Bogotá, 22 de septiembre de 2024
Interrumpo un poco su tiempo para comentar varias situaciones que atraviesa nuestro país. Les pido disculpas por ello, pero creo que es importante.
Usted habrá visto hoy, ayer, y en todos estos días y meses noticieros por la televisión o por la radio que casi todos se dedican en todo momento a atacar mi persona, mi familia, la figura del presidente y el gobierno. Algunos de ustedes las creerán, otros verán y oirán con desconfianza, otros y otras no miran los noticieros ya. Pero nunca un presidente estuvo bajo tanta sevicia y perfidia. Por eso hablo desde las redes y por este medio.
Esa insultadera y grosería diaria se debe básicamente a que los propietarios de esos medios, las personas más ricas de Colombia, no están de acuerdo con las políticas que implementa mi gobierno ni con las reformas que propongo. En lugar de argumentar de frente y debatir, usan sus medios para la bajeza y el insulto a mi persona y mi familia. Qué bien que salieran al debate. El debate de frente ha sido mi costumbre, y debe ser una costumbre de la sociedad.
En muchas regiones de Colombia, cuando un pobre se enfrenta a otro pobre, cuando un joven negro se enfrenta a otro joven negro, siempre hay que recordar que en vez de matar hay que hablar.
Una Colombia para ser más pacífica y segura necesita de mucha más equidad social, de muchas más oportunidades abiertas para todos y todas, sobre todo para la mujer y la juventud.
Construir una Colombia más justa implica sistemas de pensiones, de salud, de educación diferentes a los que tenemos. Necesitamos producir más y más eficientemente y eso implica un uso diferente, también, de la tierra, una política de créditos bancarios más amplia, barata y productiva, más universidades, más ingenierías, más sociales, más historia, más matemáticas y más arte. etc. En estos temas me concentro.
Algunos, ojalá cada vez menos como Olmedo, piensan es en robar. El robo en el Estado se acabará si vigilamos más, si no vendemos el voto, oiga, si nos damos cuenta que lo que debemos hacer en la vida es cómo ayudar y no solo cómo ganar más dinero. Ayudar y no solo ganar.
En cada política o reforma diferente se tocan hoy intereses de gente muy privilegiada, muy poderosa. Si busco que más tierra llegue al campesino, esa tierra está en manos de grandes latifundistas improductivos que se oponen. Si busco más crédito a los pequeños y medianos empresarios, a la mujer, al joven, ese crédito ya está concentrado en grandes fortunas. Si quiero más salud y educación de calidad para la mayoría de la gente, resulta que la salud y la educación están privatizadas y son simples negocios, en donde, solo si usted tiene dinero para darles, usted tiene atención. El dinero público que se entrega por billones pasa a estos negocios y se esfuma.
Por eso hemos llegado a ser una de las sociedades más desiguales del mundo y de esa desigualdad surgen nuestros principales problemas: la violencia, la inseguridad y el narcotráfico.
Cuando ustedes votaron por mí fue para cambiar eso. En el camino del cambio aparecen poderes inmensos estatales, sociales o políticos, tratando de impedirlo. Nos acorralan a veces, nos amenazan, nos derrumban decretos, paralizan por meses los proyectos de ley. Pero insistimos y avanzamos. Solo con usted activo o activa, en las calles, en las redes, sin silenciarnos, avanzamos. A veces hay pereza o desánimo, pero Colombia solo nació, y creció con su pueblo luchando.
Logramos aprobar una ley de reforma pensional que logra efectivamente que una injusticia, de las tantas, se acabe: 3 millones de viejos hoy sin nada, tendrán un bono pensional de 225.000 pesos mensuales que permitirá tener un plato de sopa caliente y una sonrisa en los labios. Toda mujer en Colombia al cumplir su edad de pensión tendrá un bono pensional o una pensión, porque hasta su trabajo en el hogar le será reconocido como debe ser. Todo joven trabajador hoy podrá tener la garantía, al cumplir los requisitos, de pensionarse.
Hemos entregado centenares de miles de hectáreas a campesinos sin tierras. No más acá en Gigante, donde estoy, en el Huila, acabo de entregar cerca de mil hectáreas a 94 familias.
Aquí, el señor dueño de esta hacienda, Luis Alberto González, la hacienda se llama 'La Guandinosa', que es como se llama la quebrada, muchísima agua baja por aquí, en un lugar, en esta vereda con una leyenda muy hermosa de un viejo en la época de los indígenas precolombinos, de una historia de amor que terminó mal, porque Matambo llegó a matar a los indígenas aquí y la diosa, voy a mencionarla, Mirthayú, hermosa, lo enamoró e impidió que siguiera matando indígenas. Creo que necesitamos aquí una Mirthayú en toda Colombia porque hay muchos matambos por ahí.
Aquí está Mirthayú y nos ayuda a entregarles a 94 familias, entre ellas a Celina Zúñiga, aunque quisiera entregarles millones de hectáreas, estas mil, que gracias a la buena voluntad de Luis Alberto nos ha vendido, en libertad, para que esas familias, que fueron expulsadas violentamente por gobiernos pasados para hacer la gran represa de El Quimbo, vuelvan a tener la tierra que antes les inundaron y que nunca indemnizaron.
Luis Alberto se merece un premio, es un gran ganadero, productor de ganado de raza y con él estamos hablando para que sus conocimientos y su producción no se pierdan, porque en Colombia pueden caber todos y todas, el más pobre puede volverse rico y el rico puede volverse más rico.
Las granjas de energía solar, fíjense ustedes que aquí podrían, gracias a este sol, prosperar en todo el Huila, empiezan a aparecer por doquier para hacer la transición a energías limpias y baratas. Con nuestra ayuda podría buscar usted la manera de generar energía limpia y liberarse de la factura mensual.
Llevamos más crédito a la producción agraria e industrial. Hemos tenido éxitos importantes:
Salieron 1.600.000 personas, repito 1.600.000 personas de la pobreza el año pasado y 1.200.000 personas de la pobreza extrema el año pasado.
Bajamos a la mitad la desnutrición infantil en toda Colombia, bajamos la tasa de mortalidad materna. La Guajira ya no es el lugar donde más niños mueren por desnutrición, allí, así se hayan caído los decretos de emergencia.
En el mes de agosto la inflación fue cero, inflación completamente controlada, y la tasa de crecimiento económico anual en julio fue de 3,86% que ya marca la senda del crecimiento sostenido de Colombia.
Oigan bien esto, la industria hoy crece al 2%, aún bajo pero va para arriba, la vivienda, que venía decreciendo en los últimos años, ha crecido en este (2024) 6% y la agricultura ha alcanzado un 10% de crecimiento anual, eso solo se ve en la China, un crecimiento espectacular de la producción alimenticia y agraria en Colombia que nos ha ayudado a controlar el crecimiento de los precios, sobre todo en los sectores más pobres de la población.
Si la producción industrial y agraria crecen, entonces Colombia es más rica y su población también, si somos capaces de distribuir la riqueza con más equidad. La riqueza de una nación es su producción, es decir su trabajo.
Los 55 billones de pesos del acuerdo económico que hicimos con los banqueros, destinados a un crédito para la reactivación de la productividad del país deben servir para transitar a energías limpias, pero también para que usted: señor tendero, señor conductor, señor profesional, señora ama de casa, señora profesional, artista, pequeño empresario, empresaria, pueda acceder al sistema bancario a tasas de interés baratas.
Hay problemas indudablemente. El narcotráfico armado ha recibido golpes durísimos de nuestro gobierno, que los ha llevado con sus mafias armadas a extorsionar más a la población para conseguir el dinero que le disminuye en el traqueteo de la cocaína. La extorsión lleva a la gente a pensar en salvadores con látigo que terminan fusilando jovencitos por miles, hasta a su propio hijo podría ser, y acaban con la pensión, los salarios y hasta con el nido de la perra, como decía mi mamá.
Sin embargo, en Colombia, sin que lo digan los medios de los poderosos, los delitos tradicionales han bajado. Aún es alta la deuda con nuestra juventud en educación superior y en créditos para obtener ingresos. Yo quisiera que esa juventud se organizara en cooperativas en los barrios, por barras de fútbol, o por gustos musicales o murales, por combos o por parches que pudieran recibir un primer crédito para progresar, para hacer arte, tecnología y organizar asociativamente la economía juvenil.
Alguna vez conocí por redes un cantante de rap de Ciudad Bolívar en Bogotá, se llamaba Samurai y su conjunto usaba violines que las jóvenes, que lo integraban, habían aprendido a tocar en los colegios públicos de la Bogotá Humana. A él lo asesinaron, lo tiraron en un basurero. Me gustaría que muchos samuráis hoy estuvieran vivos y volvieran a cantar, a tocar, a pintar los muros de colores en todas las ciudades de Colombia. Colombia sería más hermosa con su juventud cantando, bailando y pintando. Con su juventud estudiando al máximo y viviendo, y no con sus 6.402 jóvenes fusilados y silenciados a la fuerza.
A pesar de estos éxitos, siempre relativos, las reformas y las políticas públicas que implementamos han llevado a un grupo poderoso y sectario a pensar en magnicidios, en la sangre, hoy denunciados por el mismo embajador de los Estados Unidos en Colombia, cuando decían por ahí que era que Petro estaba loco, paranoico. Están buscando con artificios y manipulaciones jurídicas, tumbar al presidente elegido por voto popular de las y los colombianos.
Para el asesinato quieren usar venenos o volquetas llenas de explosivos a mi paso, francotiradores. Para tumbar al gobierno buscan un golpe parlamentario, una votación en la comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes que anule el voto del pueblo.
No les gusta que estemos construyendo equidad social e incautando centenares de toneladas de cocaína, saben que apuntamos al centro del corazón de la mafia y del privilegio injusto. Por eso, hablan mal de mí todos los días en estos canales, cuyo espectro es de todo el pueblo colombiano.
La gente que apoya el cambio sale por decenas de miles a las calles y llenan las plazas. Se abisman ciertas personas con dinero al ver que, a pesar de sus mentiras de todos los días, de sus encuestas engañosas, la gente sale con la esperanza en la mano a apoyar este gobierno. No echan para atrás, no retroceden, no se quedan en su casa. La esperanza es su bandera. Nuestra bandera es la bandera de la vida. Millones de personas no permitirán el golpe de las corbatas.
Y por eso, porque conozco a mi pueblo y la historia de Colombia, les digo a esas corbatas, no sean ignorantes, no violenten el país, es el momento de hablar sin rodilleras. No es matar, es hablar.
En cada soldado de la patria veo un muchacho del pueblo que necesita estudiar y vivir con plenitud. Un soldado y un patrullero que quieren tener novia, hijos, un hogar feliz, un estudio y un saber. A esos soldados les digo que su presidente les ordena no levantar su arma contra el pueblo, ayudar al humilde, porque puede ser su padre o su madre, su hermana. Fundirse en el corazón del pueblo, porque son su mayor defensa. Un soldado de la patria es un soldado del pueblo, un guerrero de la vida. La juventud no se divide en uniformada y civil, es una sola juventud que debe alistarse a recibir el país de nuestras manos, ojalá un país mejor.
En Colombia se intentan suicidar 5.000 jóvenes al año, eso es la mayor demostración de nuestro desastre social, de la pobreza y la desigualdad. No quiero una juventud para la muerte. Uniformada o no, quiero que este gobierno abra las oportunidades del vivir para todas y todos. La vida es bella y hasta el último minuto hay que adorarla y guerrearla con amor a los demás. Una lucha por la naturaleza, una lucha por la vida nos espera a todas y a todos.
No quiero este desenlace que propone el cartel de las corbatas. Hace 35 años firmamos la paz y paz es lo que quiero para el país. Hay tres alternativas para Colombia: volver al fusilamiento de miles de jóvenes, centenares de masacres, y sangre por doquier; o imponer los cambios a la fuerza; o lograr la paz dialogando y logrando que los cambios que necesita el pueblo se hagan de forma dialogada y tranquila. Yo prefiero la última opción y, por eso, he convocado hace dos años a un Acuerdo Nacional.
Mientras gentes poderosas buscan lo peor: tumbarme o matarme como dicen, nosotros tendemos la mano y les decimos que no repitan la historia trágica de Colombia. Nos merecemos otra historia y otra suerte.
(Fin/for)