Bogotá D.C., 29 de abril de 2024
Siempre, cuando hay un diálogo con representantes del pueblo que hacen parte de lo que se denomina clásicamente como la democracia representativa —es clásica porque la idea se construyó a partir del Siglo XVI, así—, como la decisión del pueblo que no se puede tomar directamente, entonces se puede tomar a través de representantes elegidos libremente. Esa es la idea.
Hace parte de lo que se denomina también como democracia liberal clásica, le digo yo. Ha sido una forma de gobierno que ha resistido los últimos cinco siglos con sus más y sus menos. Que hoy, digamos, en el caso colombiano y en el caso latinoamericano —que ha sido una de las tres regiones del mundo en levantar ese faro de la democracia liberal con Norteamérica y con Europa— ha pasado por una intensa discusión sobre si la democracia representativa no es corta en el concepto de democracia, es decir, si debe ir más allá a través de conceptos que se han creado como la democracia directa, la democracia participativa, dice nuestra Constitución.
Nuestra Constitución empuja los dos criterios, no sustituye uno por otro. Podríamos decir que es un híbrido, que aún no se sabe si históricamente funciona o no, 30 años después. Es mantener el concepto de democracia representativa, pero prohijar los conceptos de democracia directa y participativa.
Esa es una discusión bien a tener en cuenta. A veces se olvida porque las urgencias siempre matan lo importante, pero es bien a tener en cuenta porque también tiene que ver con el tipo de agenda a defender, con las prioridades de la política. Porque al final aquí quienes nos reunimos, hombres y mujeres, somos gentes de la política.
De alguna manera también, en mi opinión, en forma degradada, la política en Colombia se ha especializado, por ponerle un nombre, se ha profesionalizado, y de allí salió la idea de la llamada clase política —que a mí nunca me ha gustado, porque la política no es una clase. Las clases se configuran de otra manera—, y sí tiene una trampa conceptual y es pensar que la ciudadanía entonces no es política.
Cuando en una democracia y como esencia del ser humano, el ser humano es político, no se puede separar el concepto de lo humano con el concepto de la política. Luego no existe una profesionalización de la política. Existen liderazgos, que es diferente. Liderazgos políticos, no especializaciones políticas. Temas a discutir. ¿Por qué creo que esto tiene que ver con la política actual y la política con P mayúscula en las últimas décadas? Porque se pueden construir agendas diferentes. Claro, hay una agenda reivindicativa, gremial, llamémosla así, parecida a lo del cuerpo de trabajadores en una fábrica. Por ejemplo, los miembros del Ejército tienen una agenda gremial propiamente dicha. Cómo son los préstamos para vivienda, cómo son mis pensiones, cómo es mi régimen pensional, etc. Pero, obviamente, la función de los miembros de la Fuerza Pública no es la gremial, que es complementaria, sino cuál es la función de la Fuerza Pública.
En este caso, ¿cuál es la función de la política en Colombia? ¿Cuál es la función de los cuerpos que hemos sido representantes populares, elegidos libremente? Yo fui concejal. Esta sí fue mi primera actividad, muy joven, 20 años, 21 años, porque no se podía a los 20. En Zipaquirá. No pude cumplir mucho mi función porque de allí me sacaron preso y después fui congresista 20 años. No es lo mismo. Estamos en ramas diferentes del poder público. El concejal está en el poder legislativo; el representante y senador están en el poder legislativo, es decir, que tienen una similitud que los hace confundir. Por eso sé que hay esas dos agendas.
Yo quisiera un poco meterme en la agenda política y de ahí incluso mirar la gremial un poco. Creo que adquiere más claridad si se hace así, que al revés. Y en esto de la agenda política hay una serie de temas a discutir. Ustedes han traído la seguridad, la seguridad en general, porque lo que vive una persona con representación política en un territorio determinado está determinado por lo que pasa en el territorio, y es una manera más clara de entender las cosas y de tratar de solucionarlas con la dificultad que eso tiene.
El cambio de fase en la historia de Colombia
En Colombia hoy estamos viviendo una especie de cambio de fase en la historia, que creo que tenemos que entender. Espero no equivocarme. Si uno se equivoca, queda desfasado, es decir, fuera de combate. Ese es el castigo. Y si uno está enfasado, entonces es poner los puntos donde toca y se mete en una ola de la población misma que lo proyecta, quién sabe a qué lugar y a qué puerto, pero es así, una especie de viento. Uno puede estar dentro del viento, una especie de corriente, uno puede estar dentro de la corriente y va, va impulsado o lo contrario. Entonces, analizar en qué sociedad y en qué momento estamos me parece fundamental, como un ejercicio de cada cual. Reflexión que no es en solitario, obviamente, también es colectiva, etc. Pero en mi opinión nosotros estamos cambiando de fase. Una fase de la historia que pasa, que aún conserva cosas del pasado y otra nueva. Y ahí es donde nos tenemos que ubicar. En qué fase estamos, qué es lo que está pasando, que cambia.
Por ejemplo, en el terreno de la seguridad. Estamos cambiando unas fases de violencia, no de una violencia a la paz, como siempre hemos querido desde hace mucho tiempo. Todos y todas. No hay opositores a la idea. Sí, queremos pasar de la violencia a la paz. Pero lo que estamos observando y sintiendo es que estamos pasando de una violencia a otra violencia. De una fase a la otra.
¿Cómo se puede interpretar eso? Había una fase anterior de los últimos 30 años, una violencia más bien construida alrededor de un cambio político en Colombia. La insurgencia versus los que no querían el cambio político, detentores del Estado contra insurgencia. Más o menos se podría definir así. Y duró 30 o 40 años, que tiene otro eco allá en la raíz histórica que ya hubo, muchos de nosotros no vivimos, que es otra fase de la violencia anterior, la de liberales versus conservadores. Es también una violencia política. En muchas regiones de Colombia, las relaciones familiares, barriales, comunales, etc., políticas pasaron por esas fases y fueron dejando una marca, una marca que hay que reconocer y de la que no hay que dejarse encadenar, en mi opinión. Cada uno de ustedes vive o ha aprendido esa historia en sus municipios.
Ahora, se abandona la última fase que vivimos, quizás el acuerdo de paz con las Farc, quizás el cambio del mundo, quizás el cambio de los pensamientos, etcétera y hoy estamos en otra. Esa otra tiene que ver con las economías ilícitas. ¿De qué manera? Colombia hace unos 50 años empezó a agarrarse de unas economías ilícitas y en muchas regiones se convirtieron en el sustituto real y en la manera de vivir real para poder sobrevivir, porque no había otra.
Pues me parece que es un tema para analizar dentro de nuestros territorios, porque de lo que allí se colige es que si queremos salir de la violencia otra vez tratando de pasar de la violencia a la paz —como una obsesión colombiana—, entonces tenemos que ver cómo se superan las economías ilícitas en cada territorio. Y aquí una agenda, una agenda que tiene que ver con la seguridad y una agenda que tiene que ver con la paz.
Este Gobierno ha propuesto una agenda para la paz; mal que bien, todavía muy desterritorializado, y discúlpenme la palabra. Todavía con una visión nacional que es un poco lo que heredamos como política nacional antidrogas, como política nacional de seguridad. Resulta que cada vez estoy más convencido que para que sea eficaz tiene que territorializarse. O sea, cómo en una región se puede transitar de una economía ilícita a una lícita.
Eso es una agenda política, porque hay que organizar fuerzas de la sociedad, porque hay que tener unas ideas del quehacer, porque hay que tener unos recursos, porque hay que saber si la nación ayuda en el proceso con recursos también, porque hay indudablemente que tener expertos, porque hay que tener valentías, porque hay que construir una sociedad proclive a esos objetivos y porque al final hay que tener éxito.
En eso estamos. Ese es el cambio de una fase por la otra. Tiene unos peligros inmensos, indudables, que se viven en el territorio. No se viven aquí. Aquí es cómodo relativamente. Aquí se puede pensar el tema, pero en el territorio se vive la peligrosidad de ese proceso.
Se entiende, no se entiende, se comprende, se mal comprende, gente muere en eso. Los líderes sociales, que largo listado se les puede presentar desde hace varios años para acá; los excombatientes firmantes de la paz del 2016 ya tienen más de 400 asesinatos en estos años. Allí puedes hacer la lista de concejales o dirigentes políticos, etcétera, más o menos tienen que ver con una transición hacia otra.
Con resistencias de la sociedad a continuar en las economías ilícitas. Uno. Con luchas de los grupos ligados a las economías ilícitas entre sí. Dos, con luchas del Estado a nivel nacional por destruir violentamente economías ilícitas bajo los viejos modelos. Tres. Y cuatro, con la posibilidad de construir economías lícitas.
Este es un tema que me parece clave que los concejales de Colombia analicen. Eso no se hace en un solo día. El análisis casi es territorio por territorio. ¿Cómo un concejal? ¿Cómo un dirigente político, hombre o mujer, podría incidir positivamente en la transformación de un territorio, haciéndolo pasar de una economía ilícita a una lícita? Ahí nos encontraríamos. Eso es una agenda. Es uno de los desafíos de este Gobierno.
Si no lo hace este Gobierno, quizás sea más difícil, después, porque las economías ilícitas se están articulando a organizaciones muy poderosas, multinacionales, donde las palancas de control cada vez están más fuera del país. Ya no pertenecen ni al Ejército ni a la Policía ni al presidente ni al Congreso ni al Concejo ni al alcalde. Cada vez se ubican en decisiones que están fuera de Colombia.
Si arman o no arman, si se llevan armas o no las llevan. Si el precio de la cocaína es este o es este. Cada decisión de esas tiene una enorme influencia en el territorio y lleva a la vida o a la muerte. Por eso me parece que estamos en una de las últimas circunstancias políticas e históricas que nos permite aún hoy pensar con cierta propiedad que podemos pasar de la violencia a la paz.
Y aquí, digamos, la política de paz, que han llamado paz total —a mí no me gustó mucho el nombre, ahora me lo echan encima— pero la paz total sí, porque es acabar al final con todos los grupos de violencia. Pero es un proceso, un proceso más complejo de lo que creíamos.
Viejos guerrilleros curtidos en la lucha armada insurgente hoy se transforman en traquetos. Traquetos que se transforman en intentos de insurgentes. Líderes políticos de todas las corrientes navegan tratando de sobrevivir y a veces no navegan bien.
Y a veces las sociedades pierden el objetivo del camino, que es salir de eso, no quedarse en eso. Aquí hay concejales de regiones que me entenderán bien, porque están metidos en el problema, digamos, de lo que llamamos el territorio excluido, que me permite pasar a otro tema de análisis —si me lo permiten— dentro de la agenda.
El territorio excluido en el país
El territorio excluido en Colombia. Si ustedes miran la historia, lamentablemente quitaron las clases de historia de los colegios y yo les pediría que de acuerdo con la Ley de Santos y a la nueva ley del Plan de Desarrollo, se reincorporen las clases de historia de los colegios. Eso es también plata. Hay un proceso, pero esa es nuestra decisión, es la orden de la ley y hay que cuadrarlo con los alcaldes y los sistemas educativos municipalizados, porque perdemos.
Cuando una sociedad deja de saber cuál es su historia, no tiene destino, no tiene futuro. Y eso le ha pasado a Colombia. De alguna manera u otra equis presidentes quitaron eso. Si nosotros no sabemos de dónde venimos, no sabemos adónde vamos. La historia, por ejemplo, muestran que en nuestra vida republicana siempre han sido los mismos los territorios excluidos. No ha variado alguna excepción por ahí. Pero en general el Chocó siempre ha sido excluido. El litoral Pacífico caucano siempre ha sido excluido, al punto que hoy por hoy no existe una carretera entre Popayán y su costa Pacífica después de dos siglos.
Ustedes verán la gran discusión y no voy a meter en Honduras de debate, pero la gran discusión por el Túnel del Toyo, que al final es la gran discusión de Medellín por salir al mar, ha sido un viejo debate de hace décadas.
¿Pero por qué no ha habido un debate alrededor de cómo juntar a Popayán con el mar? Si lo ha habido, ha sido silenciado y le han bajado el volumen. ¿Eso qué tiene que ver? Con que siempre son los mismos los territorios excluidos.
Se puede hacer un listado. Ha coincidido en el tiempo con los territorios donde se hace la violencia. Y casi el mapa de la violencia conceptuada como un conflicto armado es el mismo. Que el Catatumbo, que el sur de Córdoba, que el nordeste antioqueño, que el Urabá, que los litorales pacíficos de Colombia, etcétera. Casi no varía. La violencia no se ha trasladado realmente de territorio a territorio, sino que es el mismo mapa y es el mapa de la exclusión y si se quiere, el mapa de la xenofobia, porque esos territorios son los indígenas, los negros. Es también el mapa del sectarismo político donde está la mayor cantidad de muertos, etc. Es un resumen de lo que ha sucedido en Colombia.
Y allí, en esos mapas de los territorios excluidos, hay concejalas y concejales, y municipios. Uno de los hechos que nos podría hacer girar de la violencia a la paz es la inclusión del territorio excluido. Agenda del gobierno.
Aquí he tocado dos puntos, pero me permito presentárselos porque tiene que ver con ustedes. En cuatro años, demasiado ambicioso. A veces pensamos que son más años: ¿Cómo transformar el territorio de Colombia, de excluido a incluido?
Es una agenda política, una agenda que tiene que ver con ustedes. Y sería bueno que ustedes hicieran el ejercicio. Por ejemplo, traer el cuadro, eso lo hubiera podido presentar Alexander López. Son informaciones que no son muy públicas, quedan por ahí escondidas, entonces no llegan ni al debate de los concejos ni mucho menos a la prensa y muchísimo menos a la información pública.
¿Cuál es el cuadro de las vigencias futuras en Colombia? Eso deberíamos tenerlo porque eso orienta. Quizá no hubo eso en el discurso, la petición de recursos a la Nación, que es una actividad casi cotidiana de los concejales. Necesito esto para esta carretera. Esa es una agenda que nace de lo local y que eso sí es viable.
Ese es un gran tema que tiene que ver con la exclusión del territorio que yo he planteado por ahí debates a veces mal comprendidos. Ese debate comienza si uno tuviera el cuadro de las vigencias futuras, porque el cuadro de las vigencias futuras muestra a 30 años, no es ahora, es de ahora a 30 años. Ya viene hace dos años o tres practicándose. ¿A dónde va a ir el presupuesto de inversión pública nacional? Un político, un presidente, un ministro, les puede decir a usted sí hermano, mientras se van de la oficina para salir bien para que no haya un altercado dentro de la oficina. Buenas maneras, le dicen a eso, pero no es cierto.
Si es una cosita así, de pronto, si coincide con algo que hay de pronto. Pero no es cierto, porque lo que determina la inversión nacional es un proceso administrativo que tiene una serie de fases un tanto complejas Conpes, Confis, etcétera; es un proyecto estratégico, etcétera, casi inmodificable. Es más, a mí lo que me han dicho es que es inmodificable.
Si uno es el presidente del cambio y está bajo un cuadro de vigencias futuras, inmodificable, pues cuál cambio. Es un poco mi rebeldía propia. Están engañando al pueblo, porque han construido las cosas de tal manera que no se pueden cambiar. Es el poder. Descubrirán ustedes en su vida o ya lo han descubierto, que el gobierno no es lo mismo que el poder. El poder, determina. El gobierno administra esa determinación. Es un papel un tanto pobre y aburrido.
Entonces, el cuadro de las vigencias futuras es el cuadro del poder en términos de la inversión de los dineros públicos nacionales. Ahora, ¿cómo es si lo tuviéramos aquí? Pues es más de lo mismo de los últimos dos siglos, desde que somos República. Es más de lo mismo. Es la mayor parte de las inversiones del dinero nacional determinado hacia las regiones consideradas más ricas y dentro de esas regiones la población más pudiente. Punto. Eso es el poder en Colombia. Muchos dirán que no, pero bueno, eso es lo que yo he visto que refrenda lo que yo he criticado durante décadas. No solo yo. Toda una formación de pensamiento político y de acción política en el país.
El cuadro de las vigencias futuras
Es decir, el cuadro de vigencias futuras reproduce la desigualdad y, en mi opinión, por tanto, la violencia y la inseguridad. Es un uso del dinero público para la acumulación concentrada de riqueza. Que eso se hiciera en el mundo privado, que se puede discutir, pero digamos, es lógico, es la lógica del capital.
Algunos habrán estudiado los libros clásicos. Pero que se hagan el mundo público no es lógico, porque el mundo público está es para contrapesar las lógicas privadas de la concentración de la riqueza, no para auparlas, que es lo que permite una convivencia social, porque es el mundo privado, genera la desigualdad. La desigualdad, la disolución social, pues el mundo público debe equilibrar y entonces se conserva lo contrario de la disolución social. La unidad de la nación.
Este es un tema. Se lucha políticamente por eso, y a veces se muere. Pero yo creo que llegó el momento de cambiar el cuadro de las vigencias futuras en Colombia. Es otro futuro. Y el otro futuro es más equidad, más justicia. Y cuando se habla de equidad social, entonces hay que hablar de equidad territorial. Y ustedes deberían ser una fuerza en ese sentido. No porque algunos de ustedes no sean representantes de estas áreas privilegiadas, que no lo hay, sino porque la mayoría lo son de las áreas excluidas y van a luchar contra la corriente si no se modifican esos criterios. Si no se modifican. Entonces, la inversión pública está concentrada en carreteras poderosas. Son 4G concentradas territorialmente alrededor de las dos ciudades más ricas y solucionando problemas que tienen que ver no con la población de todas las dos ciudades más ricas, sino los sectores pudientes de esas sociedades ricas.
Ese es el modelo de desarrollo que tenemos aún hoy, porque el Gobierno no ha podido transformar esas condiciones y el Gobierno no los ha podido transformar porque necesita más fuerza. Es decir, necesita arañar el poder y dejar de ser simplemente gobierno. Y arañar el poder significa encontrar las fuentes mismas del poder, que no son solo las elecciones. Debería ser así, pero ya ven ustedes el esfuerzo permanente por silenciar. Incluso algunos hablan de ilegitimar el resultado de las elecciones. La legitimidad siempre es permanente, siempre es diaria y tiene que ver con una fuente del poder que es el pueblo. No hay otro. Nosotros no tenemos como fuente del poder el dinero. Algunos lo tienen, lo tenemos como fuente del poder la mafia, que es más o menos lo mismo. Nuestra fuente del poder es el pueblo.
¿Cómo cambiar la vigencia futura de tal manera que de aquí a 30 años el dinero público priorice la equidad regional y territorial y que, por tanto, ayude a que el territorio excluido se vuelve incluido y tengamos la posibilidad de una democracia?
¿Cómo las obras tienen que hacerse, si hablamos de obras que no es lo único. también tenemos ahí una malformación, en el territorio excluido?
¿Cómo la política pública de salud, de pensiones, educativa, etcétera incluye el territorio excluido? ¿Cómo logramos eso? Eso me parece que es una agenda entre el gobierno nacional y los gobiernos locales que se necesita de manera urgente e inmediata y que tendría que ver con la discusión entre los concejales, las concejalas que son poder constituyente, ojo con eso, y el Gobierno Nacional.
No sé si se ha discutido en la agenda de los concejales que los concejales son poder constituyente, no usado. Pero creo que sería una bonita discusión, más allá de la agenda gremial, esta agenda política. Porque entonces tendríamos el, pues, digamos, exclusiva responsabilidad, pero sí una responsabilidad muy importante en la transformación de Colombia hacia la construcción de una democracia local e incluyente.
Y me iría ahí como último punto, porque los aburro un poco con estos temas, pero también tiene que ver con la discusión de la democracia, como comenzamos aquí. Porque habíamos hablado de la democracia representativa y de la participa. Pero aquí por esta vía de construir una agenda nacional que tiene que ver con el territorio, pues caemos de lleno en un concepto que hemos usado mucho, pero poco practicado: La democracia local.
¿Ha Colombia construido, después de la Constitución del 91 democracias locales? Este sí ha sido el debate de mi vida. ¿Lo ha construido? Hemos confundido el concepto de democracia local con el concepto de desconcentración funcional del Estado, es decir, llevar funciones del Estado a lo local del Sistema General de Participaciones. El sistema de llevar dinero hacia la región, ciertas competencias del Estado. Todo tiene que ver con el Estado. Fíjense ustedes, que se ha entregado al municipio, al departamento, pero no tiene que ver con el poder, volviendo al tema de la exclusión.
Entonces hemos ocultado la ausencia de una democracia local con una desconcentración administrativa. Es una mentira. Eso lo viven ustedes todos los días. Porque democracia local es que el poder de decisión lo tenga el pueblo. Es más, no hay una manera de entender que el pueblo pueda tener capacidad de decisión si no es localmente. Es muy difícil nacionalmente. Pero localmente es más fácil cuando debe decidir sobre en qué se usa el territorio, para qué la tierra, qué hacer con el agua, etcétera. Los problemas concretos de la vida.
Podríamos encontrar los caminos más fáciles de la democracia directa. A veces el concejal tiene celos de la democracia directa, porque como somos los representantes —digo somos porque yo fui concejal de Zipaquirá—, somos representantes del pueblo, entonces no nos gusta que el pueblo tome la decisión, sino que yo la tome en representación del pueblo.
Son problemas que en la vida diaria se van presentando. Pero, en general, un concejal debería ser un constructor de la democracia local. Y el país debería tener cada vez más y más riqueza en la democracia local, porque es indudable que somos un país de regiones, etc., lo que siempre se dice en los discursos. Es indudable que no nos podemos ocultar, que somos diversos y que nuestra naturaleza es diversa y que esa es nuestra riqueza. La enorme diversidad de Colombia es nuestra riqueza, pero que esa riqueza afloraría como tal si la gente que vive en los territorios y su cultura pudiera aflorar sin excluirse y sin silenciarse. La democracia local es esa manera de aflorar.
El poder de la ciudadanía y la democracia local
Y yo sí creo que la agenda política colombiana debe llegar a la democracia local. El presidente del Senado, que no me quiere mucho, Iván Name, hablaba y se abanderada de la idea del federalismo, la vieja idea del federalismo, la vieja idea del federalismo. Pero la vieja idea del federalismo no tiene sentido si no hay democracia local, porque si no sería un cambio de élites, incluso peligrosa, porque uno no sabe qué elites están manejando en realidad el poder local. Nos podría llevar a una de las tantas guerras que ya hemos tenido. Otra más.
No, es a la ciudadanía. El poder local debe ser de la ciudadanía. Y en esa medida, la discusión federal no se vuelve tonta, se vuelve real. Porque, ¿qué es el poder de la ciudadanía? El poder de decidir, el poder de hacer la norma, la regla, la ley.
Y entonces, aquí creo que también hay otro tema de agenda. Lo voy a poner en los términos de mi discurso tradicional, no necesariamente el de ustedes, porque ustedes corresponden a corrientes diversas ideológicas. ¿Cómo empezar a construir el poder del pueblo? Vestido de otra manera, la democracia local, el poder popular, como quieran. La capacidad de decisión ciudadana sobre sus asuntos. Eso no existe hoy en Colombia. En muchas regiones el poder lo tienen quienes tienen las armas. Como ustedes saben, quien mata tiene el poder. A veces se viste de poder legal. Eso fue parte de mis debates parlamentarios: usar el poder legal para ejercer el poder del que mata y generó genocidios en muchos de nuestros territorios, usando incluso la institucionalidad.
¿Pero qué tal abrir el escenario para que libremente la gente pudiera decidir sobre el territorio en los problemas concretos del territorio, la gente? Pues ahí me parece que tendríamos un camino y una agenda por construir, porque si el dinero público y por tanto el Estado a nivel nacional y a nivel local lo que hiciera fuese empoderar a la ciudadanía en el territorio, creo que estaríamos en el camino de construcción de una democracia.
Y entonces aquí tenemos otro elemento de la agenda que va coherente, se articula con la idea de tener un país en paz, de tener un país más justo y de tener un país más democrático. En eso, los 12.000 concejalas y concejales de Colombia podríamos construir una agenda común con el Gobierno Nacional, independiente de partidos y cosas por el estilo.
Además, porque, y ese es un cambio de fase, también creo que los partidos están en plena transformación, que no es lo mismo. Hemos tenido un derivado de grupos y partidos, y a veces partidos sombrillas y que el aval, que no sé qué, que no van reconociendo. No son partidos en realidad, no me meto mucho en ese discurso porque no me corresponde. La izquierda ha tenido ese problema en todas partes y yo creo que vamos a pasar a una especie de reconfiguración de la política en Colombia con X nombres. Obviamente habrá una derecha que espero sea republicana. Obviamente, habrá corrientes progresistas, aparecerán cosas nuevas que hoy no detectamos y que deben aparecer porque es necesario e imprescindible.
Pero igual que estamos en una transformación de la economía hacia la productiva, dejar la extractivista en el mundo, una salida del neoliberalismo que dominó esto en 50 años. Pensamiento económico de 50 años, olvidando ideas y leyes que ya se habían descubierto.
¿Cuál es la economía de la crisis climática? Qué discusión. Me invitan a otro evento para discutirlo.
Temas concretos, lo local, miren no más, Bogotá, sin agua esta ciudad. La prensa, como fuerzas políticas no progresistas ganaron la alcaldía y nosotros ganamos la nación, entonces hacen un jueguito. Interesante para los periodistas, pero no correcto. ¿El jueguito cuál es? En la Nación la cosa va mal y en el Distrito la cosa va bien. La cosa es al revés. Pudimos, ya estamos pensando exportar energía a Ecuador, que está la olla en este momento. Vamos a ver, porque salimos, logramos que los embalses no llegaran al final. Y en Bogotá, el embalse sigue disminuyendo, que es de agua, no de energía eléctrica, de agua. ¿Eso es culpa de la derecha o de la izquierda? No, realmente es de más atrás. No es de la coyuntura, que es como la prensa se va a analizar. No, tiene una raíz más atrás, que tiene que ver con estos temas.
Ciertos sectores económicos y sociales desataron la urbanización sobre Bogotá y La Sabana contra la ley que protegía a la Sabana de Bogotá. Que la Región Metropolitana, que no sé qué. Se creó la codicia de usar el suelo como suelo inmobiliario y el agua iba disminuyendo en Chingaza, porque los ríos voladores —se me burló alguien de la revista que no quiero acordarme porque pronuncié la palabra río volador y es que el tipo no había estudiado esa vaina, se puso a hablar que era una burla el río volador—. El río volador es el vapor de la selva amazónica que llegan al páramo y se vuelve agua y así tenemos agua aquí. Eso va disminuyendo, esto va aumentando. Hizo crisis. Claro, hay un esquema económico que lo produjo en ambos lados. Hay un esquema económico que la produce, pero de difícil solución.
¿Entonces es en cada territorio cómo se vive? Agenda política local. ¿Cómo se cuida la agenda política local? Sin eso no hay vida. No profundizo aquí, pero digamos, claro que estamos cambiando de fase, porque esa agenda política local para salir de la crisis climática, que es irreversible, implica un cambio de modelo económico y el neoliberalismo no lo puede producir. Quedó ahí muerto como corriente de pensamiento económico. Entonces todo el mundo es viendo entonces qué hacemos. Que no es que nadie tenga la receta, pues es interesante cambio de fase, cambio de fase, cambio de fase en la economía, cambio de fase en la geopolítica, cambio de fase en la política, cambio de fase en Colombia.
Por eso nos tocó ubicarnos. Y el concejal y la concejala que quiera ser una buena representante de su sociedad tiene que ubicarse en este mundo complejo, difícil, como siempre, pero profunda y absolutamente interesante, porque el camino que ha propuesto el Gobierno en medio de esto, sabiendo de esto, es que nuestro camino es ser una Potencia Mundial de la Vida.
Gracias, por haberme escuchado, muy amables.
(Fin/mha/fm)