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Discurso

Palabras del presidente Gustavo Petro Urrego durante su visita a las tropas en el Fuerte Militar de Larandia, en el Caquetá

‘Si las unidades aquí desplegadas en el Caquetá logramos, porque es un esfuerzo mío también, una unidad profunda con el pueblo, estas unidades se vuelven indestructibles, invencibles’: presidente Petro

Foto: Andrea Puentes - Presidencia

Presidente Gustavo Petro durante la visita al Fuerte Militar Larandia, Florencia, Caquetá

Fuerte Militar de Larandia, Caquetá, 22 de octubre de 2024

Quería venir aquí, ya habíamos estado antes en alguna ocasión. Esta región del río Orteguaza, que tiene su historia; una historia que hay que entender ya que vivimos aquí, viven ustedes aquí, porque las raíces de un territorio, si se comprenden, nos puede arrojar luces sobre cómo manejarlo, cómo comportarnos en medio de ese territorio, cómo conocer la población que nos rodea y cómo construir unos lazos que son fundamentales para cualquier ejército, cualquiera. 

Los ejércitos tienen lazos con la población. Si estos son fuertes, los ejércitos son fuertes. Si estos son débiles, los ejércitos son como una especie de hoja al viento, quebrada, que puede caer en cualquier momento. Luego, un ejército de la población es fundamental. Esa es la teoría básica de una Fuerza Militar Nacional.

La nación es un pueblo, es un territorio y la gente que la defiende es el ejército del pueblo. Por tanto, aquí comprender la población me parece supremamente importante. Cuando se lee hacia atrás en la historia de esta región, pues se encuentra casi que en cualquier otra región de Colombia con la violencia.

Aquí llegaron campesinos, que hoy serán abuelos, quizás ya la mayoría habrán muerto, habrán dejado sus hijos, que venían huyendo de la violencia liberal conservadora de mediados del siglo XX. 

Esto eran selvas, desde el comienzo de la cordillera hasta acá, y a través de lo que se llama la colonización —que antaño se veía con buenos ojos, hoy creo que nos destruye— trataron de escapar de la muerte y de noches de horror allá en las montañas del Huila y del Tolima. Muy del Tolima, muy del Huila, conservadores huyendo de liberales.

Si ustedes miran la historia del río Caquetá y la población que está allí, encuentran lo contrario, población liberal huyendo de conservadores. Se mataban entre sí, los pueblos se pintaban de rojo y azul, y por las historias yo creo que de sus abuelos habrán escuchado, que casi que portar algo rojo o algo azul en el vestido podía conllevar la muerte en un momento de sectarismo bárbaro, rural, que este país vivió y dejó 300.000 muertos en todo el territorio nacional, sobre todo en los Andes. 

Caquetá es el producto de eso, y entender entonces la población que vive por acá, los hijos y los nietos de ese desplazamiento, hoy podríamos ponerles el nombre, en ese entonces no se llamaba así, desplazamiento de campesinos que quizás cultivaban café, que era nuestro principal producto, y que han terminado aquí tumbando la selva, corriendo la selva, detrás de ellos compradores de tierra, la tierra de este lugar era de un gran hacendado de hace mucho tiempo que también vivió las épocas de la violencia.

Y el Caquetá aún no define su destino, y es ahí donde nosotros tenemos que ubicarnos. Después de décadas, aún no habría nacido ninguno de ustedes, por las caras y los rostros que veo, ni aún yo, ya esta región estaba en guerra. Huyendo de la violencia, se iba prendiendo otra guerra, de una que tendría que ver con liberales y conservadores, se iba transformando a través de la historia en las guerras que siguieron.

Es un territorio de población que ha sido hija de la violencia. Y lo que tenemos nosotros que proponer ahora, estamos aquí, es nuestra responsabilidad, la de ustedes, la mía, en mi opinión, es la paz. 

Estaba leyendo ahora las posibilidades de esa paz a través de un informe de alguna institución internacional sobre las drogas en Colombia —general— que se acaba de publicar, y que me parece, no tengo la certeza de que sea totalmente cierto, deberíamos verificarlo, pero ese trabajo nos posibilita un poco saber qué es lo que vamos a hacer, vislumbrar, por lo menos en los próximos cinco años, cuáles deberían ser las conductas en regiones que fueron de la selva amazónica, como esta, y qué hacer entonces con las unidades armadas, sus integrantes, cómo construir algo mejor de lo que hubo cuando entraron ustedes aquí.

Ese informe nos dice, es algo que ya sabíamos, la guerra de hoy no tiene que ver ni con el rojo ni con el azul, ni con las ideologías ni con el socialismo, ni con el capitalismo, tiene que ver es con economías codiciosas, ilícitas, que se han venido construyendo. 

Lamentablemente Colombia las acogió en algún momento y las propagó dentro de su territorio y en buena parte de su población, y no hemos podido derrotarlas, hemos creído, y yo he sido partícipe de ese pensamiento, que hay que hacer una guerra contra la economía ilícita, destruirla de tal manera que no financie fuerzas armadas contrarias, tengan el nombre que tengan. 

Habrán observado ya por su propia experiencia que esas fuerzas, no como antaño, no quieren exterminar un partido político o tomarse el poder en la ciudad de Bogotá. No van hacia Bogotá, su dirección es diferente.

Observaba hoy una foto en un río de estos, no sabemos cuál, de alguien que la tomó, seguramente de inteligencia, de uno de esos jefes de la economía ilícita, ahí está el nombre completo, Iván algo; le dicen ‘Iván Mordisco’, en un río del Caquetá, solo, o aparentemente solo, en una canoa, en una lancha. Flaco. Se nota que ha venido caminando. Se nota que viene huyendo. 

Si uno mira ese tipo de economía ilícita, pues puede indudablemente si se desarrolla, comprar mercenarios, mercenarias, fusiles, comprar conocimiento militar, incluso mucha gente que sale con ese conocimiento queda en la calle, una vez sale de los ejércitos, del ejército, de cualquiera de sus fuerzas, y vende su conocimiento porque no hay nada más qué hacer fuera de esa actividad. 

Y se nos va volviendo una especie de maquinaria cada vez más grande, que va devorando nuestra juventud, porque los que mueren en general son jóvenes y pobres buscando un qué hacer, sea aquí, sea allá.

El informe que les menciono es un poco deprimente, porque mientras nosotros venimos aumentando la incautación de cocaína a máximos históricos, se han sobrepasado las 700 toneladas ya entre todas las Fuerzas sumadas, en el mar, en las selvas, en los lugares donde se siembra la hoja de coca, sobre todo en el mar, la producción ha crecido un poco, pero la productividad se ha disparado. 

Productividad es la cantidad de sustancia que se puede sacar de una hectárea o de un metro cuadrado, como quiera llamarse. Es decir, la capacidad que tiene la hoja para entregar el alcaloide, que es lo que les interesa a los negociantes de este tipo de sustancias.

En el mundo aumenta demanda de drogas


¿Por qué la han aumentado? Porque ha aumentado la demanda en el mundo. Ese era un interrogante que yo tenía el año pasado, porque creía que los norteamericanos, al desplazar su consumo al fentanilo, una droga terrible que los está matando 10.000 por año, que es química, no tiene productos naturales, que la hacen ellos mismos, o en la frontera con México, que nos podía haber sacado del lío del que estamos desde hace décadas, porque menos consumían cocaína, más consumían fentanilo, menos tenían que usar la tierra colombiana. 

Pero lo que dice ese informe es que mientras es cierto que en Estados Unidos se detiene la demanda, crece en la China, crece en la India, crece en Australia, crece en el África. 

Ustedes se podrán imaginar ¿qué sucede si crece el consumo de cocaína en un país que no consumía cocaína, como la China, por 1.400 millones de habitantes hoy?, o en la India, creo que tiene más que la China en habitantes hoy.

A mí sí me parecen esos datos, que no son culpa de nosotros, de nadie aquí, qué le pasa a la sociedad china, qué le pasa a la sociedad hindú, pues nos preocupan porque nos afectan, es a nosotros, porque al aumentar el mercado pues se vuelve muchísimo más poderoso, y al estar ese mercado sustentado sobre las armas y la muerte, pues nos puede traer muchísima más violencia de la que ya hemos vivido, y que yo creo que la mayoría del pueblo colombiano no quiere más. 

Entonces me preguntaba, viniendo en el helicóptero, ¿qué les voy a decir? Y yo creo que el mismo informe, si es cierto, aquí debe haber unidades de soldados, soldadas, que estudiando un poco el tema se pongan a pensar, a escudriñar el internet, a investigar, porque la fuerza militar cada vez necesita más inteligencia.

Es el fusil y el arma, pero lo más importante es nuestra capacidad de raciocinio y de entender la realidad para sabernos mover dentro de la realidad con eficiencia. El informe dice, se concentra la economía de la cocaína en el litoral pacífico: Chocó, Nariño, Cauca, algo sale hacia el Caribe, pero ahí está lo fundamental.

Y va abandonando, por alguna razón que deberíamos entender, no impacta tanto como allá la selva amazónica, aunque sabemos que está. Pero su dimensión es menor que la que hoy tenemos en el litoral pacífico de Colombia. 

Yo creo que ahí hay una oportunidad y un qué hacer, porque si aquí no es tan fuerte como sí en el Pacífico, aquí tenemos que darle a la población antes que nuevos mercados, quizás en el África o quizás en Brasil, en las grandes ciudades latinoamericanas al sur del continente, solamente ustedes miren dónde queda Sao Paulo, ¿cuántos habitantes tiene Sao Paulo? y las ciudades que están cerca allí, Buenos Aires, del lado argentino, Montevideo, Rio Janeiro, Asunción, y encontraremos que allí podría estar el mercado que podría destruir esta selva, esta región, este territorio. 

Porque por los ríos se llega a Belén de Pará, preguntaba uno de sus comandantes hoy, navegando, se llega a Belén de Pará, dependiendo de las fechas, y Belén de Pará es donde desemboca el Amazonas en el océano, se está en el mar.

Es decir, sin dar un paso desde aquí, sin caminar, sin coger un avión o algo así, sólo en una embarcación, con las debidas condiciones, se llega al mar. Eso podría ser buenísimo para los narcotraficantes, y lo es, pero son todavía narcotraficantes relativamente débiles, pero también podría ser buenísimo desde otro punto de vista. 

Si se aprendiese a producir en la selva, si el campesinado en vez de romper, y por ahí hay monumentos al hacha, romper el árbol, que lo hicieron hace décadas, y por eso están estos potreros por aquí inmensos, que no es bueno para la humanidad, porque hoy la humanidad necesita la selva amazónica, más de la que hoy tenemos.

Para que Bogotá se salve hay que rescatar el Amazonas


Hoy necesitamos que la selva amazónica llegue de nuevo hasta la Cordillera Oriental, ¿Por qué no llega?, porque ya la distancia más o menos entre los árboles de la selva y la Cordillera Oriental es de 300 kilómetros, es por lo cual la ciudad de Bogotá no tiene agua hoy, y la ciudad de Bogotá es la capital de Colombia, y ahí viven 9 millones de personas.

Y estamos muy preocupados porque una vez acabe la época de lluvias, que es más o menos diciembre, si es que apuntamos a un clima cada vez más variable, pues el mes de enero, febrero, marzo, sobre todo marzo, el embalse de donde sale el agua potable de Bogotá va a llegar quizás a cero. 

¿Ustedes se imaginan qué tendremos que hacer con una ciudad de 8 millones de habitantes sin agua? Esa realidad que nos puede colocar en una emergencia, hasta nos tocaría llevar a muchos de ustedes allá a ver cómo hacemos para sacar población, para racionar el agua, para ver dónde conseguimos agua, esa realidad del clima que está cambiando, que puede acabar con la especie humana porque estos son apenas los primeros indicios. 

Al sur de aquí en Brasil se quemó la selva en cien mil puntos, cien mil puntos, y al sur de aquí ustedes vieron que el río Amazonas cuando pasa por Colombia se volvió un desierto, no había agua, caminaban las comunidades para tratar de consumir algún pozo de agua en lo que había sido el lecho de uno de los ríos más grandes del mundo. Torrentoso, navegable, como me imagino la mayoría de ustedes habrán visto en Leticia, si han ido por allá, hoy no hay río.

Eso no es porque sí. Es porque hay una maquinaria que está acabando con la atmósfera tal como la conocíamos, y nos puede destruir a todos y estas son las consecuencias. Para paliar, para mitigar esta posibilidad de extinción de la especie, de la vida, decíamos ayer en Cali, en la COP16, tenemos que recuperar la selva.

Y como aquí hay una población, la misma que son nietos de la violencia allá que les contaba, y que saben armarse y que saben pelear y son guerreros también, y que no queremos que hagan eso, sino que podamos construir una economía de paz donde esas familias, miles y miles, puedan vivir mejor que antes, cómo compaginar el que las familias que viven al pie del río Orteguaza y al pie del río Caquetá puedan vivir mejor, revitalizando la selva amazónica para bien de la humanidad. 

Ahí hay un objetivo militar: la bioeconomía


Ahí hay un objetivo que, aunque no parezca militar, es un objetivo militar. Porque si no lo logramos, tendremos muchísimos conflictos que derivarán en conflictos armados en el futuro en Colombia, sin que pueda yo predecir incluso las condiciones, las fuerzas, la capacidad de violencia que puede desencadenarse. 

Es un objetivo militar, que esta base y sus comandantes y sus integrantes podamos ponerla al servicio de un nuevo equilibrio entre la población ribereña y la población de los pueblos, y la posibilidad de ampliar la selva hacia la Cordillera Oriental.

Esos se llaman productos para vender, nuevos productos que, quizás, ni siquiera muchos de aquí no hayamos probado, consumido, productos de la selva. Eso significa instituciones y laboratorios estudiando cada matica y fruta de esas, para ver qué efectos positivos puede tener en el ser humano, sea en la nutrición, sea en la piel, sea contra las enfermedades, etcétera, o en la comida de otros animales. A eso se le llama bioeconomía.

La única posibilidad para que el Caquetá tenga una economía pacífica, próspera, y que nos equilibre en momentos de colapso climático, con un crecimiento y una revitalización de la selva, se llama bioeconomía. Y la bioeconomía hay que estudiarla. Biólogos, botánicos, botánicas, biólogas, etcétera, que tienen que criarse también aquí.

No solo en la Universidad Nacional, no solo en las universidades civiles, llamémoslas así, sino que hay que traer la universidad aquí y estudiar aquí. Y no traer a los civiles a estudiar aquí solamente, sino la tropa tiene que estudiar aquí. Y ese plan todavía no lo he visto.

Porque si nosotros estudiamos la selva desde aquí, empezamos a encontrar objetivos que unen el Ejército de Colombia con el pueblo de Colombia, que concretamente vive aquí y nos rodea. Y que si no lo sabemos hacer, se puede volver enemigo. O que si lo podemos hacer bien, se vuelve amigo. 

Y entonces estos ríos: Orteguaza, Caquetá, Amazonas, mar, en vez de llevar cocaína, que la pueden llevar, como todos sabemos que la llevan, trayendo aquí violencia, puede llevar los productos de la bioeconomía, exportados, como si fueran productos nuevos y riquísimos para el mundo, y que pudiera desarrollar aquí una prosperidad.

¿Cómo desarrollar entonces una navegabilidad civil cómoda? ¿Cómo lograr que Ejército y pueblo puedan construir una bioeconomía en este territorio? ¿Cómo el potrero puede ir disminuyendo y aumentando el bosque, la selva? ¿Cómo la biodiversidad animal y vegetal puede regresar a un territorio que fue prácticamente depredado? ¿Cómo se puede vivir allí con mayor riqueza, con mayor prosperidad?

Un nuevo horizonte vital para los miembros de las Fuerzas


Incluso para muchos y muchas de ustedes que, cuando terminen su servicio, algunos, algunas, o incluso más adelante, no sea para quedar en la calle en una ciudad de esas duras, en los barrios donde no se ofrece sino: ‘¿Usted sabe disparar? Le ofrezco un puesto para disparar’, matando a un compañero de nuestro mismo pueblo, a otro pobre por ahí, a una cosa que nos produzca un daño lesivo a la construcción de la patria. 

Poder construir incluso el futuro después del uniforme aquí, y un futuro promisorio, que permita que cualquier persona, además porque todos saldremos de nuestros oficios por la edad misma, podamos seguir viviendo con dignidad, con prosperidad; que pueda tenerse hijos e hijas. Sobre todo, por aquí los jóvenes, que puedan vivir mejor que nosotros y que puedan estudiar lo que se les dé la gana y que puedan ser personas que, quizás, sean sustanciales para la construcción de Colombia en el futuro. Ahí les dejo esa invitación.

Sé que no es un mensaje muy militar que digamos, pero creo que es profundamente militar. Si las unidades aquí desplegadas en el Caquetá logramos, porque es un esfuerzo mío también, una unidad profunda con el pueblo, se vuelven estas unidades indestructibles, invencibles y colocamos al país sobre otras ruedas diferentes a por dónde va, que son las ruedas de la desintegración, de la guerra fratricida, de matarnos entre nosotros, ya ni siquiera por una idea o por una bandera, sino por una codicia, que es lo peor que puede haber en una sociedad: que la codicia nos destruya a todos nosotros y a nuestra juventud solo porque alguien quiera acumular dinero, oro, porque alguien quiere acumular cosas que, además, no va a vivir ni a gozar, porque en general los codiciosos cuando usan las armas terminan también muertos.

Y el que le sigue termina también muerto. Y entonces solo construimos una cadena de muertes, que no corresponde a la inmensa explosión de vida que nos rodea a una Colombia que es, en realidad, una potencia mundial de la vida. 

Unidad Ejército-pueblo


Les pido a los comandantes que estudien esto: cómo aquí, además de los galpones que ya hemos visto, con sus nombres y sus siglas, se puede poner una universidad para la tropa, estudiando lo que nos interesa, lo que nos rodea; también la matemática, también todo eso.

Cómo de aquí se puede entrar, se puede salir mejor que como se entró. Cómo nos dotamos, no solo para el Ejército y para las funciones actuales, sino para el futuro de las condiciones para poder vivir bien, dignamente, en Colombia.

Esperaría ese plan y, sobre todo, una articulación. Aquí hay un instituto, se los dejo, que es el Instituto Sinchi, experto en la investigación de la selva, en su producción, que me parece que sería bueno que algunas personas interesadas en estos temas aquí, también pudieran desarrollar, y a partir de ahí ir construyendo la infraestructura, que al final son barcos, algunos laboratorios, algunas fábricas, que permitan producir cosas nuevas sin tumbar la selva, y venderlas en el mundo, de un Ejército que se meta ahí en ese tipo de investigación.

Puede conseguir incluso mucha más fortaleza económica, social, que es fundamental, y militar. Lo militar no va por fuera de la sociedad; las películas gringas de Rambo no son ciertas. No es en la fuerza muscular de Rambo donde se hace el guerrero. Es en la unidad con el pueblo donde se hace el guerrero, defendiendo sus anhelos, sus ilusiones, y cuando esa sociedad siente que los guerreros que están a su lado la defienden.

Gracias, muy amables por haberme escuchado.

(Fin/mha/abs/fca)