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Discurso

Palabras del presidente Gustavo Petro Urrego en la entrega de 52 títulos de propiedad a familias víctimas en el corregimiento El Aro, Ituango, Antioquia

Foto: Joel González - Presidencia

Presidente Gustavo Petro durante la entrega de títulos de propiedad en el corregimiento El Aro

“Tenemos billones y billones de pesos de la Nación invertidos en las autopistas 5G y 4G alrededor de Bogotá y Medellín, y no hay 100 mil millones de pesos para la vía que comunica a El Aro como un acto del Estado de indemnización a sus propias víctimas que fueron los campesinos y campesinas masacrados”.

Corregimiento El Aro, Ituango, Antioquia, 2 de agosto de 2024

Bien, indudablemente que un presidente de la República esté aquí, no sé si sea para alegrarse o más bien por entristecerse, porque el hecho por el cual estamos aquí es un desastre humano, natural, político, social, económico, es en resumen lo que nunca debió pasar en Colombia y pasó, y aún pasa, no en las mismas dimensiones que en aquella vez.

Obviamente, gente interesada no mostrará las diferencias, pero aquella vez estábamos ante un verdadero genocidio del pueblo campesino colombiano. Básicamente motivados los genocidas por la codicia, sea por tierra allí donde había tierra fértil, sea por acceso al mar que no utilizaban para bañarse ni para mirarlo sino para traquetear, o aquí en este tipo de tierras, porque las consideraban estratégicas, porque querían hacer un embalse muy grande, porque nunca vieron en el pueblo su aliado, si no es su enemigo.

Y por eso decidieron matarlo, ni siquiera manipularlo, ni siquiera engañarlo como en tantas partes de Colombia, sino asesinarlos aquí fue la masacre del aro. La denuncié en algún debate mío, siendo ya un joven, en el año 2007, me costó no es sino para contarlo, prácticamente mi familia porque tuvo a partir de ese debate que irse de Colombia, pero creo que era necesario que empezara a entenderse lo que había pasado en todo el país y fundamentalmente en el departamento de Antioquia.

Una concepción de seguridad construida sobre la muerte de las personas, es decir una anti seguridad, porque la seguridad fundamentalmente se construye es para la vida o no para la muerte.

Cuando una persona aplaude la muerte de las personas creyendo que entonces el país es más seguro, está pensando que los seres humanos se dividen en dos: unos que merecen vivir y otros que consideran, entre comillas y así lo llamaban, ‘desechables’.

Habían dicho que eran ‘desechables’ los habitantes de la calle, como se llaman en las grandes ciudades. Las mujeres que pasaban a las 4 de la mañana con bultos a la espalda, revolviendo canecas de basura para encontrar algo que vender a veces que comer para poder sostener a sus hijos, a esas personas les decían ‘desechables’. 

O las personas que quedaban, precisamente, por la brutalidad misma del mercado, de la competencia, del más fuerte es el que gana, absorbidas por el alcohol o por algún tipo de sustancia, también en las calles de las grandes ciudades, ‘desechable’ eran los gamines, y en Colombia esos niños de la calle los mataban.

Las operaciones que llamaban ‘de limpieza’ era para matar seres humanos, generalmente jóvenes, como si limpiar una calle o un barrio consistiera en matar a los seres humanos, en dejar esas calles de sangre.

Y así se extendieron hasta los campos, por región, región por región, en una cantidad dantesca de muerte, de masacres, de descuartizamiento, que está ya escrita en los libros, que no se puede olvidar porque no es el olvido lo que se puede proponer sino que se tiene es que superar al partir de saber por qué, a partir de una reconciliación que yo llamé alguna vez el ‘perdón social’, el perdón no lo otorga el que no ha sido la víctima, el perdón solo lo puede otorgar la víctima, ustedes son las víctimas, y por tanto dueños de su perdón o no perdón, sobre las decisiones que en alguna oficina elegante,  quizás en Medellín, quizás en algún otro lugar, se tomaron signando de muerte ‘desechables’ le dijeron a los campesinos de aquí.

Y los trataron peor que el ganado, porque aquí murieron los seres humanos y se llevaron el ganado vivo.

La codicia


Valía más una vaca que un campesino o una campesina, la mirada terrateniente feudal de quienes tenían el poder los llevó a pensar en esa miseria de pensamiento, porque es miserable, esa es la palabra, ruin y miserable, que un campesino o una campesina valía menos que una vaca, que si habían robado 40, entonces tenían el derecho de matar 40 campesinos, ver al ser humano como inferior y ver al ser humano como una cosa, solo eso lo produce en el corazón y en el cerebro de un ser humano la codicia.

La codicia está llevando a la humanidad a un enorme fracaso, no es un asunto exclusivamente colombiano, en cierta forma las luchas políticas no son esas siglas que aparecen en los tarjetones y los nombres de las personas cuyos rostros muchas veces son desconocidos, la política es si prima la muerte o si prima la vida.

Si uno habla de la vida, entonces tiene que hablar de la escuela, tiene que hablar de la salud, tiene que hablar de los niños, tiene que hablar de la alimentación, tiene que hablar del agua, porque sin esas cosas no se puede vivir, se vive si se educa, se vive si se tiene la salud se vive si hay los alimentos.

¿Y quién cultiva los alimentos del pueblo campesino en general, y si al pueblo campesino lo masacran, entonces qué es lo que se está construyendo? Nada parecido a la vida, sino lo que yo llamaría una política de la muerte.

Hoy, a estas alturas, corresponden a este lugar y por orden judicial una indemnización, le llaman. Las garantías de no repetición, le llaman un perdón que tiene que pedir el Estado porque el Estado fue cómplice aquí de la masacre: los helicópteros oficiales, como dice la justicia, estaban rondando por aquí mientras sonaban los fusiles aquí abajo, fusiles del narcotráfico. No hubo presencia del Estado para evitar la muerte, hubo complicidad. 

¿Qué se puede esperar de un Estado que mata a su propio pueblo?, nadie inteligente podría decir que de allí surge una democracia o una mejor nación, de un Estado que mata a su pueblo solo puede surgir la podredumbre la degradación.

Creemos, ojalá estemos en lo cierto, que esos tiempos pasaron, que el país ha cambiado. Ojalá no nos arrepintamos de decir estas palabras, creemos que hay un Estado que ahora no se coloca al servicio de los victimarios, sino al servicio de las víctimas, que no se coloca al servicio del más poderoso, el que más tierra tenga, como los viejos reyes feudales españoles, sino que se coloca al servicio de la gente humilde del pueblo que trabaja, de la mujer que lucha todos los días, del campesino que cultiva sus tierras.

Ojalá siga haciendo así, y si ese Estado está al servicio de la gente que trabaja, entonces qué en concreto, qué tristeza que esta carretera que es una orden judicial -me dirán si me equivoco- hacerla, como una indemnización. No reparará las víctimas en el sentido de recuperar a sus seres queridos, pero mejorará las condiciones de vida de sus descendientes, de sus querientes de su recuerdo.

Primero el cemento que la vida


¿Cómo así que EPM solo lleva 50 metros? Tuvo todo el dinero para hacer el embalse de Ituango, HidroItuango, y no tiene un peso para hacer un kilómetro de la vía que llega al corregimiento de El Aro. ¿Eso se llama justicia?

¿Qué puede haber en la lógica que lleva en el departamento de Antioquia a pensar que estos bloques de cemento que hacen HidroItuango puedan ser una prioridad por encima de la vida de su propia población campesina a la cual masacraron, quizás? Porque estaba cerca de HidroItuango, porque necesitaban tierra para eso, porque necesitaban tranquilidad para hacer los grandes negocios, pero nunca se les ocurrió pensar que al lado de esos grandes negocios había unas vidas qué ayudar, qué rescatar. 

Yo le preguntaría al alcalde de Medellín ¿por qué se han demorado en hacer la carretera a El Aro y solo llevan 50 metros? ¿Es que van a victimizar otra vez a la población de El Aro?

Le pido a la Directora de la Unidad de Víctimas, porque nosotros decidimos que la Nación hacía la carretera que, por tanto, como toda obra de ingeniería, tenía que haber unos estudios de ingenieros primera fase, segunda, no sé qué, me dicen que ya se terminaron, por tanto, lo que debe comenzar es la construcción al lado del Gobernador de Antioquia, en un lugar de Urabá apartado, creo que fue la reunión, se volvió muy famosa en la prensa.

Porque yo estaba diciendo: tenemos billones y billones de pesos de la Nación, de todo el pueblo colombiano, invertidos en las autopistas 5G y 4G alrededor de Bogotá, alrededor de Medellín, fundamentalmente, y no hay 100 mil millones de pesos para la vía que comunica a El Aro como un acto del Estado de indemnización a sus propias víctimas que fueron los campesinos y campesinas masacrados.

Por qué es primero lo uno, y eso sí va rápido y ahí sí van en enormes cantidades de los dineros que son del público, pero para la gente humilde, al lugar apartado y excluido, al lugar donde poderosos asesinaron gente humilde, entonces ahí sí no llega el dinero público.

Por esa vía no se va a construir la paz de Colombia, por esa vía no se puede hacer un acuerdo nacional, un acuerdo nacional no es para hacer lo mismo sino para cambiar las cosas de tal manera que se pueda construir un mejor país, un país más equitativo, es que es por esto que somos la sociedad más desigual del mundo y al ser la sociedad más desigual del mundo, pues nos vuelven la sociedad más violenta de la existencia. Un poco de justicia.

El Estado hará las obras


Son los funcionarios del Gobierno nacional los que tienen porque esto ya lo hablé antes delante de mis funcionarios, son los funcionarios del Gobierno del Cambio los que tienen que coger esto, si EPM no fue capaz, pues somos nosotros. Si no fue capaz el Departamento de poner los funcionarios en el centro de salud pues somos nosotros los que podamos llevar esos servicios a la gente en estos lugares excluidos, quizás no nos quieran realmente en El Poblado, pero que nos amen en El Aro, eso es fundamental para nuestra existencia.

Entonces, la carretera esa es una orden del Presidente de la República, si hay que hacerla con las Fuerzas Militares, con sus batallones de Ingenieros, pues mejor porque es un acto de paz, es un acto de reconciliación, el pasado quedó allá hace 27 años, algunos aquí estarán presentes que estuvieron, muchos pues no, son más jóvenes, ya estaban en otro lugar, pero la reconciliación consiste en eso, un Estado que se ponga al servicio de la gente que fue víctima, entonces esa es una orden del Presidente, el mejoramiento del centro de salud, el mejoramiento de la escuela, el mejoramiento, y es prácticamente la construcción, de la vía, el acueducto, cuánto puede costar un acueducto de agua potable, de verdad potable, eso no es una obra de dimensiones, lo que pasa es que sin el funcionario en su corazón está es el rico Epulón y no el pobre Lázaro. El pobre Lázaro no recibe y el funcionario se va para la sexta porra, como decía mi mamá.

Conservar la memoria


Pero no es suficiente las obras, hay que saber de qué vivir y el ser humano vive de la producción de su trabajo, de unas formas antes, de otras formas más modernas ahora, pero aquí hay que abrir la fuente del trabajo, y la fuente del trabajo en una zona como éstas está en la tierra. Está en la agricultura, sustituir los cultivos ilícitos que traen muerte, indudablemente, como todos y todas sabemos es fundamental, pero para ello entonces hay que vivir de otros cultivos, de poder vivir de otros cultivos del café, cacao, dijeron.

Pero dónde está ese plan de sustitución en áreas marcadas por la masacre, pero no es cualquier lugar, es un lugar que ya representa una historia. Yo contaba en alguna ocasión por mis mañas de caminante de montañas en un lugar muy bonito en este momento, por allá en Italia, pero que, en aquel entonces, en los años 44, era un lugar de una guerra espantosa, la Segunda Guerra Mundial. Por casualidad bajé una montaña, como decir de aquí para allá, y ¡pum! miles y miles de cruces blancas, miles, derechitas, hasta el horizonte se veían cruces de militares.

De todo había, la mayoría con la cruz eran militares de los Estados Unidos, ahí ocurrió una enorme batalla de la Segunda Guerra Mundial y los muertos por miles que quedaron ahí los enterraron en ese lugar, un lugar de memoria, no más un lugar para sentarse y pensar, si un niño cruza por ahí, qué ocurrió aquí, de saber la historia, la memoria es fundamental, un lugar digno porque los norteamericanos no abandonan a sus muertos, allá una capilla hermosa, unas estatuas, una estética, es un lugar de reflexión. Por qué ellos sí pueden y nosotros no.

¿Por qué, entonces, el lugar de nuestros muertos los dejamos abandonados?, porque este no es un lugar que tenga la cultura, la estética, que pueda a cualquier niño de colegio que sea de aquí o que traigan, mostrarles qué pasó, no para entristecerlo, sino que cuando crezca no podrá hacer lo mismo y no se dejará hacer lo mismo, sino que pueda ser un ciudadano que a partir de recordar sus raíces y su memoria puede ser un árbol esplendoroso que pueda desplegar sus hojas y sus flores en libertad.

Entonces, esa es una tarea que no puede ser que pase en otros dos años y nosotros otra vez como si nada, como son varias las entidades y no están acostumbrados a trabajar en común, la coordinadora de la Unidad de Víctimas tiene que ayudarnos como responsable, además de la sentencia, porque la sentencia internacional se cumple porque no es internacional, es parte de nuestra jurisdicción.

Hay algunos juristas muy soberbios que dicen ‘no, como eso lo hicieron extranjeros, eso aquí no se cumple’. Entonces para qué se volvió Ley, para qué se volvió Constitución, para qué nosotros entonces nos comprometemos con el mundo a unos tratados que decimos que vamos a cumplir y cuando llegan los tratados aquí se les mama gallo, y no se cumple con las sentencias de la CIDH, todas deben cumplirse en Colombia porque es una orden constitucional.

Y en esa medida doctora, espero que Lilia Solano, aquí, yo creo que estás todavía estrenando el cargo, para que se conozca. La directora de la Unidad de Víctimas, se llama, para que puedas coordinar el aparato del Estado y lograr que aquí lo que se ha dicho, en el pasado y ahora estoy repitiendo, se haga, que no sean palabras, que sean hechos. Esa carretera tiene que llevar la gente para allá y para acá, para lograr que sea más próspera, más feliz, a pesar de la masacre. 

Gracias por haberme escuchado, muy amables.

(Fin/aga)