Desde Colombia, denuncio con la mayor firmeza la manipulación de la ayuda humanitaria en Gaza, donde el dolor de un pueblo ha sido convertido en instrumento de control, propaganda y exterminio.
Lo que se ha instaurado no es un canal humanitario, sino una red de humillación. Se niega el acceso libre y seguro a la ayuda internacional, se impide la entrada de trabajadores humanitarios con independencia y se expulsa a organismos que, como la UNRWA, han sido pilares del auxilio a millones de refugiados.
En su lugar, se promueve una supuesta agencia “humanitaria” subordinada a intereses militares, que falsea la neutralidad, distorsiona el derecho internacional y actúa más como apéndice de la ocupación que como socorro.
Las cifras hablan por sí solas, pero hay cosas que los números no pueden expresar: los cuerpos esparcidos alrededor de camiones de ayuda, las manos vacías de niños esperando alimentos que nunca llegan, la desesperación de madres viendo morir a sus hijos por desnutrición o enfermedades prevenibles.
La distribución de la ayuda se ha contaminado —literal y simbólicamente— con violencia, opiáceos, con restricciones arbitrarias, con asesinatos selectivos de quienes simplemente esperaban un poco de agua o una bolsa de arroz.
No puede hablarse de asistencia humanitaria cuando el acceso depende del capricho del poder que asedia. No puede hablarse de humanidad cuando se asesina a quienes llevan, piden o reparten pan. No puede hablarse de neutralidad cuando los corredores humanitarios son definidos por quienes lanzan las bombas.
Desde este gobierno alzamos la voz; lo hacemos no por cálculo, sino por convicción. Porque creemos en un orden internacional basado en la dignidad, no en la sumisión. Porque sabemos que la ayuda humanitaria no puede ser arma de guerra ni herramienta de castigo colectivo.
Invito a las naciones del mundo a organizar, sin dilaciones ni eufemismos, una respuesta humanitaria global, verdaderamente neutral, bajo mandato internacional y ajena a los intereses del ocupante. Una operación masiva que asegure alimentos, agua, medicinas y protección, no bajo vigilancia militar, sino bajo el principio sagrado del auxilio a la vida.
La humanidad será juzgada por su silencio frente a Gaza. Callar hoy es normalizar lo inaceptable.
Permitirlo es volverse cómplice. La neutralidad ante el crimen no es neutralidad: es consentimiento.
Gustavo Petro Urrego
Presidente de la República de Colombia