaciones de deuda que tenemos inmediatas, muchas veces con tasa de interés más baja.
Ese circuito hay que cortarlo, indudablemente, porque es perverso: la deuda sin que nos endeudemos para proyectos nuevos, para hacer un ferrocarril que se necesita, para tantas cosas que se necesitan, en realidad va aumentando respecto al presupuesto. Esa discusión la tendremos en el Congreso de la República a partir de mañana, porque es lo primero que va a entrar en discusión.
Pero hay noticias buenas en medio de ese contexto negativo que se debe, en primerísimo lugar, a una muy mala política pública para enfrentar el Covid en Colombia, por creer que la plata pública es para subsidiar los más ricos de los ricos. Esa plata no llegó a los microempresarios, a los cooperativistas, a las trabajadoras, a las medianas y pequeñas empresarias, no llegó.
Muchísimos cerraron en el camino, quizás ahora están abriendo, ojalá, pero muchísima gente tuvo que cerrar sus restaurantes, su tienda, su comercio, cuando no había nadie en las calles, qué más iba a hacer y no hubo una ayuda. Ahora estamos pagando las consecuencias.
Se redujo la pobreza
Pero salieron las estadísticas de pobreza, unos estaban esperando para cascarnos, otros estábamos esperando con nerviosismo porque es la medida del primer año del Gobierno, el año pasado, nuestro primer año porque ahí, para bien o para mal, se mide si fuimos eficaces o no. A muchos gobernantes no les importa esta cifra porque no están pensando en reducir la pobreza, sino en enriquecer a los ricos y punto, porque ellos mismos son parte de esos ricos.
Pero una persona como yo, con mi tradición política, mi vida, mi lucha y lo que significa la elección de nosotros, esta es la estadística fundamental: si nuestra política pública lo que hizo fue aumentar la pobreza o la disminuyó, si la disminuyó nos alegramos profundamente, si la aumentó nosotros estamos mandados a recoger, porque lo que hemos propuesto no sirve. En el país más desigual de todo el planeta Tierra, un Gobierno que aumente la desigualdad en el país más desigual de la tierra, es un Gobierno sinvergüenza, en realidad de bandidos.
Pues ya las cifras se dieron, aquí yo tengo un problema de matemáticas, porque la disminución de la pobreza no se mide simplemente en el porcentaje relativo en el total de la población. Bajamos de 36 a 33, así se ve poquito. De bajar de 36 a 33 significa haber reducido el 10% del número de pobres que hay en ese momento.
Uno habla de que, en un solo año, en un solo año, no en cinco, rebajamos en 10% el total del número de personas que están en la pobreza, entonces hay que decir que algo estamos haciendo bien. Y estos números, estos números trasladados, obviamente me falta tener algunos, no he podido encontrarlo, las zonas rurales separadas una por otra, para ver en qué zonas rurales bajamos más la pobreza que en otras, porque eso es clave para la política pública, nos da una orientación, nos da luces, podemos ser más eficaces si tenemos esos datos, pero tenemos los que ya se entregaron a la población.
Indudablemente la pobreza monetaria rural bajó 10% y esto es un éxito enorme en un país que aún en sus campos, en buena parte de regiones excluidas de Colombia, está en guerra.
Redujimos 10% el número de pobres rurales y en las ciudades que llama al DANE cabeceras, como Bogotá, redujimos en 8,45% el número de pobres, es decir, más en el campo que en la ciudad, lo cual significa que la política agraria del gobierno ha sido mucho más eficaz que lo que alguien pudiera imaginarse, porque esto no pasaba en Colombia desde hacía mucho tiempo. Yo diría que, desde los tiempos del café, cuando el café indudablemente era un enriquecedor en tiempos buenos de una parte sustancial de la población del campo, el café nunca fue un monopolio, ni estatal ni privado, el café como aún es hoy, era de centenares de miles de personas que en sus parcelas, unas más grandes que otras, cultivaban con mucho cuidado y esmero un café que llegó a ser y es, pero dejamos perder eso, el mejor café del mundo.
Eso debería enseñarnos, porque el renglón más exitoso que hemos tenido realmente desde el punto de vista legal, es el café, y el café no es de monopolios, el café no es de grandes empresarios, el café es una rama económica democrática, muchas veces cooperativa, rural indudablemente, y que debería estar en un proceso de agroindustrialización, que es lo que yo le he pedido a mi Gobierno.
Bien, de esas cabeceras en donde estamos, en donde tuvimos más éxito para reducir la pobreza, fue en Barranquilla, 16,4% del total de pobres barranquilleros dejaron de ser pobres, Barranquilla, y después Cúcuta, no lejos, el 15,69% de los pobres cucuteños dejaron de ser pobres.
Cuando uno habla de estas cifras, hablando ya de grandes cantidades de población en una ciudad, un 16% de los pobres dejan de ser pobres, pues uno podría decir que si seguimos ese camino, en cinco años no habría pobreza, si pudiéramos mantenerlo en cinco o seis años no habría pobreza, para eso habría que elegir un gobierno como este en el año 2026, no como me pasa en Bogotá, que después de Bogotá humana eligieron a Peñalosa y acabó hasta con el nido de la perra, ahí están todavía viendo cómo dicen que están haciendo el metro, desde el año 2014 hasta la fecha casi 10 años mamándole gallo al metro, ya estaría hecho si la ciudadanía bogotano hubiera fortalecido el proyecto político que estaba detrás de hacer un metro subterráneo, pero en la leche derramada ya no, lloremos.
Después de Cúcuta, ojo con esto, la siguiente ciudad grande, cabecera que llaman en caer en pobreza es Bogotá, 14,75% de la población pobre dejó de ser pobre el año pasado en la ciudad de Bogotá, de acuerdo a los números siempre discutibles, y después sigue Tunja, 14,5%, después Manizales, 13,8%, después Montería, 12,6%, por donde yo soy, Ibagué, 11,59%, Pasto, 10,48%, Santa Marta, 10% y Sincelejo, 10%, sólo hablando de las que más cayeron por encima del 10% de su total de pobres.
Esto a mí me gusta, pero habría que preguntar, bueno, ¿y qué fue? Cierto, porque aquí se trata de mirar por dónde caminamos, y cuando uno esculca esa tabla, pues no fueron los subsidios, ahí tienen razón los Duquistas, solo que no cuentan toda la verdad, todos los subsidios creados en tiempos del Covid como limosnas no los presupuestaron en el año 2022 para el año 2023, como cuatro billones de pesos menos, y entonces no se aprobaron, o nos echa la culpa a nosotros, pero nosotros no presentamos el presupuesto del año 2022, que se hace en julio, todavía estaba yo en plena campaña, todavía acabo de salir de la campaña.
Quitaron los subsidios del Covid, se cayeron en una parte, se conservan los de siempre, nosotros estamos haciendo en eso una transformación, queremos concentrarlos en primerísimo lugar en donde la persona no se puede defender por sí misma, los niños, niñas, nadie le puede exigir a un niño o una niña en la primera infancia que trabaje, como dicen por ahí ciertos políticos, ¿no?: ‘trabajen vagos, no?, ¿cómo? Irracional.
Y los viejos, cuando llegan a su edad, tercera edad, que llaman ahora viejos y viejas, porque la mayoría son mujeres que han trabajado, la mayoría de amas de casa cuidando a sus hijos, ¿por qué les van a pedir trabajar a los viejos?, claro que trabajan porque les toca, pero no debería ser en una sociedad decente, ni la niñez, ni la vejez, y ahí es donde yo quiero concentrar los subsidios, en la niñez, primera infancia, pues en las mamás, que generalmente son jóvenes y abandonadas, y son entonces pobres, y entran a un sifón del cual ni ella, ni los niños, ni las niñas logran salir, muchas veces en actividad indigna, pues indigna a ella, que le toca, pero que no debería ser.
Y eso me lleva a elevar el volumen de dinero por persona, es lo que estamos haciendo ya con la tercera edad, y el año entrante puede volverse casi masivo en los viejos y en las viejas que no han recibido pensión, hasta ahora estamos dando más de 80 años hacia adelante, ya un grupo, ¿cuántos son?, Gustavo Bolívar. Bueno, son como 400 mil, pero podemos llegar a dos millones y a partir de 70 o 75 años, con lo cual casi todas las personas que hoy andan en las calles, en todo el país, de este tipo de edades, sin pensión, trabajando al sol y a la lluvia, y sin dónde dormir, podríamos rescatarlos de la pobreza.
Bien, pero si no fueron los subsidios, ¿qué fue?, ¿qué fue?, pues los datos de la OCDE nos dicen que ingresos laborales crecieron para los más pobres 10% real, es decir, por encima de la inflación.
La inflación para pobres en nuestro Gobierno es menor, es decir, el índice de crecimiento de los precios para la gente pobre es menor que para la gente rica, eso no había pasado antes, porque nos dedicamos en una política agraria a reducir el precio de los alimentos en Colombia, o por lo menos a que no suban tanto como los demás, y eso nos ayudó a que el ingreso laboral, en términos reales, descontada la inflación, haya crecido tanto.
Aquí hay que señalar cosas, por ejemplo, mi terquedad, ya van dos veces, en subir el salario mínimo por encima de donde los empresarios dicen y los periódicos. Ustedes lo han visto, cada diciembre es ese rito, el Gobierno no ha hecho lo que los anteriores Gobiernos, plegarse a lo que dicen los grandes empresarios, sino incluso ir más adelante de lo que dicen los sindicatos.
Esa subida del salario mínimo en Colombia se refleja en estas estadísticas, la reducción sustancial de la pobreza. En eso hay que decir que todos esos expertos que sacaban por televisión tratando de lavarle la cabeza a la gente, diciendo que cometíamos una brutalidad, que si subíamos el salario mínimo mucho se caía el empleo, lo dijeron, que se caía no sólo el empleo, sino que se aumentaba la pobreza. Yo estoy viendo lo contrario.
¿Qué tipo de expertos son esos? Es como el que dijo que si yo ganaba el dólar quedaba cinco mil pesos. Son esos mismos tipos de expertos que no más son sirvientes intelectuales del poder del capital. Pero aquí es donde está la realidad.
Lo que yo veo en las cifras es que el incremento del salario mínimo disminuyó la pobreza sustancialmente en Colombia y no tumbó el empleo, sino que incluso comparado con el año 22, el empleo en Colombia ha aumentado, sigue aumentando este año.
Claro, cuando uno dice ingreso laboral, entonces uno piensa, y eso es el problema del DANE, se puede corregir, que entonces estamos hablando de obreros y patrones, ¿cierto? Y entonces el salario mínimo se les aumentó a los obreros, los patrones están bravos. Pero es que el ingreso laboral hay que dividirlo en dos, porque en la población más pobre, lo que aquí en Bogotá llaman el estrato 1 y el estrato 2, la gente no trabaja en empresas, no es asalariada.
El ingreso se divide en dos, el ingreso asalariado y el ingreso por cuenta propia. Y cuando hablamos del ingreso por cuenta propia, entonces estamos hablando de la economía popular. No es tan tajante, porque hay pequeñas empresas con obreros donde hay salario. A veces esos obreros son los hermanos del patrón o los hijos, lo cual, pues, cambia todo el asunto, porque es una empresa familiar, es más bien una asociación familiar para producir, que cada vez va a haber muchas más.
Esas estadísticas no las tenemos aquí, pero entonces, conclusión de estas cifras: la economía popular fue el principal motor, al lado del salario mínimo, para desplomar las cifras de pobreza en Colombia. Esa es la conclusión de estas cifras.
Entonces estamos hablando donde toca. El salario mínimo un poco depende de mí mismo, en diciembre ya nos reunirán para el efecto, pero en la economía popular y los ingresos de esa economía popular que terminan en la gente que trabaja en la economía popular, pues tenemos que hablar entre nosotros.
Acelerar los cambios
Aquí se han hecho críticas, las escuché ahora, la cantidad de mujeres, mayoría de mujeres, síntoma de lo que está pasando.
Una de ellas nos dijo ‘mucho discurso, tilín, tilín y nada de paletas’, dijo. Pues es cierto, porque el funcionariado del Gobierno Nacional no entiende ni jota de lo que estamos hablando aquí. E, incluso, mis más altos funcionarios, esa vaina como que les resbala, porque se vuelve difícil, porque hacer cambios es difícil.
Hacer lo mismo es fácil, chulear todos los días la misma pendejada, pues se gana un sueldo chévere, un poco aburrido de pronto, pero se desaburre después fuera del trabajo. Pero cambiar es el riesgo de la procuradora (Margarita) Cabello azotando, el azote, es el control de los congresistas, son los que pierden ahí, los grandes empresarios, montándola, cuadrando hasta los procesos penales.
Y entonces la gente, pues obviamente, que tiene que tomar decisiones, se paraliza, queda ahí quieto, ¿y este Presidente por qué no se calma un ratico? Pues yo no me puedo calmar porque me quedan dos años, me toca es acelerar, al contrario, me toca acelerar. Pues les voy diciendo, ‘bueno, si no aguanta, dé un paso al costado, porque eso no es un pecado’. Nadie nació para todas esas vainas. Yo que tengo el cuero duro, entonces resisto.
Pero si no puede, dé un paso al costado, alguien va a asumir la pelea. Ni siquiera sé quién, pero alguien va a asumir la pelea. Son puestos de combate.
Hay algunos puestos que le llamo puestos rojos, porque el peligro no es simplemente que le monten a uno un proceso, sino que le puedan meter un tiro. Por ejemplo, una persona en un puerto. Por ejemplo, la persona que dirige las aduanas.
Están cooptadas por el contrabando. Contrabando ya no es la señora, que yo me acuerdo que iba en un bus desde Maicao a Bucaramanga, metía ahí en las cosas esas de las maletas el alijo, y salían los guardas con linterna y le cobraban a la señora si le encontraban el alijo. El contrabando hoy es una multinacional, la otra cara del narcotráfico.
Es la manera como la cocaína vendida en Estados Unidos o en Europa se vuelve pesos colombianos. Entonces no les importa el precio de la camisa o lo que traigan, los zapatos, y lo venden por todas las esquinas más barato, incluso que lo que les costó, porque los que les importa es el billete porque así volvieron la cocaína, billete para gastarse aquí.
Y a quién mata ese contrabando, y estas son los conflictos de la economía popular que hay que empezar a resolver, pues al señor al confeccionista de San Victorino, de El Madrugón, al señor que hace camisas, a los que hacen zapatos en el barrio Restrepo de Bogotá o en Bucaramanga, o en Cúcuta, etcétera, y entonces estamos matando el trabajo y la producción, el comerciante puede que venda nacional o venda coreano, pero el productor pierde y en economía la ganancia del comerciante, independientemente, si es un vendedor ambulante o el Éxito depende es de la producción del trabajo productivo, y el trabajo productivo se ubica en el campo sobre la tierra y en la ciudad con la máquina, cualquiera que sea el tamaño es lo mismo: si no hay producción no hay riqueza, y entonces el comerciante puede vender la producción de otros países, pero no tiene qué vender, va a comprar tiene que ganar su salario el salario sale del trabajo, y por tanto, de la producción.
Impulsar el crédito a la economía popular
Ese es el ABC de la economía, por eso una de las políticas de la economía popular que tenemos que priorizar es el cultivo, el agro, el campesino y la campesina, el indígena, el afro, etcétera, y las empresas manufactureras, micros, pequeñas y medianas en las ciudades, incluso, ligarlas. Eso llama agroindustria, agroindustria sea en el campo, sea en la ciudad, este es el núcleo fundamental de la economía colombiana, y ahí donde debe ir el crédito entonces sí, ‘tilín tilín, y nada de paletas’, porque si el crédito va a los grandes ganaderos en tierra fértiles, que son latifundistas improductivos, ineficaces, si el crédito va a las grandes capitales, el crédito salido de un banco público, porque la banca privada les puede prestar, etcétera, le sale fácil, la banca privada quiere dar ese crédito porque es una firma y ya entregó 100.000 millones de pesos en crédito, en cambio para acá, pues no son 100.000 100.000 millones de crédito, debería ser, pero para 1.000 personas, para 500 son 500 firmas, y entonces ahí ya les da pereza y no dan el crédito.
Como todos y todas ustedes saben lo difícil que es, y entonces se va volviendo la sociedad desigual porque si aquí no hay crédito y el crédito es para el grande, pues a ustedes les toca el ‘gota a gota’, pero en el ‘gota a gota’ cuánto es el interés, ahí ya como decían en las calles ‘marcando calavera’, y la calavera se vuelve realidad porque los tipos andan es con una pistola en el cinto, y esto es lo que tiene que solucionar este Gobierno, no lo está haciendo.
Al Presidente ahí lo embolatan con que ‘mire que ya le dimos a tantos campesinos o a tantos microempresarios’, con cómo se llama esa vaina, crédito Crea, pues, primero, porque no puede ser microcrédito. Un señor, una señora endeudada, pues tiene que pagar la deuda porque la están pagando es al ‘gota gota’. Estamos pagándole nosotros al ‘gota gota’. Segundo, porque al entregar una pequeña cantidad de dinero, pues no se hace empresas, y tercero porque entonces lo que creamos es pobreza.
Vamos a poner un ejemplo, Finagro le entrega la mayor cantidad del crédito, se lo entrega a ganadería. Si uno le pregunta número de créditos ustedes dicen ‘no, la mayoría son pequeños ganaderos’, pero si uno le pregunta a volumen de crédito, son las trampas de las estadísticas, así engañan hasta a los congresistas, Ovidio (Claros), ambos fuimos congresistas, si el volumen del crédito la mayor parte del crédito va a los grandes, ese grande le dan esto, acá chiquito, dan esto, una miseria, qué pasa si se le da crédito a un ganadero pequeñísimo en tierra fértil, pues se muere la pobreza, lo estamos conduciendo porque en una hectárea apenas y cabe una vaca, y ese campesino a lo mejor tiene dos, si acaso o tres, le caben dos vacas, quién vive con dos vacas, se la come como decían los señores en el Cauca: cuando el Gobierno pegando gallinas a cada familia le daban dos, tres gallinas, lo imaginen qué pasó con la gallina: era que había que montar un galpón, una empresa, para que le entregó dos o tres gallinas al campesino que tiene hambre, eso se vuelve un rico sancocho por dos semanas quizás no aguanta más.
Entonces, digamos, si nosotros no cambiamos la política de crédito a la economía popular que lo hemos dicho pero no se hace, no estamos haciendo nada, no estamos haciendo nada, y nos quedan dos años, tenemos poco porque todo esto lo privatizaron ustedes saben que habían muchos bancos públicos, no queda sino el Banco Agrario público de primer piso, es el único que tiene el Gobierno, y Bancoldex que es de segundo piso, más o menos, pero no puede dar crédito directamente, y ya otros, pero ya son esfuerzos para otras cosas.
Pues yo quiero que el Banco Agrario y Bancoldex se vuelvan la banca de la economía popular. Esa es la propuesta, es decir, que en volumen la mayor parte del crédito vaya a pequeños, sea en el campo, sea la ciudad, la ciudad no tiene ese instrumento financiero, el campo por lo menos se ha mantenido ahí, la experiencia ahí está. Tiene es que crecer, y eso implica, ojo, una colaboración, una alianza, en primer lugar, con el sistema cooperativo financiero de Colombia. ¿Por qué? Porque esas cooperativas, como la banca pública, se desacostumbró con el sistema cooperativo, porque no ha perdido eso que está en el barrio, que está en las zonas, en regiones donde no llega a la banca tradicional privada en el Caribe, en el Litoral Pacífico, en Boyacá, incluso en la ciudad.
Pues puede juntar esa experiencia con la banca pública y nosotros aceleramos para entregar crédito que, ojo, en vez de microcrédito, debe ser crédito asociativo, porque una de las fortalezas que hay que producir en la economía popular es asociar, aquí se llama solidario. El nombre dice cooperativa, es como se comenzó a decir cooperativismo, asociar, en la asociación está la potencia económica.
Todos sabemos que hay malos socios. Bueno, todas las historias que hay yo mejor no me asocio decimos los colombianos hasta los familiares salen calcetos.
Unir la banca pública
Pero ese es un error, porque solitos nos barren. En cambio, asociados, lo demostró el Banco Agrario recientemente puede dar un crédito de 10 mil millones, 5 mil millones, y eso sirve para montar una empresa industrial, sea para el maíz, sea para el algodón, sea para la yuca, sea para la agricultura en general, pero hay que asociarse.
La agroindustria para asociar la producción agraria en propiedad de los productores agrarios implica asociatividad, necesariamente. Campesinos de Nariño, los campesinos cafeteros, todos son pequeños, pero tienen que asociarse para industrializar. Pero quién le presta no regala, porque en la economía popular el regalo no es bueno, quién le presta a bajo tasa de interés, ¿el Grupo Aval? pues podemos invitarlo, pero no creo mucho. ¿Bancolombia? pues también lo invitamos, pero no creo mucho. Ellos deberían darnos una inversión forzosa y les damos una tasa de interés y hacemos el trabajo, el ‘gota gota’ menos, tiene que ser la banca pública asociada, la banca pública con las mejores tecnologías, etcétera, esa es la llave fundamental del crédito.
Voy a hablar del Sena que me parece aquí tiene un grandísimo papel que cumplir porque es el saber hacer una cosa, es tener el capital, pero hay que saber hacerlo porque si no el capital se va a entre un sifón, y entonces queda la persona es ahorcada. Saber hacer los zapatos, saber hacer las confecciones, ahí hay una discusión interesante con el ministro de Comercio, ¿beneficiamos más la confección dejando importar la tela libremente, sin arancel? o porque bajaría el precio de la confección y mejoraría su calidad, o logramos nichos de cultivo de algodón de altísima calidad para hacer telas que puedan ser baratas y de altísima calidad.
Pero tenemos dos años la discusión, puede ser bonita para un libro, pero nos toca decidir esa hora, entonces digamos son los interrogantes de una política de industrialización y agricultura, y por tanto de Comercio, porque si un trabajador se gana un mejor salario, pues se come una comidita más rica en la esquina del barrio, y en la esquina del barrio se puede poner el restaurante para trabajadores y trabajadores, el comercio está amarrado a que podamos hacer crecer la producción y el trabajo en las regiones y en la sociedad colombiana.
El papel del SENA
Bueno, finalmente, pues yo les digo que estas estadísticas excelentes, de caída de la pobreza en el año pasado, se debe en buena parte a ustedes, esta es la realidad, haberse mantenido, resistido, haber crecido, este año tenemos que crecer más, el aumento del empleo en Colombia va a depender de ustedes, y entonces tenemos que hacer una política sustancialmente agresiva en asociatividad, en energías limpias, porque abaratan la energía, y en crédito proveniente de los dineros públicos en crédito barato para la economía popular.
El Sena tiene que expandirse, lo he pedido, y no para hacer cursillos, sino educación tecnológica profesional, se llama. Los jóvenes necesitan eso, si un joven campesino aprende cómo diablo se hace una agroindustria del maíz o de la yuca, ese joven no se viene para acá, se empieza a organizar ahí, con los vecinos campesinos y empieza un proyecto productivo.
Pero si no se enseña en el campo, vamos a perder la juventud campesina que se nos va a volver urbana, de aquí, quién sabe, y perdemos una de las grandes riquezas de Colombia que es su cultura agraria que hoy está jalonando la economía nacional.
Igual que el Gobierno Nacional, quienes están sacando adelante la economía en términos estadísticos, la actividad del Gobierno y la actividad agraria, algunas están por encima de cero y todavía tenemos la industria en negativo, no hemos podido ponerla en positivo. Lo de la agricultura es excepcional en el mundo del Gobierno, da la impresión, porque fue así el año pasado. Ahora toca ver la nueva estadística, que lo que está jalonando esto, no lo dicen, es que las clínicas y hospitales privados y públicos se reactivaron con respecto a hace un año, ¿y saben por qué?
Porque ya no es la EPS la que no les gira, sino es el Gobierno el que está girando directamente y sí le gira, ya un comienzo de la Reforma a la Salud que decidimos hacer y mire el resultado que está dando: el crecimiento de eso, según el DANE, hay que verificarlo bien, llegó al 9% anual y la agricultura ha llegado al casi al 5% anual, entre esas estamos subiendo y poniendo en positivo y bien la economía colombiana toda, salvándola de la recesión y salvándole la economía popular con un buen aumento del salario mínimo.
Ojalá se atreviese, el Congreso se atreviese, a reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, y verían ustedes cómo al final ganamos todos: un empresario a veces dice ‘uy, no, no esto cómo así, la trabajadora que tengo aquí horas 40 horas y después me toca otra en los otros días que no son 40 horas de la semana’, y cree que se va a arruinar y resulta que no porque entre más trabajadores ganen mejor y trabajadoras los empresarios crecen más porque venden más. Así ahí fue en Estados Unidos y así en Europa y en Japón y ahora en China, porque ese mundo demanda más cosas y al demandar más cosas y no importamos chucherías, pues hay más empresas, más crecimiento de la empresa, más comercio, más industria, más agricultura, es como se decía antes, si los demás están bien yo estoy bien.
Todo lo contrario, lo que nos han enseñado, que es ver cómo hacemos para que los demás estén mal. No, si los demás están bien, yo voy a estar bien.
Gracias muy amables por haberme escuchado.
(Fin/aga)